Los melancólicos siempre recuerdan con cariño aquellos primeros festivales en los que se podía disfrutar de grandes grupos a un precio asequible y en un ambiente excepcional. El Choorock, de Corral de Calatrava, sigue atesorando la esencia de aquellos espectáculos en los que se vivía de cerca la experiencia de ver las actuaciones en directo de grandes bandas.
Con el propósito de reclamar la dignidad de los pequeños festivales, o más bien como reivindicación de la dignidad que nunca dejaron de tener, el Choorock inauguraba el Primer Encuentro Provincial de Festivales de Rock, y con él, se daba el pistoletazo de salida a toda la programación de la jornada.
El acústico de Juan Abarca, vocalista del grupo Mamá Ladilla, fue el primero de los siete conciertos de los que pudo gozar el público asistente a Corral. Una actuación gratuita en la zona de la piscina municipal. Entre las actividades que se prepararon para la tarde y la noche destacaron la emblemática chorizada en el recinto de los conciertos y un castillo hinchable para que los más pequeños también pudieran disfrutar del festival.
El primero de los conciertos fue el de River Crow, un grupo tan joven como cargado de energía. Rockeros duros y de melena al viento, los músicos de River Crow se encargaron de calentar a un público entregado y con ganas de disfrutar de buena música en directo.
Chiki Lora, antiguo miembro de Canteca de Macao, fue el siguiente en aparecer en escena. Con su característico estilo fresco y rumbero, y a la vez con el coqueteo con distintos géneros y ritmos, Lora puso a bailar el auditorio con las canciones de su segundo disco en solitario Ura, publicado en este 2019.
El agur de Berri Txarrak a La Mancha
El gran nombre de esta edición del festival era, sin lugar a dudas, el de Berri Txarrak. El más que consagrado grupo navarro presentaba el último concierto de su historia en La Mancha. Tras 25 años de recorrido, los de Lenkunberri anunciaron su separación este invierno y al tiempo presentaron la traca final de sus conciertos. Con su último disco, Infrasoinuak, en el cartel, pero recurriendo a las canciones y a la esencia de sus anteriores trabajos, ofrecieron un auténtico recital de rock. Los fieles más acérrimos del trío, se lamentaban al final del concierto porque se habían dejado aquella canción o la otra, “Pero es que todas son buenas y todas no se pueden tocar”. “Lo decimos siempre, en el rock nunca se puede salir a empatar. Todos los conciertos son el mejor para nosotros” subrayaba entre bambalinas Gorka Urbizu, cantante de la banda.
Los modos de consumir música han cambiado de forma sustancial en las últimas dos décadas. Podría decirse que han dado un vuelco muy esperable. En 2019 las bandas son conscientes de que de vender discos, salvo excepciones, nadie puede vivir, y que la permanencia en activo de los grupos depende por entero de los espectáculos en directo. “Tocar en el Viña Rock mola mucho, pero no nos olvidamos nunca de que todos los públicos son grandes y de que nosotros somos músicos porque nos gusta el calor de la gente. En festivales como el Choorock, sentimos el calor desde que entramos al pueblo” declaraban para Lanza los miembros de Sexy Zebras. Los madrileños sucedieron a Berri Txarrak en escena y pusieron patas arriba un escenario que llevaba horas pateado.
El rapero Cheb Rubën funcionó como el interludio de descanso entre las guitarras de Sexy Zebras y las de Radiocrimen. El ciudarrealeño también traía como bandera su último disco, Blackmetalmafia, y no necesitó mucho más que la asistencia de su dj para deleitar al público.
Los punkis de la vieja escuela, Radiocrimen, cerraron el festival con sus guitarras potentes y sus mensajes antisociales y de protesta contra el orden establecido. Un broche alborotador y arrollador que desencadenó el aplauso final con el que se concluía el festival.
¿Es posible seguir organizando pequeños festivales de música en verano? No solo es posible, sino que además es necesario.