En tiempos de manadas pero también de grandes movimientos feministas resulta contradictoria la actitud de personajes como Don Juan, zalameros previsibles, que buscan el placer como fin mismo y la maldad como juego de supervivencia.
Pero el riesgo más evidente que Tirso de Molina puso negro sobre blanco para el protagonista de El Burlador de Sevilla fue su carácter perturbado, aunque hasta no hace mucho fuera visto como un héroe por la cómplice sociedad machista, y en los últimos tiempos resulte un tipo aberrante y despreciable.
Este es el punto en el que incide la última versión de este conocido clásico de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC), en la que Josep María Mestres ha querido apuntalar la vena ‘machitrol’ de Don Juan, que tan sólo es un violento que desprecia profundamente a las mujeres.
El verso “… y el mayor gusto que en mí puede haber es burlar una mujer y dejarla sin honor”, con las trágicas connotaciones que dicha afirmación conllevaba en el siglo XVII, hiela la sangre no sólo a las víctimas sino a cualquier persona con un mínimo de equidad.
Y así ha quedado reflejado en el montaje ya estrenado en el Teatro de la Comedia de Madrid, que anoche recaló en el Festival Internacional de Teatro Clásico de Almagro, en cuya primera función en el Hospital de San Juan cosechó una gran ovación.
El espectáculo combina música y bailes en directo, la ironía reflexiva que Borja Ortiz de Gondra (autor de la versión) ha querido subrayar para poner en evidencia la crueldad en la que se convierte la seducción donjuanesca, un gran nivel interpretativo y una intachable factura escenográfica y de iluminación que ambientan perfectamente el drama.
La dicción del verso, un gran riesgo en la representación de los clásicos, resulta natural, dramática y descriptiva, con momentos cúlmenes en los soliloquios femeninos, trabados de tragedia y humillación, que recuerdan a las recreaciones del universo lorquiano.
En este punto juegan a favor los números corales, tanto para celebrar bodas como para llorar muertes e injusticias, bien hilados y ajustados al momento, con números con canciones e instrumentos a cargo de los actores, y con sencillas danzas y coreografías empastadas al color de cada acción.
Y es que El burlador de Sevilla y convidado de piedra, sobre el mito de Don Juan es un drama moral, con todos los ingredientes del teatro Barroco: las mujeres mancilladas por los hombres y la venganza divina como espada incontestable que repone el orden y la moralidad.
Todos estos elementos se ven en la versión de la CNTC con una gran teatralidad conseguida los continuos desdoblamientos de una escenografía en horizontal (bajan y suben paneles para ambientar cada momento), que combina con la proyección de imágenes actuales, y las olas del mar para encuadrar los cambios de escenario entre Nápoles y Sevilla.
Cada vez más la tensión va aumentando con los abusos de Don Juan y su ‘qué largo me lo fiáis’ ante una potencial muerte prematura, inquietud que se intensifica con unos magníficos juegos de luces y los silencios medidos entre verso y verso.
El vestuario, ecléctico y actual en el caso de los hombres (visten trajes y esmóquines), y más clásico (llevan vestidos largos pero sencillos) y con conjuntos sugerentes para las mujeres, también ayudan a narrar y a evidenciar la tragedia.
El propio reparto está embebido del argumento bien sabido, con unos actores que sienten ‘y padecen’, entre los que destacan las mujeres y sus interpretaciones para denunciar las violaciones, aunque no lleguen al contundente ‘NO es NO’ que entonces la propia sociedad consumía en sus estereotipos.
Destaca Mamen Camacho como Tisbea, Elvira Cuadrupani como Isabela, Irene Serrano como Doña Ana, Constanza y Belisa, y Lara Agrube como Aminta, todas ellas sobrias y conmovedoras.
Entre los hombres, el propio protagonista, Raúl Prieto, destila arrogancia y transmite seducción perversa, el Duque Octavio, en manos de Egoitz Sánchez, también resulta verosímil, y cómo no, Pepe Viyuela encarna a un categórico ‘mirón’ que analiza las acciones de su amo, pero que se queda en mero observador ante los hechos violentos que aquel comete.
Al final, deja abierta una pregunta, “¿y a mí quien me paga?”, que se traslada a todas las víctimas, ¿quién repara las consecuencias de las tropelías?. La respuesta, deberes para la reflexión personal.
Conquistó al público
Con todo, la CNTC volvió a gustar en Almagro y a conquistar a un público que ovacionó la primera de las 28 representaciones que la compañía escenificará en la actual 41 edición del certamen con cinco obras El burlador de Sevilla, El banquete, Los empeños de una casa, La dama boba y La dama duende.
Como es tradición, la CNTC actuó tras la inauguración y la entrega del Premio Corral de Comedias a Carlos Hipólito, y triunfó con su propuesta.