La zarzuela como género musical que ha marcado a multitud de generaciones de españoles en tres siglos y medio, y que ha atesorado un gran patrimonio cultural y artístico. Es el objetivo de la exposición ‘La zarzuela. Patrimonio de la Hispanidad. Crónica cantada de nuestra vida’, que este jueves se ha abierto en el Museo Nacional del Teatro de Almagro, coincidiendo con la inauguración de la 46 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico en la localidad.
 

La muestra está encabezada por el profesor Emilio Casares -comisario- y el museógrafo Enrique Bonet, y reúne más de 200 obras -entre libretos, partituras, figurines, maquetas, planos de teatro, carteles, trajes, cuadros, retratos, y audiovisuales- distribuidas en cinco grandes áreas- “Demuestran la inmensa riqueza y belleza que ha promovido” la máxima tradición musical popular en España.
El recorrido se inicia en el claustro del edificio que acogió los Palacios Maestrales, con una réplica de la fachada del Teatro de la Zarzuela y de su emblemático techo, símbolo indiscutible del género. Es un contexto recreado, explica Casares, para aprovechar el espacio de las galerías del recinto almagreño y colocar allí las imágenes de los protagonistas, “creadores, músicos, escritores y artistas”, mientras que las salas acogen testimonios materiales de la zarzuela, entre ellos el manuscrito original de ‘Quinto elemento es amor’, escrito por Antonio de Zamora, una de las ‘joyas’ del montaje.

Se trata de una exposición en torno a la zarzuela “que hemos querido que se mueva”, sin perder la simbología del teatro que “revolucionó” las estrecheces representativas de la ópera, ni olvidar a sus creadores, los compositores Joaquín Gaztambide y Francisco Barbieri, el empresario teatral, dramaturgo y libretista Luis de Olona y el barítono Francisco Lleroa Salas.
La narración expositiva recorre tres siglos y medio, desde el XVII, cuando Felipe IV ordenó levantar un pabellón de caza en el entorno de los bosques de El Pardo para su hijo Fernando, que “cazaba animales y mujeres”, según Casares. El palacete acogió los primeros montajes de la tradición que se cultivaba en ese momento, la ópera italiana, para nobles y cortesanos, hasta que Calderón de la Barca escribió la primera zarzuela, ‘El jardín de Falerina’ (1649).

Así se inauguró un género más cortesano, que marcó un estilo musical “muy español”, que evolucionó a lo largo del XVIII, hasta su gran apertura a las masas a mediados del siguiente siglo. Supuso, explica Casares, una transformación social y fue espejo de los cánones de las sucesivas épocas, nutrido con la danza española que le dio más identidad.
“Fue, según los organizadores, diversión, testigo, púlpito, defensor de pobres y maltrechos y surgió de la misma entraña del pueblo con un lenguaje transmisor de cierta alegría social”.
La zarzuela barroca instauró diferencias con la ópera -en la que “no se habla y no se baila”-, con protagonistas más populares y alejados de los héroes, reyes o mitos clásicos. “Los personajes se humanizaron y empezaron a utilizar un lenguaje popular”, claves para ampliar el acceso a casi todas las clases sociales.

Así lo refleja la primera estadística de la cultura de 1867 (un año antes de la revolución ‘La Gloriosa’, que acabó con el reinado de Isabel II) elaborada por el político Pascual Madoz. Hubo 4.408 funciones de este género en España para una población de 15 millones de habitantes. “Es una proporción más grande que la del fútbol”, puntualiza Casares.
La pena, para el comisario, es que, de más de 10.000 zarzuelas escritas por más de mil compositores y otros tantos libretistas, sólo se representen 82. Es un legado que ahora reivindica el propio género con la divulgación de su rico patrimonio.
Géneros chico, bufo o ínfimo
La zarzuela derivó en otros géneros teatrales también de gran enjundia artística a finales del siglo XIX, como el género chico –“con un acto, entradas baratas y un café”-, el teatro bufo -basado en la sátira y la parodia-, o el íntimo –“fundamentalmente erótico y de destape”-. El género ínfimo, con lenguaje vulgar e historias picaronas descubre, según Casares, “la transcendencia del cuerpo de la mujer como objeto artístico”, una presencia contradictoria ante su consideración como objeto sexual y, a su vez, como “gran liberación”.
En los siguientes años, coincidiendo con el primer tercio del siglo XX, la revista satírica fue la ‘reina’, con grandes protagonistas como las hermanas Pyl y Myl -en la exposición se muestran en un cartel, una de espaldas y la otra de cara, realizado a lápiz modelado y tinta litográfica-, Amalia de Isaura, Blanquita Suárez -estas estrellas del cuplé-, o Reyes Castizo, representativa del entonces novedoso baile del charlestón.
Fue el tiempo, hasta la Guerra Civil, cuando se produjo la eclosión de la zarzuela y el resto de los géneros de música popular española. Según el profesor, en tres décadas fueron estrenadas 3.800 obras en trece teatros Madrid, cinco de Barcelona, cuatro de Valencia y otros cuatro de Sevilla.

