El ‘Hada Gordita’, traducción del título de la canción que también dará nombre a su próximo disco, no sólo está para escribir letras “simplemente para el baile y el disfrute, que también” y le gustan mucho porque le “encanta bailar”, pero, así mismo, “en escribir hay una herramienta muy poderosa de comunicación” que permite que “al poder expresar cosas que para mí son heridas y con ello hacerlas sanar, se genere un movimiento como cuando tiras un guijarro en el río y se crea una onda expansiva, de manera que lo que comunicas resuene en más personas que han vivido algo parecido y les pueda ayudar también en su propia vida personal”.
La multidisciplinar artista ciudarrealeña, que ahora se encuentra en París preparando desfiles y realizando sesiones de grabación para terminar de cerrar canciones con destacados artistas de Francia que saldrán en el álbum, asegura sentirse muy “identificada” con los términos ‘Fatty Fairy’, es decir, por un lado con “todo lo que tiene que ver con esa connotación de repente negativa sobre los cuerpos gordos”, algo muy presente en su carrera y empoderamiento al tener “mucha conciencia corporal” porque siempre ha bailado y le apasiona bailar, y por otro con ese universo más onírico de las hadas que desde pequeña le ha encantado y asocia a otros conceptos que considera, a su vez, “un poco mágicos y espirituales” como la sostenibilidad, lo ecológico, el feminismo y la sororidad.

En su nuevo álbum, “va a haber canciones muy de baile, muy fuertes, pero también temas con conceptos muy potentes como podemos encontrar en ‘Llanto de secano’”, su anterior EP, que sacó en octubre de 2024 y que supuso volver la mirada al territorio manchego.
“Mis estudios son de artista textil y realicé mis prácticas en el Museo Manuel Piña de Manzanares, cuyos diseños me han inspirado mucho. Fue una persona muy vanguardista en su época y creo que muy poco reconocida en su propia tierra”, destaca sobre el diseñador manzanareño con el que comparte “ese amor por La Mancha y por querer llevar la cultura a otras esferas más contemporáneas y actuales”.
“Esa idea siempre la había querido llevar a cabo a través de la moda, pero luego, al final, la vida me cambió”. Se viralizaron sus canciones desde el primer tema ‘Muslona’, tuvo gran impacto su disco ‘Piligrossa’ y “acabé en la música”, teniendo “muy presente” volver a Ciudad Real para un proyecto que mezclase todo su bagaje musical, relacionado con los ritmos afrocaribeños, con sus raíces y el sitio donde nació.
Un fandanguillo manchego con trap como en ‘Lágrimas de sequía’ -el cual se viralizó tras interpretarlo en La Revuelta-, una jota con arambí y un mayo con el sudafricano estilo electrónico amapiano forman parte de este EP de estética tan contemporánea como manchega concebido por una creadora con influencias de latitudes muy diversas y cuya primera formación se sitúa en la Asociación de Coros y Danzas María José Melero, a la que acudió desde los tres a los ocho años. “Le tengo mucho cariño porque gracias a María José yo me subí a un escenario por primera vez con tres años en el Quijano donde he bailado mucho y ahí empecé a ser artista”.
Sobre su trayectoria musical, “siento que todo el rato todo ha ido como in crescendo. Realmente a mí me llegó la viralidad sin buscarla, yo estaba haciendo una cosa diferente. Pero eso me dio la oportunidad de viajar a Ghana por primera vez, hacer afrobeat que era la música que yo quería hacer en ese momento y me puso en contacto con una escena con la que siempre había soñado porque es la música que escucho desde pequeña. Todo el rato todo ha ido hacia arriba y ahora mismo siento mucho agradecimiento a mi equipo y la gente que me escucha y apoya desde que empecé, así como a quienes se han incorporado después, y estoy muy contenta y con muchas ganas de seguir creciendo y mostrar todo lo que estamos haciendo”.

