El lenguaje es muy adecuado al oído actual, a una sociedad que poco a poco analiza las construcciones sociales y la posición que las mujeres ocupan en ella, con más dificultades y menores privilegios en su proyección personal, profesional y social.
Pero llaman la atención los divertidos juegos escénicos de hace 400 años, salidos de la pluma de Tirso de Molina, un religioso referente de la literatura barroca, que vivió entre los siglos XVI y XVII, en los que muestra a la mujer con alma liberadora e, incluso, a pesar de la tradición y las normas, alcanza sus sueños.
Esta salvaguarda creativa es la que enmarca la divertida ‘Marta la piadosa’, una obra de enredo puesta en escena este lunes en el Palacio de los Oviedo de Almagro, donde la protagonista lleva la batuta de la acción, y refleja el alma femenina en toda su dimensión, tal y como la concibió el “psicólogo de la época” como “poeta de la mujer”, en palabras de Vanessa Martínez, directora del montaje producido por la compañía Teatro Defondo.
Martínez firma una solvente producción, con mucho ritmo, intensidad dramática y buen trabajo actoral, que no deja pasar cualquier guiño gracioso -incluso alguno que chirría- y que bien con el dominio de las voces -exageradas o erráticas- o con escenas algo grotescas pero inigualables, logra más que una digna función, que fue muy aplaudida por el público.
Se trata de la historia de una mujer adelantada a su época, valiente, inteligente e irónica, que diseña su treta no con melindres ni caprichos, sino con el uso de disfraces (de religiosa) y complicidades (con su amado Felipe).
Al margen de la minimización del hecho de que el enamorado de Marta fuera el autor de la muerte de su propio hermano, que el padre (Don Gómez) no perdona hasta el final, las escenas son caricaturescas, a la par que divertidas y bien conceptualizadas, como el inicio de la obra con el funeral por el joven muerto, el avance de la relación amorosa (en la que la hermana, Lucía, también está enamorada de Felipe) y el desenlace con el triunfo del amor y el descubrimiento de la verdad: “No hay peor engaño, que el engaño beato”.
El divertimento, ubicado en la España del 98, tras la pérdida de Cuba y el regreso de indianos adinerados, tiene momentos portentosos, como los que representa la propia Marta en su dual y antagónico desdoble, como sufragista y monja, la escena de las hermanas en la cama con un original encuadre, el cotilleo desde el cuarto de baño al dormitorio o el juego de los paneles para crear distintas ambientaciones.
También es de destacar la aportación escenográfica de los propios actores, imitando sonidos del bosque, reproduciendo el timbre del teléfono, o tirando de gags ensayados para provocar la hilaridad del público.
Toda el proyecto en sí es atrevido, rompedor, incluso transgresor, bien hecho y dicho con un verso puntualizado por Silvia de Pé (Marta), Gustavo Galindo (alférez), Rebeca Hernando (Lucía), Pablo Huetos (Pastrana) Carlos Jiménez-Alfaro (Felipe), Javier Lago (Don Gómez) y Pedro Santos (Urbina), acompañados de una música envolvente con temas como ‘Iconography’ u ‘Obscurity’.
Al final, Vanessa Martínez, salió a saludar tras varias apariciones de los actores entre cerrados aplausos del público.