La Traviata, una trágica y emocionante historia de amor

Es una de las historias operísticas más simples e inteligibles, aunque una obra atípica dentro de la producción de Verdi, por su carácter realista. No refiere grandes hechos históricos como Nabucco, ni está basada en tragedias como Macbeth, sino que es un drama psicológico de carácter intimista. Fue la primera ópera en la que los actores usaron trajes contemporáneos de la época (esmoquin y vestidos largos de dama, a la usanza inglesa o francesa), ya que hasta ese momento las óperas siempre usaban trajes históricos, correspondientes a siglos pasados o a otras civilizaciones (en Aida, se usaron ropas del antiguo Egipto; en Nabucco, del antiguo Israel, o en Rigoletto, los de Italia del norte del siglo XVI).

Pero La Traviata es tan sólo una historia de un amor. El de una mujer alegre, frívola, liviana… una cortesana que en un momento dado encuentra el único amor de su vida. Junto a ella, Alfredo, un hombre de estrato mucho más noble y refinado, que hallará en Violetta también el primer amor. Aunque Violetta renunciará a este amor abrasador, por imposición del padre de Alfredo.

Más adelante, tras la disolución de las trabas familiares, el amor ya sin barreras sociales parece triunfar… Pero acabará truncándose por la aparición de una cruel enfermedad que acabará de manera inesperada con la vida de Violetta. Al parecer, esta Violetta podría está basada en la vida real de una cortesana parisiense, de nombre Alphonsine Plessis (1824-1847).

La Traviata se encuentra a la cabeza de las óperas más representadas en el mundo, muy por encima de Rigoletto, del mismo Verdi. Veamos esta clasificación de las 10 primeras, según Operabase (3 Mozart, 3 Puccini, 2 Verdi, 1 Bizet y 1 Rossini):

1.- La Traviata (Verdi)

2.- La Bohème (Puccini)

3.- Carmen (Bizet)

4.- La flauta mágica (Mozart)

5.- Tosca (Puccini)

6.- Las noches de Fígaro (Mozart)

7.- Madama Butterfly (Puccini)

8.- El barbero de Sevilla (Rossini)

9.- Rigoletto (Verdi)

10.- Don Juan (Mozart).

La obra más conocida de Verdi, pese a lo circunstancial del fracaso de su estreno, se ha convertido en la ópera más representada de la historia. Su argumento, inspirado en la obra La dama de las Camelias de Alejandro Dumas hijo, supuso una verdadera provocación para las audiencias de la época. Sin embargo, la belleza de sus melodías y la fuerza de su música, unidas a la fabulosa caracterización que Verdi hace de los personajes y su evolución a lo largo de la trama, la convierten en uno de los referentes de lo que cualquier persona entiende por ópera. Es, sin duda, una de esas óperas que todo el mundo debería de ver al menos una vez en su vida.

Francesco María Piave (libreto) y Giuseppe Verdi (música) querían seguir a Dumas, dándole a la ópera una ambientación contemporánea, pero las autoridades del teatro La Fenice de Venecia, insistieron en que se ambientara “hacia 1700”. No fue hasta la década de 1880 cuando se respetaron los deseos originales del compositor y del libretista, y se representaron producciones “realistas”. Violetta es una de las heroínas más populares de todo el repertorio lírico. Sin embargo, al estrenarse La Traviata escandalizó. Parecía un panfleto contra la burguesía y sus ‘vicios’ (el juego, las mujeres), y conoció un completo fracaso…

La Traviata es uno de los pocos ejemplos de obras líricas directamente sacadas de una obra contemporánea y, desde ese punto de vista, no es extraño que esta ópera prefigure los dramas de la escuela realista. Independientemente del tema, la partitura se cuenta entre las mejores del gran Verdi. Un músico del que destacamos la eficacia dramática de su música, con algunas novedades sorprendentes en el plano armónico, melódico o rítmico. El preludio es un ejemplo claro de las novedades. De golpe, Verdi ‘describe’ lo que será la esencia misma del drama, y anticipa su conclusión. Junto a una orquestación brillante que evoca la vida frívola y ociosa de la heroína, aparecen los dos temas mayores de la obra, el del amor y, sobre todo, el de la muerte.

EL AMOR Y LA MUERTE

Es de resaltar en particular que Verdi procede musicalmente como a contrapelo: ofrece para empezar la imagen sonora de la muerte de Violetta (que retomará en el preludio del último acto), para ofrecer a continuación el eco orquestal de los sufrimientos de la heroína, y más tarde de su amor por Alfredo… Acabará con la despreocupación de la fiesta parisina sobre cuyo fondo se levanta el telón.

