La Compañía Nacional de Teatro Clásico inaugura este jueves de nuevo el Festival de Almagro con un estreno, ‘Adolfo Marsillach soy yo’, con un elenco de primer nivel integrado por una de sus divas, Núria Espert; dos de sus “niños de los ojos”, Carlos Hipólito y Adriana Ozores; y su propia hija, Blanca Marsillach, además de Lluís Homar, director de la CNTC que también dirige este espectáculo.

El Teatro Adolfo Marsillach este jueves 30 de junio y el viernes 1 de julio, a las 22.45 horas, será escenario de un emocionante espectáculo que, en el veinte aniversario del fallecimiento del director de escena y dramaturgo, es un homenaje a “un hombre imprescindible de la cultura de este país” que contribuyó a hacerlo “más inteligente, culto y moderno”, apuntó Hipólito.

Con dramaturgia de Xavier Alberti a partir de los escritos, incluso programas de mano, de Marsillach, se ha creado este montaje que incluye cuatro intervenciones musicales a cargo de de la soprano María Hinojosa y el músico Dani Espasa con la interpretación del cuplé ‘El comunista’ y fragmentos de ‘Carmen’ de Bizet y las zarzuelas ‘La Gran Vía’ y ‘Chaleco blanco’, adelantó Homar, que indicó que la producción aporta, desde la complicidad de actores que trabajaron con él, sus reflexiones políticas, preocupaciones y mirada sobre el patrimonio, sin obviar su gran sentido del humor incluso sobre él mismo.

También forma parte del elenco Natalia Huarte, actriz formada en la Joven Compañía y cuya formación es, por tanto, fruto del legado que dejó Marsillach al crear la CNTC. “Nos ha removido a todos este encuentro con Adolfo Marsillach”, cuyo espíritu está en este montaje, agregó Ozores, que resaltó cómo la formación en la CNTC es de “una solidez que te acompaña toda la vida” en la excelencia y respeto y cariño por esta profesión. Se trata de un “legado maravilloso” de un hombre que tuvo el atrevimiento, valentía y confianza en sí mismo de “darle una vuelta a todo el Siglo de Oro”.

Esta obra es como devolverle “un poquito de lo mucho que nos dio” un hombre “muy inteligente, culto y divertido”, con un aspecto de lejanía pero “enormemente entrañable”, agregó Hipólito, que destacó que Adolfo Marsillacha revitalizó el teatro, “sin duda a los clásicos”, que estaba “un poco acartonado”.