‘Nice Science’ reunió este miércoles en la sala Nice a tres jóvenes investigadores que ofrecieron amenas exposiciones sobre ciencia en el marco de ManchArte. Comenzó Marta Retamosa, profesora de Márketing en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, con ‘Comprando, me paso el día comprando’, intervención en la que reflexionó sobre cómo las marcas buscan en sus mensajes publicitarios combinar emociones que juegan un relevante papel en el proceso de la toma de decisiones irracional. Más que para que ‘caigas’ en la necesidad de adquirir un producto, buscan que “si caes estés satisfecho”.
“Se busca lo emocional, la conexión con tu yo interior para que estés a gusto con ese producto y, sobre todo, repitas, vuelvas a comprar”, comentó Retamosa, que disertó sobre neuromárketing, técnicas de la neurociencia aplicadas a la venta de productos que inciden a la hora de decidir. Hay marcas que en sus campañas apelan desde a sensaciones sensitivas hasta sentimientos fuertes, jugando con los límites, expuso Retamosa, que aconseja ser consumidores racionales y críticos, no dejarse llevar por el primer impulso e intentar racionalizar preguntándose, por ejemplo, si un determinado artículo es realmente necesario y útil.
Si ella tuviera que publicitar un producto suyo sintiéndose a gusto, sería sobre todo “sincera porque es lo mejor en esta vida”, ya que lo peor es vender un artículo con unas características que luego no son reales, lo que puede hacer que al poco se hunda, comentó Retamosa, que citó varias publicaciones como ‘Buyology’, sobre la ciencia de comprar o la ‘compralogía’, de Martin Lindstrom, uno de los grandes investigadores sobre neuromárketing; ‘Lovemarks’, de Kevin Roberts, destinado a publicistas; y ‘El error de Descartes’, de Antonio Damasio, publicación que pone en duda la separación entre razón y emoción, lo que entronca con lo que hacen muchas campañas publicitarias que se basan en que “en realidad lo que es primero es una emoción y luego una razón, primero sientes y luego razonas. No es pienso luego actuó, sino que actúas y luego piensas”.
Garrapata vegana
No dejó de ser sorprendente la conferencia de la valdepeñera Lourdes Mateos Hernández, quien trabaja en el Instituto de Investigación de Recursos Cinegéticos en Ciudad Real, y ha elaborado su tesis sobre las garrapatas, que podrían ser unas insospechadas ‘aliadas’ del veganismo.
‘El ataque de las garrapatas veganas’ fue el título de su intervención en la que habló sobre su tesis en la que explica cómo la picadura de estos ácaros puede producir una reacción alérgica en los seres humanos a la carne roja.
Se ha registrado en los últimos años una asociación entre la picadura de una garrapata, que puede producir o no síntomas en una primera instancia, pero, cuando pasa un tiempo, personas que han sufrido esa picadura no pueden comer carne roja porque le das alergia. Se debe a una molécula transmitida en la saliva de la garrapata que es un derivado de azúcar que los humanos no tenemos y que aumenta las inmunoglobulinas, de manera que cuando se come carne roja aparece la reacción alérgica que surge en unas personas y en otras no, por lo que el siguiente paso, estimó, es estudiar el porcentaje para saber qué riesgo hay de que la población tenga estas alergias o no.
Por su parte, José Miguel González, investigador en la Facultad de Químicas que trabaja en la fabricación de materiales muy pequeños con propiedades físicas nuevas que puedan usarse en tratamientos médicos, ofreció la conferencia ‘Desmontando la quimiofobia’, es decir, ese recelo inconsciente e irracional a todo lo que esté relacionado con la química, asociándola a algo peligroso o tóxico.
Pero sucede que todo en el universo es química, todo lo que está hecho por átomos lo es, y los químicos estudian esas interacciones entre átomos e intentan desarrollar soluciones que “repercutan en un bien a la sociedad”, indicó González. Hay ciertos procesos o prácticas humanas que pueden ser dañinos, pero el papel de la química es en su mayor parte, en más del 90 por ciento, beneficioso para el planeta y ser humano, subrayó, que recordó que ésta fue una de las ciencias más antiguas en ofrecer soluciones a la humanidad para, entre aplicaciones, lograr la cura de enfermedades con vacunas, mejorar los procesos de tratamiento de alimentos y favorecer la potabilidad de aguas y la fertilidad de tierras.
En su exposición, González puso una selección de anuncios publicitarios en los que se transmiten incoherencias y errores que pueden conducir a esa ‘quimiofobia’, apreció González, que destacó, en este sentido, la importancia de impulsar la divulgación científica para una correcta información a los ciudadanos.
Así mismo, la química es una ciencia que puede ser divertida. De hecho, cree que es “la más divertida”. Los científicos químicos, aunque estudian “un montón”, cuando acuden al laboratorio hacen experimentos visuales que pueden “implicar cambios de colores, de fase, chispas, espuma….”. Son cosas que pueden no ser relevantes para la aplicación final pero pueden ser divertidas. No es una sucesión de fórmulas, no se ciñe a estar todo el día resolviendo ecuaciones, sino que conlleva ir al laboratorio y mancharse un poco. El equivalente casero sería cocinar: Emplear, con cierto fundamento y razonamiento, unos ingredientes que tratas de mezclar para “sacar algo útil para la gente de la casa”.