En la actualidad, en pleno siglo XXI, la zarzuela mantiene su músculo, aunque parezca antagónica a los estilos hegemónicos, y alejada del rock más clásico y sus derivaciones musicales. El Teatro de la Zarzuela está recuperando este teatro musical, a través del proyecto didáctico ‘Zarza’, en el que están implicados jóvenes de 15 a 21 años.
Museografia
El museógrafo Enrique Bonet ha utilizado la estructura de este templo cultural para diseñar la exposición, que podrá verse hasta el próximo 5 de noviembre.
Ha utilizado las galerías del claustro del histórico edificio almagreño para recrear los palcos con sus creadores, músicos, cantantes líricos y compañías.
Es una introducción que lleva a las salas, vestidas con un mobiliario inspirado en la zarza, la planta que dio nombre, precisamente, al Palacio de la Zarzuela, al estar anexo a un zarzal.
En la primera sala, ha utilizado elementos arquitectónicos para reducir su sentido tubular, con un arco adintelado, y con cartelas sobre atriles para marcar estilo.
La segunda es presentada como una casa, con una perspectiva trasversal que destaca el cartel ‘La gran vía’ en el teatro ‘Olimpia’ de París. Alí triunfó la obra de los maestros Federico Chueca y Joaquín Valverde, estrenada en julio de 1886.
También pueden verse cuadros de Esquivel, Chapí, Emilio Arrieta, o Larra, y partituras originales de los principales autores como Chapí, Barbieri, Bretón, Sorozábal, Chueca, Guerrero o Moreno Torroba.
Curiosos son los ejemplares de los primeros sistemas de reproducción musical como el gramófono, el disco de cartón perforado, o el de lengüeta simple, además de una radio de galena y un organillo.

Antes de llegar al último espacio, una sala envolvente con proyecciones simultáneas en tres paredes de montajes zarzuelísticos, llama la atención en el vestíbulo que une el primer y segundo pisos una instalación en forma de pentagrama con partituras de los grandes títulos de este teatro musical español.
Igualmente, pueden conocerse parte de los procesos creativos como ‘El último romántico’, ‘La Chulapona’, ‘Bohemios’, ‘La Dolorosa’ ‘Cádiz’, ‘Doña Francisquita’, ‘Luisa Fernanda’, ‘El Perro Chico’, La Montería, ‘El barberillo de Lavapiés’ o ‘La Parranda’, a través de un cuadro interactivo que reúne escenas de estos espectáculos.
Un viaje
La directora del Museo Nacional del Teatro, Beatriz Patiño, pone en valor el formato de la exposición, con un carácter cronológico, pues «lo hace más didáctico». Igualmente, a su juicio, tiene un matiz “ecléctico” al llegar a la sala final donde los visitantes viven “una experiencia inmersiva y emocional”.

“Es un viaje” musical que se inicia en la Restauración Borbónica, recuerda Patiño, y que, posteriormente, “se convierte en un género de masas y en una crónica cantada sobre el día a día”.
Las 204 piezas de la exposición forman parte, en su mayoría, de los propios fondos del MNT, mientras que el resto procede de otros centros como la Biblioteca Nacional, el Museo de Historia de Madrid, el Museo del Romanticismo, la SGAE o el Centro de Documentación Musical de Granada.