En los festivales pasa que a veces se trastoca el guion. Anoche, en la segunda jornada del Oasis Sound de La Solana, el plato fuerte se suponía en la fiesta millennial de La Oreja de Van Gogh. Leire Martínez y su banda eran el principal reclamo de un festival con un cartel rematado y que ya dejó un viernes de gran nivel con las actuaciones de Dorian, Ventiuno y Delaporte como principales cabezas de cartel. La jornada terminó el día anterior sobre las seis de la mañana cuando Pj Dj y Manu Rod y SCTP cerraban sus respectivas sesiones.

La organización fue sobresaliente en un día en el que se esperaba gran afluencia. Todo fue rápido, desde la recarga de pulseras hasta pedir bebida o comida. Y en un ambiente en el que se entremezclaban familias, millennials, boomers e incluso mayores. Puntazo a favor de este Oasis Sound que presenta una imagen de festival cuajado, bastante meritorio teniendo en cuenta su juventud como festival, así como la de los propios organizadores.
Los catalanes Malmö 040 empezaron a poner a la gente tono mientras el cielo manchego se pintaba con los colores del lubricán. Fueron los también catalanes Hey Kid, en el escenario Pueblo, los que sirvieron de “teloneros” de La Oreja de Van Gogh. La gente cantó con ellos a coro algunas de sus canciones que recordaban en ciertos momentos a grupos como La MODA.
Una fiesta millennial
Con quince minutos sobre la hora establecida en el programa, aparecía ‘La Oreja’ en el escenario principal del festival solanero. Después de unos minutos con problemas técnicos, Leire dijo: “Por fin, buenas noches” y comenzó una hora y cuarto de frenesí millennial en la que el público cantó y coreó los himnos de la banda vasca. Se podría calcular -si es que es posible- la trascendencia de un grupo musical por cuántas canciones se sabe del grupo el asistente u oyente casual. En España, La Oreja de Van Gogh estaría muy arriba. Cierto es que en su haber tienen uno de los discos más importantes de la historia del pop español: El Viaje de Copperpot.

El sonido no fue todo lo bueno que debería para un grupo de tanto nivel, aunque Leire fue de menos a más y acabó por todo lo alto a nivel vocal. Incluso se puso a los mandos de la batería para una outro. También tocaron alguna de sus canciones más recientes. Café para los más cafeteros. De ‘Rosas’ a ‘París’ pasando por ‘La Playa’, ‘Cometas por el cielo’, ‘Soledad’ y ‘La niña que llora en tus fiestas’, la banda hizo un repaso por sus grandes éxitos. En una marabunta de teléfonos grabando, Leire emergió para acabar en un ‘20 de enero’ saliendo del tren.
Después del subidón, muchos buscaron cenar y otros tantos se marcharon a ver a otra vasca al escenario Pueblo. Maren, de 21 años, es una de las jóvenes promesas del pop indie español. Tiene una voz dulce, aunque potente. Y arrojo, porque pidió al público solanero que cantara con ella a coro una canción en euskera. Un concierto de aquellos que uno no se espera, pero que dejan un buen sabor de boca en los asistentes más exigentes que buscan descubrir nuevos productos en los festivales.

Siloé explota el Oasis Sound
Y casi a la una de la madrugada llegó el que, a la postre, se convertiría en la actuación más potente de la noche. Fito Robles, vocalista de la banda vallisoleta Siloé, aparecía en medio del público con su guitarra para interpretar su canción más conocidas, ‘La verdad’, en acústico. Quien diría que empezando a más se pueda ir a más, pero así fue.
Una vez en el escenario, pidió que se guardaran los teléfonos y animó a la gente a saltar, cantar y corear. Y así fue. La gente hizo caso y se pasó una hora siendo pasajera del boeing que Robles dijo que pilotaban. Un concierto que transmitió buen rollo, que sonó excelente, con un Jaco Betanzos en la batería que merece una mención. Robles hizo flexiones con palmas en plena efervescencia como si fuera Rocky Balboa entrenando para batir a Clubber Lang en Rocky III.

Ritmo potente y vertiginoso que terminó con las más de 4.000 personas que asistieron al Oasis Sound haciendo los coros de ‘Todos los besos’. Siloé se robó una noche que de primeras no parecía para ellos. Se encendieron las luces y comenzaba otro segmento del festival marcado por Bita y en el que el protagonismo era para los djs. Entre ellos los residentes del Ochoymedio Club de Madrid que se hicieron con el ambiente.
Un broche de oro para un Oasis Sound que demuestra capacidad y solvencia en su organización para el visitante y para los solaneros y que se consolida en la escena festivalera de la provincia de Ciudad Real. Aseguraba Martin Rodríguez-Rabadán, uno de los organizadores del festival, que «el aprendizaje ha sido una pieza clave». Y no le faltaba razón.