La actuación de Pancho Varona contentó con creces al público que la sala Pachamama acogió el pasado jueves. El madrileño entusiasmó a quienes lo esperaban en su faceta de compositor e intérprete de oído privilegiado y a los que querían conocer de primera mano cómo ideó las creaciones que otras voces han paseado por varios continentes. En este sentido, destacó la presencia de archiconocidos temas que el cantante trabajó con Joaquín Sabina, y que se incluyen en varios álbumes que el jienense ha grabado desde 1985. Tras la función, el público tuvo la oportunidad de saludar y dirigirse a un artista que en todo momento le brindó un trato atento y accesible.
La noche comenzó con Más de cien mentiras, un canto a aquellos aspectos inadvertidos de la cotidianeidad que la hacen más grata, y que formó parte de Esta boca es mía, noveno disco de estudio de Sabina. Muchos entendidos, el propio Varona entre ellos, lo señalan como la cumbre dentro de la mejor etapa de la obra del andaluz, que correspondería con la primera mitad de la década de los noventa. Después salieron a relucir clásicos como Peces de ciudad, Contigo o Y sin embargo, en cuyas introducciones hacía una crónica de las anécdotas que se dieron durante los distintos procesos de grabación. Entrañables fueron las ejecuciones de Juegos de azar y Hotel, dulce hotel, esta última canción homónima del LP de 1987 que quedó en la penumbra a causa de una producción (ajena al entorno de Sabina) imprudente y sujeta en exceso a las modas del momento.
Complicidad con el ambiente
Varona también hizo concesiones a los fanáticos de su admirable disco de estudio, el único (hasta ahora) en que ha ejercido de vocalista en solitario. De esta creación, que llevó a cabo con la compañía de los polifacéticos Antonio García de Diego y Tino di Geraldo, dio pábulo a dos letras de su hermana Gloria Varona. Una fue la esperanzadora Un día y la otra No me importa nada, más conocida por la versión que encumbró a Luz Casal.
En el repertorio no faltaron Se equivocaban contigo, una colaboración con Quique González, ni Peor para el sol, para la que una entonces desconocida Christina Rosenvinge grabó unos coros que quedaron fuera de la toma definitiva.
En el prolongado tiempo de despedida, Varona resaltó su complicidad con el local y el ambiente y complació cuatro o cinco veces a quienes pedían más bises. Para esta fase del concierto dejó Princesa, Qué demasiao (composiciones de Sabina junto a Juan Antonio Muriel y José Ramón Ripoll, respectivamente) y Pastillas para no soñar
Sin stock de entradas
La Tetería Pachamama agotó el stock de entradas para el concierto de Pancho Varona. El show se enmarcó en la gira Ruta 52, cifra que hace referencia a la suma de las 50 provincias y las 2 ciudades autónomas españolas. Antes del acto, Juan Manuel Torres, de Pachamama, había destacado “la valía profesional” de Varona y señalado que “tiene un poso musical que se ha canalizado, en gran parte, a través de Sabina”, en cuya carrera “tiene mucho peso y responsabilidad”.
El músico y compositor madrileño acompaña a Sabina desde principios de los años ochenta. Se conocieron en las actuaciones que aquel ofrecía junto a Javier Krahe y Alberto Pérez en La Mandrágora, un garito de la zona de La Latina. El jienense se quedó sin tabaco en plena noche, Varona se lo proporcionó y pronto pasó a formar parte de su banda. En 1988 constituyó con Antonio García de Diego un tándem que resultaría decisivo en la década de los noventa, cuando Sabina publicó sus mejores discos. Poco después, la sociedad se ha mantenido intacta tanto en los estudios como en las giras.
Pancho Varona (voz, guitarra). Tetería Pachamama. Ciudad Real, 31 de enero.