El gran éxito de la ópera reside en la belleza constante de su protagonismo vocal, especialmente para el papel de Violetta, primero virtuoso y luego de un lirismo apasionado, a veces mórbido y casi suicida… El último acto es especialmente característico de esta nueva ‘manera’ de Verdi, en la que el análisis psicológico se adelanta a las peripecias externas, y donde el canto aparece investido por la profundidad de los sentimientos.

Ciertamente, conviene aplicarse a una lectura en profundidad de la partitura, a veces injustamente desacreditada por estetas y profesionales. Y es que las convenciones no están ausentes en ella (las intervenciones corales, la cavatina y la cabaletta del “padre noble” en el segundo acto). De todas formas, los hallazgos melódicos se prodigan, y no podemos ser insensibles a la notoria plasticidad del recitativo, muy elaborado y rico en emociones, donde cada nota parece cargada de intenciones.

EL AUTOR: VERDI

Giuseppe Verdi fue un compositor romántico italiano (Busseto, 10/10/1813, Milán 27/1/1901) y es tal vez el compositor de ópera más notable e influyente de todos los tiempos. Un autor que sirvió, a su vez, como auténtico puente entre el belcanto de Rossini, Donizetti y Bellini, y la corriente del verismo de Puccini, otro gran autor operístico italiano.

Compuso Verdi una treintena de óperas, tres de las cuales están basadas en obras de Shakespeare (Macbeth, Otello y Falstaff). Aunque también compuso otras obras no operísticas, incluyendo una Misa de Réquiem, un Te Deum y muchas más, incluidas las escritas para la orquesta de Busseto, que más tarde destruiría el mismo autor. Pero nos atrevemos a afirmar que ya sólo con La Traviata alcanzó Verdi la inmortalidad.

Resulta curioso que el nombre de VERDI se usase como acrónimo político clandestino, en favor de la unificación italiana (Vittorio Emmanuele Re D’Italia). La trilogía popular o romántica de Verdi está compuesta por Rigoletto, La Traviata e Il Trovatore, a las que hay que sumar sus notables obras de madurez: Aida, Don Carlo, Otello y Falstaff. De todas ellas, en el Teatro Quijano de Ciudad Real hemos podido ver en los últimos años solamente tres: Macbeth, Rigoletto y La Traviata. Alguna de ellas en más de una ocasión, y por distintos elencos artísticos.

LA OBRA: LA TRAVIATA

Resulta evidente un cierto dominio de los personajes trágicos femeninos en algunas óperas. He ahí, además de La Traviata (‘la perdida’, ‘la extraviada’, como ella misma se resume en su plegaria final a Dios), La Bohéme y Carmen. Es el caso de la Violetta Valéry de La Traviata, basada en la Marguerite Gautier de La dama de las camelias, de Alejandro Dumas… Y de La Mimì de La Bohème (Puccini), que vimos recientemente en el Quijano. O la Carmen (Bizet), de la homónima novela de Próspero Merimée.

Las dos primeras mujeres mueren de tuberculosis –la muerte romántica por excelencia entonces-, y además ambas en París. En cambio, la voluble Carmen es víctima de los navajazos del celoso brigadier Don José, a las puertas de la Maestranza, de Sevilla. Aunque las tres son obras densas, complejas, y de una gran redondez musical, esta Traviata es de una perfección musical, una inventiva y un acierto vocal desbordantes…

Una de las funciones más aplaudidas de La Traviata, -y de las primeras y más buscadas grabaciones- fue la de Lisboa el 27 de marzo de 1958, con María Callas y el entonces joven tenor canario Alfredo Kraus. Con posterioridad se han realizado numerosas grabaciones, incluyendo a De los Ángeles, Caballé, Lorengar, Domingo, Pavarotti, Scotto, Sutherland, Netrebko… y en 2010, se adaptó la música de La Traviata para ballet. El Libiamo ne’ lieti calici es un aria generalmente interpretada al finalizar muchas Galas Líricas de los cantantes de ópera.

ACTO I. En París y sus alrededores en 1850.Un salón en casa de Violetta

En el salón de Violetta, “la dama de las camelias” y a la sazón la cortesana más codiciada de París, se celebra una fiesta esplendorosa. La anfitriona se dirige hacia un grupo de recién llegados: el Marqués de Orbigny del brazo de Flora, y el barón Douphol, con evidente e inútil empeño de atraer la atención de Violetta. De repente aparecen en la puerta dos caballeros: Gastón, un joven noble, quien les presenta a su amigo Alfredo Germont.

