La Diputación de Ciudad Real como institución ha tenido un protagonismo único en el desarrollo socioeconómico de la provincia. Con sus luces y sus sombras, su historia es la de las familias caciquiles y las redes clientelares, pero también la del progreso y el impulso de las obras públicas y la mejora de la agricultura, así como durante el Franquismo cedió poder a favor del centralismo del Movimiento, cuyos agentes locales tomaron las riendas.
Este es el recorrido por el que esta tarde han transitado los profesores de Historia Contemporánea de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) Ángel Ramón del Valle, Francisco Alía, y Damián González, en la mesa redonda sobre la historia de la institución, coordinada por la profesora de Derecho de la UCLM, María Soledad Campos.
Del Valle ha repasado la influencia del sistema liberal en el territorio ciudarrealeño a lo largo del siglo XIX y la configuración de las diputaciones de la mano de la Constitución de Cádiz de 1812, con su implantación definitiva en 1833.
“Fue un modelo centralizador” para la administración de los territorios provinciales que, en el caso de Ciudad Real, partió de cero, pues “ni siquiera tenía edificio”. Fue la conexión entre el Estado y las administraciones locales, y estaba controlada por unos jefes políticos (gobernadores civiles) que tenían un poder “de dominio” casi absoluto, acompañados de otros diputados elegidos en procesos electorales.
A lo largo de este siglo, según el profesor, la Diputación de Ciudad Real fue ganando atribuciones en las quintas, la formación de los censos electorales, en los servicios de beneficencia, en las obras en carreteras, en hospitales, y en centros de maternidad, así como impulsó el ferrocarril.
Este fortalecimiento político representó un “pastel” que no pasó desapercibido para las élites locales, que tomaron partido en la institución de una forma muy activa. De hecho, ser diputado en la Corporación provincial “tuvo una importancia descomunal a la hora de fabricarse una carrera política y de dar el salto nacional”, ha relatado del Valle ante un salón de plenos repleto de asistentes.
Fue “un ámbito natural” de los políticos locales y provinciales para llegar a Madrid, y también para “fabricarse redes de influencia”, en un lo que fue un intercambio habitual entre votos y favores.
De esta manera, las familias más poderosas e ilustradas coparon los sillones de la Diputación de manera desahogada durante décadas.
Del análisis del historiador se repiten los apellidos de quienes heredaban los cargos de padres a hijos, como los Rosales en Almagro y Argamasilla de Calatrava, los Corchado y Salido en Almodóvar del Campo, los Márquez de Prado en Chillón, los Maldonado, Medrano, Treviño o Muñoz en Ciudad Real, los García-Noblejas en Manzanares y La Solana, los Fontes en Montiel, o los Baillo de Campo de Criptana, que dominaron durante años el distrito de Alcázar de San Juan.
Etapa de modernidad y progreso
Francisco Alía, por su parte, ha retomado la historia de la Diputación ciudarrealeña entre los años 1874 y 1939, un periodo muy amplio que marcó una etapa de modernidad y progreso para la sociedad provincial.
Los grandes propietarios agrarios fueron dando paso a la burguesía y a unas profesiones liberales que procuraron “riqueza y progreso”, con Francisco Rivas Moreno, José Cendrero o Cirilo del Río como los personajes ilustrados más significativos de la época.
El Palacio se inauguró en 1892, aunque las obras no se acabarían hasta 1893, y su apertura supuso un “cambio transcendental en la provincia”, y un acceso a la industrialización, con el vino como protagonista y motor económico.
Desde finales del siglo XIX, ha indicado Alía, los dirigentes de la institución promovieron una agricultura más moderna y próspera a través del viñedo, un cultivo que defendieron de plagas como la filoxera, a través de la instalación de dos viveros en Valdepeñas y Santa Cruz de Mudela para la repoblación de las vides con cepas americanas, frente a otros territorios que fueron lastrados totalmente por el ataque de la enfermedad.
También promovió, ha agregado el docente, las obras públicas, como un plan de caminos vecinales en 1925, la construcción de carreteras, además de la extensión por toda la provincia de la red telefónica desde 1915.
La institución también se ocupó, ha comentado Alía, de comprar para el hospital provincial el aparato de rayos X ideado por el piedrabuenense Mónico Sánchez por 1.000 pesetas, dotar de material al hospicio o adquirir arados de desfonde.
Otro de los hitos vislumbrados y materializados por la Corporación, para el historiador, fue la creación de la Granja Agrícola en 1909, donde está el actual IES San Juan de Ávila, desde el que se desarrolló la investigación agraria y las nuevas tecnologías a nivel nacional, y para el que incluso se compró hasta un locomóvil.
Los dirigentes provinciales ciudarrealeños auspiciaron en los primero años del siglo XX ayudas en el terreno cultural, en el marco de la Institución Libre de Enseñanza, con los pintores Carlos Vázquez, o Ángel Andrade como principales beneficiarios.
Tradición conservadora en el Franquismo
En su turno, Damián González ha hablado de la Diputación de Ciudad Real en la Dictadura Franquista, con un balance poco agorero de esos casi 40 años “tan complicados”.
“Algunos ven una prolongación del ideario fascista y yo creo que se acentuó la tradición conservadora y jerárquica, con tics autoritarios y falta de representatividad”, ha señalado.
“No se puede desligar la institución del fracaso de la dictadura en una provincia que estaba en el subdesarrollo y continuó en el subdesarrollo, con más sombras que luces”.