L. C. M.
Almagro
La compañía madrileña ‘Viviseccionados’ presentó el viernes en ‘AlmagrOff’ el montaje ‘Oymyakon’, una obra con un amplio talante creativo y conceptual, en la que ‘Romeo y Julieta’ se convierte en instrumento para desenmarañar los complejos entramados sentimentales que pueden crear las rupturas de pareja y las complicaciones en las relaciones amorosas.
José Andrés López ofrece una visión muy personal de un clásico, ambientando la pieza en la época actual y llevando al extremo la transgresión, de tal forma que roza lo políticamente incorrecto, empleando constantes vibraciones y brillantes diálogos que no dejaron al público indiferente.
Presenta a Julieta hablando un idioma de Europa del Este y a Romeo desnudo sobre bloques de hielo. Un comienzo, como poco curioso, de esta aventura en la que transportó a los espectadores un director que dejó a un lado los conflictos entre las familias de la obra original de Shakespeare para centrarse en el vacío existencial de Romeo, así como en una crítica sobre la frivolidad y la comodidad a las que nos vemos expuestos en la actualidad.
Utilizando distintas disciplinas artísticas, alterna la expresión corporal con la interpretación y los recursos audiovisuales, separando las escenas de un modo apropiado para darle cuerpo a una propuesta en la que caben destacar los saltos temporales respecto a la obra original, cogiendo así las situaciones que más hacen exasperar la personalidad y las reflexiones de un Romeo atormentado, dolido y en busca de una inalcanzable felicidad personal.
Mercucio, el mejor amigo de Romeo, muestra la complicidad con el protagonista tratando de salvarle de sí mismo, algo que consigue en muy pocos momentos, sin lograr que su intención no acabe en derrota. Las intervenciones de Julieta, protagonista en la obra original, se minimizan y, esta vez, no habla el mismo idioma de Romeo poniéndole un simbolismo muy especial a la distancia que hay entre los enamorados y materializando la poca compenetración comunicativa de los personajes que origina en la obra original un dramático final.
Gran profundidad
El descaro, la pasión, la rabia y la impotencia que transmitieron los actores fueron potenciados con la viveza gestual y la interactuación con el público. Dio sentido real del romanticismo mostrando a un protagonista de pensamientos lúgubres y oscuros, y para poner la guinda un monólogo cargado de sarcasmo que caricaturiza la poca sensibilidad a los sentimientos en los tiempos que corren. No sólo es una obra recomendable sino que es una experiencia llena de sobresaltos, de una acción rápida y una tremenda profundidad.