Las plantas y “animales pequeñitos, como pájaros e insectos, a los que tenemos menos en cuenta” protagonizan la muestra pictórica ‘Habla la vida’ que inauguró este martes en la galería superior del patio del Museo López-Villaseñor la creadora madrileña, residente en Ciudad Real, Mar Lajarín.
Apasionada tanto de la pintura como de las plantas, Lajarín reconoce que nunca se había propuesto pintarlas hasta que conoció la pintura china ya que el bodegón occidental le parece “tétrico, estático y las flores están cortadas”. Por contra, en la pintura china están en su medio natural, se giran como “si hablaran entre ellas” o con los insectos y pájaros que se acercan a por su néctar.
En el género de la pintura china de ‘flores y pájaros’, se enmarca su obra realizada con acuarela y tinta sobre papel xuán. Se trata de “un papel especial, hecho a mano en China, que pesa 27 gramos. Es como una servilleta de papel y tienes que tener un cuidado tremendo porque es muy absorbente y según pones el pincel se extiende todo”, de manera que hay que “controlar la cantidad de tinta y la rapidez de la pincelada para que no se extienda más allá de lo que tú quieres. Es puro dominio del pincel”, explica la autora madrileña, que destaca el equilibro entre la expresividad de la pintura china y la disciplina, porque “a veces es muy duro hasta que llegas a poder hacer lo que quieres”.
No puedes rectificar y no hay ni boceto ni previo, solo la idea que tienes en la cabeza. “Pones el pincel y si te equivocas, rompes y vuelves a empezar y así tantas veces hasta que sale lo que exactamente quieres”, resume Lajarín, que confesó que comenzó a aprender las técnicas chinas de la pintura de “manera casual” y fue como encontrarse a sí misma y decir “es que esto es lo mío”. A Lajarín le encanta por su espontaneidad. Eso sí, tras un duro esfuerzo previo, comenta, ya que cada elemento requiere de un año de trabajo para “poder luego incorporarlo al cuadro”. Aprender a pintar una orquídea, por ejemplo, requiere de un año, al igual que sucede con una libélula o cualquier otra planta o insecto, pero, “una vez que los aprendes, los puedes pintar como quieras y sin tenerlos delante”.
Todo ello concede una “libertad impresionante porque puedes imaginar lo que te dé la gana”, dependiendo mucho el trabajo de tu estado de ánimo que se refleja en el movimiento del pincel. “Es como si a veces sacaras la rabia, liberaras energía y otras veces como si la captaras. Es algo mágico”. Lo que queda pintado “eres tú en ese momento”, comenta Lajarín, que a veces se identifica con la energía y fuerte trazo del bambú, otras con la delicadeza de la orquídea y otras, cuando está dinámica y alegre, con la libélula.
Hasta el 11 de junio se pueden presenciar las 33 obras que integran ‘Habla la vida’, muestra titulada de esta manera porque todo en ella “está vivo, habla y dice”.