En la corte, como una empresa con la última tecnología, aunque a veces no funcione la impresora, se cuecen líos. Muchos quieren prosperar en amores y galones como ocurre en Flandes hasta donde se traslada el licencioso Don Juan, que hace un retrato actual, incluido el emérito Juan Carlos I y la emigración de jóvenes a toda Europa buscando oportunidades laborales, al preguntarle por su país natal.
Cae, como acostumbra, de pie a su llegada a Bruselas, salvando con su arrojada entrega a Estela y su secretaria Lisarda de unos falsos técnicos que más que arreglar la impresora querían sobrepasarse con las damas, lo que le posibilita entrar a formar parte de una compañía con Fernando como confidente ‘peso pesado’ en la firma. Coleguearán como compañeros, aunque ambos ansían conquistar a Estela, quien, por el contrario, se siente irremediablemente atraída por Leonardo, el alter ego de Leonor, una joven francesa con la que Don Juan gozó y a la que más tarde abandonó.
Como Rosaura en ‘La vida es sueño’, Leonor se hace pasar por hombre para cobrarse venganza y no halla sosiego ni amorosa inclinación más que ante Estela. Con tan sólo pensar en Don Juan se le descompone el alma y va tejiendo tretas con las que encontrarse con él para derribarle en un duelo sin más o, incluso cediendo al devenir de los acontecimientos, para atender a sus explicaciones ante el agravio sufrido.
Con un inicio de selfies colectivos, luego individuales y grabaciones de lo extraordinario compartido para pasar, de manera obsesiva y adictiva, a registrarlo prácticamente todo, comienza la puesta en escena de ‘Leonor’, adaptación de ‘Valor, agravio y mujer’, de Ana Caro de Mallén, a cargo de la compañía madrileña Teatro a7 que, con versión de Alejandro Pollán Pérez y dirección de Alfonso López, incide en el feminismo latente en la pieza de la dramaturga del Siglo de Oro con un final que no se ciñe a que la protagonista se contente con volver a los brazos del traidor Don Juan.
En un ambiente de oficina, con chaquetas y corbatas azules ellos y rosas ellas y donde los criados son becarios atentos tanto a llevar el café como a la propina, se tejen las relaciones y equívocos de una pieza en la que florecen, además de la sensibilidad y astucia de Leonor interpretada con energía por Rachel Mastin, micro y hasta macro machismos como la incredulidad expresada por varones ante la posibilidad de que una mujer pueda escribir comedias o la comprensión de Fernando, hermano de Leonor, ante las argumentaciones de Don Juan para excusarse de su tropelía.
Acudirán a una fiesta disfraces, ellos como franciscanos y ellas como monjas, en Terrero, bar nocturno con estimulantes sustancias que les harán desnudar sus sentimientos, tras el disfraz, en versos pronunciados con la mandíbula desencajada y, pese a la contemporaneidad de la propuesta, habrá duelos de espadas por la visualidad que proporciona del enfrentamiento, algo que sucede -en forma de sables de rayos láser- hasta en Star Wars.
La atracción natural entre dos personas, independientemente de su sexo, queda reflejada en el texto de Caro de Mallén con la intuitiva conexión entre Leonor, vestido de Leonardo, y Estela, encarnada también con frescura y brío por Elisa Forcano. Estos dos personajes podrían haberse llevado fatal si Leonor coge ojeriza a Estela por ser la nueva dama anhelada por Don Juan, pero resulta que conectan y cuando la primera desvela a pecho descubierto su identidad da incluso un paso adelante, mas Estela retrocede.
Iñaki Salcedo como Fernando, Alejandro Pollán encarnando a Juan, Airel Muñoz como Ribete, Alfonso López en la piel de Tomillo y Marta Reig como Lisarda completan el elenco de esta producción de Teatro a7 representada el miércoles en el Silo en el marco del 8º Certamen Internacional AlmagrOff.