A. R.
Tras tierra, piedra y varias capas de relleno y recubierto de suciedad, apareció en la iglesia de la Purísima Concepción de Torralba de Calatrava un valioso mural del siglo XVI de La Natividad “integrada en un campo manchego”. “Teníamos constancia de esta pintura mural al temple por la documentación histórica, pero no de que se hubiera conservado”, señaló el arqueólogo municipal, Miguel Gómez, que indicó que, tras una primera fase de consolidación para evitar que se perdiera esta obra de arte ya que la pared “estaba muy mal, había grandes grietas y se temía que se cayera”, se ha puesto en marcha la segunda fase de reintegración cromática y volumétrica del mural.
La Hermandad de la Purísima Concepción, presidida por Carmen de Castro, ha impulsado, gracias a la colaboración de “muchos” parroquianos y la ayuda del Ayuntamiento, las dos fases de restauración de un mural en el que aparecen, en la parte inferior, el buey y la mula flanqueando a la Virgen, San José y tres ángeles que adoran la imagen, la cual se ha perdido, del Niño. En la parte superior, otros tres ángeles portan una cartela con la inscripción ‘Gloria in excelsis Deo’, que aparece invertida posiblemente porque quien la transcribió no sabía latín, y en el fondo se refleja una escena pastoril y de paisaje con ovejas balando y comiendo en los pastos manchegos, cabras, perros y pastores descendiendo por laderas y con instrumentos como gaitas. El mural culmina en la parte superior con la recreación pictórica del remate de un retablo, imitación de tallado que también se emplea en el intradós del arco de medio punto de la hornacina.
Celeste y terrenal
Lo celeste y terrenal se fusionan en una creación pictórica que representa una importante actividad económica en la zona como era el ganado lanar que pastaba en el Campo de Calatrava y del que “vivía parte de la oligarquía local que posiblemente fue quien financió esta pintura”, apreció Gómez, que resaltó las influencias del arte flamenco en el mural, pintado en una época en la que la lana que se producía en Castilla se vendía en Flandes.
Aunque las alargadas manos de la Virgen reflejan “un goticismo todavía latente”, la estética empleada para pintarla es flamenca. Se utilizó oro de 24 kilates para pintar la aureola de la Virgen, así como para los adornos del manto azul que lleva sobre una túnica roja y su idealizado rostro de estilo renacentista contrasta con el “más curtido” de San José, con arrugas y tonsura -corte de pelo-.
El dinamismo de la escena pastoril contribuye a transmitir la sensación de jolgorio y alegría por el Nacimiento del Niño Jesús en esta valiosa creación pictórica, “una de las pocas imágenes de una Natividad del siglo XVI en pintura mural conocidas en el Campo de Calatrava”, destacó la restauradora Raquel Racionero Núñez, quien está realizando las obras de restauración del mural, las cuales está previsto que culminen en mayo y que también han permitido descubrir en la parte superior del exterior de la hornacina la imagen de una mujer que sería la donante, agregó Gómez, que explicó que a los mecenas se solían retratar en postura orante y en un tamaño jerárquico menor que las imágenes principales de la escena.