Gastón informa a Violetta que Alfredo no ha dejado pasar un día sin preguntar por su estado de salud, durante su larga enfermedad, de la cual acababa de reponerse. Violetta se levanta para proponer un brindis, pero como el barón se niega a pronunciarlo, la proposición recae en el neófito Alfredo, el cual, en vivo ritmo de vals, tributa homenaje a la hospitalidad, a la belleza femenina y sobre todo al amor. Violetta deja transparentar su emoción y el joven le insinúa sus sentimientos. Violetta promete volver a verle al día siguiente.

La fiesta ha concluido y se acerca el nuevo día. A solas, Violetta trata de apartar los pensamientos de su mente: algo nuevo ha invadido su ser y le infunde miedo, quiere huir de ello y refugiarse en el delirio de la existencia que ha llevado hasta ese momento, en el torbellino del desatinado “goce de la vida”.

ACTO II. Escena 1. Una casa de campo, cerca de París

Los amantes escapan de la presión de la vida en sociedad y se trasladan al campo, en las afueras de París. Alfredo se encuentra con Annina, la fiel criada que los ha acompañado al campo. Evidentemente, acaba de regresar de un viaje. Alfredo la interroga sorprendido y ella admite haber ido a París por encargo de su ama, para vender algunos de sus objetos de valor.

Llega entonces a la casa de campo el padre de Alfredo. Le pide a Violetta que se separe de su hijo ya que su hija, a punto de comprometerse con un hombre de buena familia, fracasará sin remedio su unión. Aunque no pueda concebir la vida sin Alfredo, Violetta acepta sacrificarse y redacta dos cartas: una al Barón Douphol para rendirse a sus incansables requerimientos, y otra a Alfredo en la cual le comunicará el deseo de volver a su disoluta vida anterior.

Regresa Alfredo y, destrozado por la noticia, y descubriendo la invitación de Flora al baile que se celebrará esa noche en su casa, se dirige allí en busca de su amada.

ACTO II. Escena 2. Salón de la casa de Flora en París

En un grupo de hombres y mujeres disfrazados se comenta la separación de Alfredo y Violetta. Llega Alfredo y tomando asiento en una de las mesas juega alocadamente, ganando con una persistencia asombrosa. Al entrar Violetta del brazo de su nuevo amante, el Barón Douphol, Alfredo hace alusión a su extraña suerte, diciendo que necesitará más dinero para comprar los favores de una mujer perdida.

La joven sufre en silencio este ultraje. Más tarde, Alfredo acabará por arrojarle a la cara una bolsa de dinero y retará al barón en desafío. Llega el padre de Alfredo en busca de su hijo. Al enterarse del escándalo le reprende duramente por su conducta, negando que Violetta mereciese tal ultraje, pues se había sacrificado tan sólo por la exigencia del padre. Al conocer la abnegación de su amada, Alfredo se refugia avergonzado en los brazos cariñosos de su padre.

ACTO III. Alcoba en casa de Violeta

Ésta se halla acostada, vencida por la enfermedad que acabará con su vida. Entra en la alcoba el doctor, que la ayuda a levantarse y la acompaña al diván, aunque advirtiendo reservadamente a Annina que a su ama sólo le quedan pocas horas de vida… Una carta del señor Germont informa a Violetta que su hijo salió ileso del duelo con el Barón Douphol, y que irá a visitarla para implorar su perdón.

Alfredo llega al fin, y se arroja con pasión a sus brazos. El tierno coloquio que sostienen con excesiva emoción, no hace más que precipitar el inevitable final de Violetta, que acaba expirando dulcemente en los brazos de su amado. Alfredo derrama amargas lágrimas de dolor, mientras el doctor y Annina murmuran una plegaria por el alma de la infeliz pecadora que, si mucho pecó, también amó mucho.

HITS DE LA TRAVIATA

Todas las grandes óperas cuentan con algunas arias, pasajes, fragmentos, intermedios o preludios que las hacen reconocibles. Tal vez la parte más conocida y difundida de La Traviata sea la del brindis al comienzo del I Acto: Libiamo ne’ lieti calici (Bebamos alegremente estas copas de vino). Se trata de una escena de conjunto, que sirve de marco para el momento de seducción entre Violetta y Alfredo. Verdi diferencia sutilmente distintos planos musicales para crear un ‘aparte’ entre los amantes y el resto. Pero veamos todos los hits de esta ópera:

1.- Libiamo ne’ lieti calici. I Acto. Uno de los momentos más brillantes y célebres.

