El experto en Bellas Artes repasa las distintas visiones creativas que envuelven el relato de una muestra pionera. Es más, quien siempre ha diseccionado con ojo crítico la labor de artistas, ahora está plasmado de mil maneras en una serie de secuencias que a mucha velocidad podrían proyectar la película de toda una vida.
Las gafas y la barba lo identifican en el recorrido de la exposición ‘José Luis Marchante Araque visto por los artistas’, pero también hay retratos sin barba, sólo con bigote, con el pelo oscuro, o con un perfil más juvenil y rompedor.
Sostiene que al principio el proyecto le produjo pudor, pero de entre sus palabras y gestos se destila un orgullo callado, probablemente por haber dado contenido a un hecho creativo múltiple, de distintos formatos y estilos, salido de manos amigas, incluso cómplices.
Marchante habla de los planteamientos estéticos de los 30 cuadros y dos esculturas que componen la colección sobre su rostro -algunos realizados en un boceto a rotring en apenas unos minutos-, que 28 conocidos y solventes autores de toda España trabajaron de manera individual y que ahora, hilados de manera colectiva, conforman su historia más personal a lo largo de 44 años (el más antiguo, de Raúl Domínguez, es de 1973).
Los lenguajes artísticos y los soportes de las obras que se cuelgan en el Museo ‘Manuel López Villaseñor’ son diversos, y todos proyectan los mismos ojos, pero no la misma mirada.
Y es que aunque la idea de montar la exposición empezó a tomar forma en una reunión de la Asociación Internacional de Críticos de Arte, a la que pertenece el crítico ciudarrealeño, la primera persona que vislumbró el proyecto fue su hija, cuya prematura desaparición hace años no sólo le cambió la mirada hacia el abismo, sino que alteró el sentido de todo su ser.
Además, la muestra que recoge los sentimientos más recónditos con múltiples técnicas es precursora “a nivel nacional y europeo”, por lo que Marchante anima a quienes guarden obras en torno al perfil de una sola persona a montar exposiciones, “porque realmente merece la pena”.
A renglón seguido, aclara que “no es ni egolatría ni narcisismo por mi parte, nada más lejos de la realidad, sino que tan sólo he querido llevar a la exposición algo distinto y novedoso”.
Con todo, en el homenaje no están los cuarenta retratos que atesora, procedente en su mayoría de regalos personales, sino que están colgados “los que tengo más cariño”.
Es el caso de una estampación digital de su hijo, una de las técnicas más novedosas de la muestra, mientras que se distingue la figuración del rostro pintado por Marqués Talavera sobre su característico fondo negro, así como Feliciano Moya lo presenta con colores más cálidos “en un pastel muy suelto”.
La mayoría de estilos se mueven entre el hiperrealismo, el realismo onírico, y el impresionismo, además del pop art, pero no falta el tratamiento delicado del color o la resonancia pictórica de momentos compartidos.
En el recorrido, el crítico interpretado señala que Ventura Romero, quien estuvo durante años al frente de la Casa del Artista en la calle La Luz, fue quien lo concibió con un rotring en 10 minutos, mientras que Vicente Martín, tío de Martín Casado, le devuelve una mirada más templada, el profesor Jesús Arévalo explora varias técnicas en sendos trabajos, y el cada vez más cotizado Fermín García Sevilla lo plasma con pincelada suelta en un dibujo al pastel.
Marchante destaca, igualmente, que el imaginero Paco Ortega diera cuerpo a su cara en su primera talla, al igual que Alberto Díaz Chamizo, “el mejor copista de los 100 últimos años del Museo del Prado”, según el crítico, lo ilustra con la transparencia de una foto, mientras que Jacinto Climent, otro artista cercano, evoca su rostro en un óleo.
Tampoco falta la mano experta retratista del desaparecido catedrático de Dibujo Antonio López Gutiérrez, como un Exojo de su primera época y otro de gran formato de este mismo año, además de Julián Peco, con su primer retrato, o Manuel Reina que lo representa con una impronta familiar.
Más atrevido es Antonio José Moreno, con una versión de la cara de Marchante en tonos azules, frente al trabajo más alusivo de su padre, Antonio Moreno, que “es el mejor espatulista del país, y de cuya obra está enamorada la reina Sofía”.
El escultor López Arza lo representa sin gafas y con ojos entornados, mientras que la acuarelista Magdalena España le da colores suaves al rostro, al igual que su colega Honorato del Hierro, que aporta una fina dimensión a la imagen. Igualmente, el retratista Benito de la Coba, que en la actualidad pinta para la familia de los Médici, lo presenta con estudiada perfección, y Ramón Muñoz lo retrata en un divertido dibujo con una guitarra.
Por ahora, la exposición no itinerará, a pesar de que ha recibido ofertas para que viaje a pinacotecas como el Museo ‘Reina Sofía’, pues “quiero que muera, el 29 de octubre, donde nació, el 3 de octubre, en el Museo Municipal”.
El crítico que lleva cuatro décadas analizando las bellas artes “y que cada día sé menos”, sólo espera que los visitantes “plasmen sus opiniones en el libro de firmas habilitado en la exposición”.
Marchante cuenta con un extenso currículum relacionado con el arte, desde que empezó a colaborar con varios medios de comunicación nacionales e internacionales, donde ha publicado reseñas y críticas.
Perteneció a la desaparecida CICAOP, y forma parte de las asociaciones Española y Madrileña de Críticos de Arte, y fue el impulsor a principios de los años 90 del grupo artístico “Mancha 10”, con pintores manchegos que cultivan la pintura figurativa.