Dolores Cabezudo (1935), la conocida química analítica especializada en alimentos, ha defendido esta tarde en Ciudad Real el papel de los científicos españoles y europeos a lo largo de los siglos más recientes y los beneficios que aportaron a la sociedad a través de sus investigaciones y descubrimientos.
En una charla titulada ‘Científicos y ciencia desde la experiencia’, organizada por la Asociación Amigos del Museo de Ciudad Real-Convento de La Merced, quien fuera catedrática de Tecnología de los Alimentos en la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) ha pretendido “no dar lecciones, sino despertar la curiosidad”, sobre todo entre los jóvenes para que “observen, se cuestionen lo que pasa a su alrededor y pregunten”.
Ha valorado la determinación y el espíritu inquieto de quienes como los primeros astrónomos constataron la influencia de los planetas y astros sobre la tierra “con la mentalidad del hombre corriente y de la ciencia en esos años”.
La ex profesora universitaria ha iniciado su recorrido comentando la conquista de América como un hito “sin parangón”, alcanzado gracias a los equipos magnéticos que los navegantes usaban para fijar su posición, a pesar de ser una época oscurantista para la clase científica española.
El propio Miguel Servet, físico, matemático y médico que avanzó la definición de la circulación menor de la sangre, fue quemado a mediados del XVI en la hoguera por sus reflexiones sobre la religión, así como el rey Felipe II con su pragmática para expulsar a los judíos terminó de nublar el escenario racional e intelectual de España.
En países vecinos, los estudios del polaco Copérnico (siglo XVI), con su teoría heliocéntrica del sistema solar, el alemán Johannes Kepler que descubrió leyes sobre las órbitas elípticas o el italiano Galileo, con sus aportaciones sobre el movimiento planetario, son ejemplos de “la perseverancia” en la experimentación y de la contrastación de cada prueba con diferentes instrumentos “para poder obtener un resultado válido”.
Ya en el siglo XVII la ciencia vivió un momento álgido en Europa, con el paradigma, para Cabezudo, que supusieron las leyes que relacionan el volumen y la presión de gas mantenida a temperatura constante desarrolladas de forma separada por el inglés Robert Boyle y el francés Edme Mariotte, además de las teorías de la gravitación universal de Isaac Newton.
Posteriormente, en el llamado siglo de las luces (XVIII) se impuso la Ilustración en distintos países, con nombres propios como el del botánico sueco Carlos Linneo, creador del sistema de nomenclatura para definir las propiedades de las plantas.
En el caso español, Cabezudo ha comentado algunos de los nombres de la ‘Edad de plata de la ciencia española’ ya en el siglo XX, coincidiendo con la creación de la Junta para Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas (JAE)
Igualmente, la científica madrileña asentada en Almagro también ha reclamado el legado “fundamental” de algunas mujeres como Cristina de Lorena, o las colaboradoras ‘olvidadas’ de la neurociencia Laura Forster y Manuela Serra, colaboradoras del propio Ramón y Cajal, que brillaron con luz propia, frente al papel del nobel y de discípulos como Jorge Francisco Tello, Pío del Río Hortega o Nicolás Achúcarro.
¿Pero el científico nace o se hace?
Para Cabezudo, ambas opciones. Hay casos de personas que nacen con talento, y otros nombres desarrollan su vocación a través de su inquietud y de referentes de su campo de investigación. EL objetivo “es formarse y rodearse de buenos profesionales”.
Cabezudo cuenta con un nutrido currículum y una gran trayectoria, que en este 2019 se ha completado con distinciones como la medalla al Mérito en Investigación y Educación Universitaria que le entregó el ministro de Ciencia, Investigación y Universidades, Pedro Duque, el título de Hija Adoptiva de Castilla La Mancha entregado por el presidente Emiliano García-Page, y la medalla com académica de honor de la Academia de Gastronomía de Castilla-La Mancha.