“Cuando alguien habla de a lo que la gente le importa”, aunque no esté de moda, no es lo que se lleve o no le interese a priori a los políticos y medios de comunicación, “la gente responde”, aseguró por experiencia Julio Llamazares. Le pasó con ‘La lluvia amarilla’, un monólogo de doscientas páginas publicado en 1988 sobre lo que piensa y siente un hombre el último día de su vida en un pueblo que va a morir con él.
Tanto Llamazares y su editor no creían que iban a vender “ni mil ejemplares” de esta novela que estimaban como “muy minoritaria” y que iba por “otros derroteros” cuando se publicó en unos momentos en los que parecía que la gente quería “ser más un bote de colón” que preocuparse de la España real, por un mundo que desaparecía en la España interior. “Te miraban como un extraterrestre, un aguafiestas” ya que parecía que tan sólo había que hablar de “la modernidad, el Ave y la Expo de Sevilla”. Sin embargo, el primer año se vendieron cien mil ejemplares de ‘La lluvia amarilla’, lo que reflejó que había mucha gente que vivía el “desgarro” de una despoblación que lleva produciéndose desde hace muchas décadas sin que se pusiera atención en ello y que, ahora, preocupa a todo el mundo cuando se habla de la ‘España vacía o vaciada’.
El escritor leonés, autor de la citada icónica novela de plena vigencia en la actualidad, fue el encargado de abrir este jueves en Torralba de Calatrava la primera edición de ‘La España Posible. Encuentros/Diálogos sobre el fenómeno de la despoblación’, organizada por los Amigos del Patio de Comedias. Para Llamazares, fue “un honor abrir fuego” en esta programación sobre la España rural, encuentros con vocación de “calar y permanecer en el tiempo”, además de valorar que se haga desde el optimismo de ‘La España Posible’, sin caer en los habituales términos negativos, de pena y resignación, ni regodearse en la tragedia que se ha cernido sobre el medio rural.
El periodista Sergio del Molino le puso nombre, ‘España vaciada’, a un fenómeno que, a partir de ahí, se ha convertido, tras vagar en el olvido, en un “asunto casi de moda” con políticos que, en lugar de sus despachos, se hacen fotos delante de vacas y ovejas, haciendo que el campo, de repente, empiece a existir y sea una especie de objeto de deseo porque “también da votos”. Pero sobre todo comienzan a darse cuenta de que este país empieza a ser un “trampantojo, un país inexistente”, señaló Llamazares, que recordó un artículo de Manuel Vicent en el que comentaba que si se sobrevuela de noche el territorio español se ve que “España es un ficción” con todas las costas iluminadas, un gran foco en el centro que es Madrid, y algunos otros más pequeños como Zaragoza o Valladolid, quedando el resto prácticamente “en absoluta oscuridad”, lo que se asemeja a una gran campana en la que lo único sólido son las periferias y luego la España vacía a oscuras, quedando el badajo en el centro que marca el ritmo del país.
Todo ello crea problemas a los que sufren el vaciamiento y a los que asumen la sobrepoblación, y no sólo está latente la discriminación de las zonas menos pobladas sino también la cuestión de la vertebración, comentó Llamazares, quien delegó en los políticos a la hora de proponer soluciones que no ve fáciles por el doble problema, por un lado, cultural de que se ha transmitido la idea de que parece un atraso quedarse en el pueblo y, por otro, que las oportunidades no son las mismas.
Tal y como escribió en un artículo, parece un regreso a las ciudades amuralladas de la Edad Media, época en la que la gente se refugiaba en las ciudades cuyas puertas se cerraban tras trabajar en el campo que era un entorno muy peligroso por la llegada de huestes enemigas. Ahora pasa igual, “cada día salen batallones y batallones de profesores, farmacéuticos, médicos, secretarios de ayuntamientos y funcionarios de todo tipo que van a los pueblos, desarrollan su labor y al acabar la tarde vuelven a la ciudad”.
Ahora no son los forajidos o las tropas enemigas el peligro, “sino la soledad, la falta de oportunidades y posibilidad de realización”.
El setenta por ciento de la población está en el treinta por ciento del territorio y el cincuenta y uno por ciento de la población activa está tan sólo en ocho provincias, lo cual “va a más”, agregó Llamazares, que resaltó que también dentro de las comunidades autónomas la mayor inversión va donde más gente hay.
Por otra parte, Llamazares, autor de obras de géneros muy diversos que van de la novela y la poesía a los guiones y la literatura de viajes, aseguró que le gusta “tocar todos los palos”, pero hay “un género superior a todos” que es la poesía que debe polinizar todos ellos. Es “la música de las palabras”, el misterio y magia que logran que “las palabras signifiquen más”. La poesía hace que se produzca una música que emborracha, que embriaga, traslada a una realidad distinta, como los sueños.
“Un cariño inmenso” profesa Llamazares a María Teresa González, ex alcaldesa de Torralba y miembro de la asociación de Amigos del Patio de Comedias, a quien conoció en el año 90 cuando vino a presentar sus libros a los institutos de la provincia, iniciativa que le sirvió para “conocer y amar” esta tierra que más tarde, en 2015, recorrió emulando a Azorín a través de treinta artículos sobre La Mancha y El Quijote publicados en El País.
El delegado de Educación y Cultura, José Caro, la alcaldesa de Torralba, María Antonia Álvaro, y los escritores Manuel Juliá y Rafael Cabanillas, así como clubs de lectura de Ciudad Real, Miguelturra y Torralba, asistieron a la jornada inaugural de ‘La España Posible’, que fue presentada por Antonio Laguna, miembro de los Amigos del Patio de Comedias y promotor de la iniciativa, y Félix Pillet, catedrático emérito de la UCLM, y en la que Santiago Céspedes y José María Naranjo musicaron textos de Llamazares, recibiendo la ovación del público.