2.- Un dì, felice, etérea. Dueto que marca el encuentro amoroso de Alfredo y Violetta.

3.- È strano! Ah! Fors’è lui. Meditación de Violetta sobre el verdadero amor.

4.- Sempre libera. Su conclusión provisional.

5.- De miei bollenti spiriti. II Acto. Alfredo  muestra su agitación emocional.

6.- Pura siccome un angelo. Dueto de Violetta y Germont, padre de Alfredo.

7.- Un di quando le veneri. Aria de Violetta.

8.- Dite alla giovine. Cuyo punto culminante es el conmovedor piangi de Germont.

9.- Amami, Alfredo! Despedida de Alfredo. Tema de amor y un tutti orquestal dramático.

10.- Preludio del Acto III, subrayando el tono sombrío de la situación.

11.- Addio del passato. Violetta pide a Dios piedad para la traviata, ella misma.

12.- Parigi, o cara, noi lasceremo. Dueto de amor del reencuentro de los amantes.

13.- Teneste la promessa. Violetta lee la carta de Germont.

14.- Prendi, quest’è l’immagine. Sobrecogedora escena final con la muerte de Violetta.

LA FUNCIÓN DEL QUIJANO

El Teatro Quijano, completamente abarrotado, se emocionó y aplaudió incansablemente, provocando al menos tres bises del equipo artístico. Parece increíble cómo impactan en el espectador las historias dramáticas relacionadas con la muerte, sobre todo si son de “mentirijilla”, en el escenario. Lástima que no hubiese un sencillo programa impreso para los espectadores, que sólo tuvieron la opción de adquirir uno, lujoso y amplio, al precio de 3 euros. Excelente sincronización del panel de sobretítulos, con todo el texto en español.

En el escenario se desarrollaron con gran brillantez los principales protagonistas: Francesca Bruni como Violetta, Eduardo Sandoval como Alfredo, y Paolo Ruggiero como Germont, su padre. Y donde también fue notable la actuación del Ballet Español de Matilde Rubio.

Excelente el coro, y en el foso una treintena de músicos magistralmente dirigidos por el joven esloveno Martin Mázik, ya conocido en Ciudad Real como Paolo Ruggiero de otras veces. Veamos todo el elenco de esta ópera en tres actos:

Dirección musical: Martin Mázik

Dirección de escena: Aquiles Machado

Dirección artística: Luis Miguel Lainz

Diseño escenografía y vestuario: Alfredo Troisi

Decorados: Tecnoscena, (Nápoles-Italia)

Vestuario: Sartoria Arrigo (Milán – Italia)

Calzado: Calzature di Epoca (Milán – Italia)

Pelucas: Artimmagine de Emanuela Passaro (Nápoles)

Orquesta, Solistas y Coros  de la Cía. Lírica “Ópera 2001”

Coreografía: Matilde Rubio (Ballet Español de Murcia)

FUERA DE ESCENA

Al término de la función, nos reunimos con los principales protagonistas en su camerino. Allí, la principal y desgraciada Violetta, materializada en una espléndida Francesca Bruni… Italiana de cerca de Roma, mujer hermosa sin sofisticaciones… sencilla, serena, delicada y casi frágil, pero de una gran calidad interpretativa, muy por encima de lo que pudiera esperarse en una primera impresión…

Define su actuación como “Un papel muy difícil, lleno de pasión, y en el que es preciso esmerarse de principio a fin. Aunque sin desbordar, porque es la pasión de una mujer adulta con grandes sentimientos. Se dice que Violetta tiene ‘tres sopranos diferentes’ según sus incidencias, y así lo siento yo en mi piel y en mi corazón…. Empecé cantando a Mozart, pero éste era un sueño ahora felizmente realizado”.

También el sufrido Alfredo, interpretado con soltura y poderío por el tenor español Eduardo Sandoval, murciano afincado en Valencia. Es la primera vez que canta La Traviata, y se muestra “muy satisfecho del éxito cosechado, en un teatro a reventar, porque la obra tiene mucho tirón”. Ya estuvo en Ciudad Real cantando Il Trovattore, y espera volver a nuestra tierra.

Finalmente hablamos con Germont, el padre de Alfredo. Un veterano Paolo Ruggiero (residente en Pisa aunque natural de Bari), de potente voz: “El papel de Germont es muy conocido, de una tesitura muy particular, y bien difícil de cantar”. Ruggiero ya ha pisado otras veces nuestro escenario, y espera volver a hacerlo en el Don Giovanni de Mozart, el próximo mes de marzo. Hasta entonces.