Al tiempo que ha desarrollado su faceta como cantante lo ha hecho como diseñadora de moda. “Llevo unos meses diseñando vestuario para una obra de teatro muy grande, de una compañía muy conocida de España cuyo nombre aún no puedo decir pero se anunciará dentro de poco”, comenta Lapili, que también se encarga de la dirección, vestuario y coreografía de sus vídeoclips. Sus trabajos parten de las técnicas textiles tradicionales españolas y de otras países, llevándolas a resultados “mucho más actuales y contemporáneos, con el contraste entre lo moderno y la tradición y también con lo que tiene que ver con las curvas y mostrar los cuerpos que siempre han querido que no se muestren como es mi caso, que yo tengo un cuerpo gordo y fuera de lo normativo, y siempre han buscado que me vista con sacos de patatas y que oculte absolutamente todo”.
Busca “realzar la belleza que hay en ello y que todo sea muy favorecedor sin ocultar, al revés, mostrando lo que es bello”. Algo que también hace en sus letras. “Al final, todas las disciplinas artísticas están muy unidas. No tengo como una barrera clara de Lapili diseñadora o Lapili cantante, sino que va todo a la par. Yo, a veces, estoy escribiendo una letra y me viene automáticamente cómo tiene que ser el vestido que lleve cuando vaya a La Revuelta para tocar esa canción. Siempre pienso los proyectos de una manera muy global entre todas las diferentes disciplinas”.
La Mancha le aporta “muchísimas cosas” a Lapili. “Es el calor, donde me he criado, esos campos increíbles. Tengo la suerte de que, desde muy pequeña, mi padre nos ha llevado mucho al campo a mi hermana y a mí. Entonces, es recordar esos fines de semana tanto los días de invierno con la lumbre comiendo migas o carne con patatas o de primavera entre los trigales verdes y tirarnos los triguitos para ver cuántos novios ibas a tener o ir por ahí con la bici. Todos esos momentos nunca los voy a olvidar, son las experiencias más bonitas que he vivido. Para mí es eso, sobre todo, es el calor de mis abuelas”.
Pero también ha tenido que saltar muchos obstáculos y los “sigue saltando”. Adora La Mancha, pero también, por ejemplo en Ciudad Real, sufrió en la preadolescencia “mucho bullying. Yo siempre he sido una niña creativa, con mi mundo loco, pensando cosas que eran impensables pensar en equis momentos en Ciudad Real y eso también hizo que fuera víctima de bullying en esa época y sufrí mucho allí”. A quienes lo sufren ahora, les diría que “es muy importante hablar las cosas con familiares y seres queridos, entender que tienes derecho a que se ponga una solución sobre eso, que el problema no eres tú y no eres culpable de nada y que, cuando lo único que estás haciendo es existir siendo tú mismo y no le estás haciendo ningún daño a nadie ni buscando el mal sobre otro, no hay nada de malo en ti”.
Así mismo, “que si tienes un sueño y una voz interna que te dice que hagas algo y sientes pasión y ganas de vivir por eso, que vayas a por eso, porque esa voz no miente”.
Además de que no todos tenemos que ser iguales ni haber salido del mismo molde. “Justamente ahí está lo bonito de todo y creo que también lo vemos en la propia naturaleza. Cuando vamos a un bosque o al campo y nos encontramos con más variedad de tipos de plantas y árboles más bello y nutrido es todo. Eso es igual en las personas, al final si todos somos lo mismo, hegemónico y queremos seguir esa norma de todos ser iguales se pierde mucha parte de la belleza que está en la autenticidad y ser únicos”.

Precisamente en ‘Fatty Fairy’ hay mucho de experiencias vividas y superación. “Yo he vivido una adolescencia muy complicada. Estudié en IES El Torreón donde tuve una profesora de Matemáticas, Carmen Marina, que me animó a desarrollar mis capacidades artísticas. En un momento dado, vio que me encantaba bailar y fue la primera en ayudarme a que pudiera asistir a clases de baile hip hop, cuanto todavía no era muy habitual en Ciudad Real y era como algo muy raro, y yo, a cambio, era buena en Matemáticas”, narra Lapili, que recuerda cómo cuando tenía 18 años “algo pasó muy traumático” en su familia y se hizo el tatuaje de una cerradura en el cuello.
Carmen Marina le había solido regalar “libros y cosas” y, cuando había pasado mucho tiempo, la llamó diciendo que tenía un regalo para ella. Fue a recogerlo y resulta que era una libreta-agenda que tenía casi el mismo tipo de diseño que el tatuaje, “pero en vez de ser una cerradura era la llave. Y, entonces, entendí que yo me había tatuado eso como queriendo encerrar el trauma que había vivido y que no podía encerrarlo sino que lo tenía que comunicar y escribir”. De todo ello, hace justo una década, cuando empezó a escribir esa libreta que se convirtió en su diario espiritual y que se quedó sin hojas hace unos meses cuando comenzó a elaborar el álbum ‘Fatty Fairy’.
“Toda la parte de las letras que tienen que ver con el concepto de fairy, de hada, proceden de este diario espiritual que llevo escribiendo hace diez años”.