Talía hubiese preferido haber sido envenenada con una manzana por su madrastra o adoptada por siete enanitos sin voluptuosas intenciones, pero se pinchó con la aguja de una rueca o un cactus al tratar de atrapar su flor, durmió no se sabe sin días, meses o treinta años y se despertó con tan sólo recibir un beso, según las versiones más modernas de ‘La Bella Durmiente’ como la de los Hermanos Grimm, aunque en la original, el cuento ‘Sol, Luna y Talía’ del napolitano Giambattista Basile de 1634, regresa del sueño madre de dos criaturas, Sol y Luna, con lo que todo pudo ser más cruento.
Inmóvil como la presa que queda paralizada ante el depredador es víctima de los abusos de un rey que en su zurrón-nevera lleva lo necesario para almorzar y, al paso, lubricar la satisfacción de su apetito sexual. En escena, el monarca se desnuda y escenifica la violación de la princesa Talía sobre una camilla de la que la joven se levantará al romper aguas precipitándose cuatro huevos de gallina hasta el suelo.
Le aconsejarán que siga al pie de la letra el exigente protocolo, diferente en cada ciudad, para ser considerada víctima de una violación, que no muestre ni atisbo de una sonrisa durante mucho, mucho tiempo y que exhiba su corazón y cuerpo destrozados ante los encargados de dictaminar la humillación antes de poder llorar sola bajo la ducha.
A su gemelas, sin culpa alguna, “descerebradas” ante lo acontecido y representadas como dos peces de colores en una pecera redonda, trata de proteger y, finalmente, son reconocidas como hijas suyas por el monarca violador, cuya esposa entrará en cólera ante la existencia de esa descendencia que tratará de eliminar e incluso incorporar al menú de su marido. Afortunadamente, gracias a la misericordia de quien debe ajusticiar a Sol y Luna, las hijas de Talía se salvan. Enterado el rey de la treta, manda quemar en la hoguera a su esposa, encarnada por Rakel Camacho, responsable también de la dramaturgia y dirección del montaje ‘La donna inmobile’ de la compañía madrileña La Intemerata, quien en su papel de desposeída reina recuerda el machismo histórico de representar a la mujer o bien como frágil objeto de deseo o bien como bruja malvada.
Las tragedias de la Bella Durmiente violada, del necrófilo y de la edulcoración y ocultación del maltrato por parte del poder que cosifica o se deja sin voz a la mujer como ocurre en el cuento de Basile en el que Talía se despierta muda se presentan en una arriesgada, sorprendente en los giros y comprometida con la actualidad puesta en escena de la intachable (intemerata en italiano) compañía, que incluye kit-kats o impasses de desdramatización en los que los tres intérpretes se suben a rojos zapatos de tacón y juegan a tirarse una botella de cava el uno al otro exclamando tortuosas situaciones de violencia de género.
Del vino espumoso beben los tres y la primera fila de espectadores de un espectáculo que muestra la arraigada cultura del culto fálico con macetas de salchichas a modo de cáctus y rezos y una versión a propósito de La Zarzamora, así como la lúdica convivencia cotidiana con dinosaurios y tiburones hinchables de comportamientos tan prehistóricos como peligrosos. También saca a relucir el consentimiento ante la vejación en el consumo del porno por estimarlo como ficticio, el sexismo presente en canciones de reggaetón y la propuesta de quien se encontrara libre de pecado tirase la primera piedra al final de un espectáculo en el que suena el aria de la ópera ‘Rigoletto’ de Verdi ‘La donna è mobile’ y que no deja la conciencia inmobile.
Rebeca Matellán realiza un magnífico trabajo de expresividad corporal y crudeza en las reacciones y Trigo Gómez interpreta con realismo y naturalidad su papel de sapo-rey en esta producción que compite en el 8º Certamen Internacional AlmagrOff que se celebra en el Silo de Almagro.