J. Y.
Ciudad Real
Pilar Pérez tiene buena mano con los clásicos, a los que da como escenógrafa y adaptadora una proyección intelectual que transciende el propio montaje escénico.
Así lo demostró este sábado en el estreno que ideó de ‘El burgués gentilhombre’, la conocida obra de Molière, centrada en la extravagancia de alguien que intenta parecerse a los nobles y aristócratas de la época.
“Se trata poner de manifiesto de manera irónica las apariencias de los núcleos pequeños” , explicaba la directora unos días antes del debut. Una crítica a la hipocresía cuya esencia ha sabido retratar y de la que los actores de la compañía ciudarrealeña ‘La Fragua de los Sueños’ bebieron y representaron en el Quijano, entre lances de espadas, reverencias estrafalarias, florituras lingüísticas y danzas ridículas.
Y el público, claro, lo supo reconocer al final, con una cerrada ovación a todo el equipo que transmitió la comicidad del texto del autor francés , en la obra coral que también invita a la reflexión más personal.
La directora apostó por gente joven sin apenas experiencia actoral y acertó, al igual que dio en el clavo con la inversión entre sexos y personajes, es decir, con las interpretaciones de las damas por parte de actores, y los señores encarnados por actrices.
Lo que más sorprendió fue la magnífica ambientación, perfecta para acoger las escenas delirantes de música, danza y texto, con una iluminación de candilejas, muy propia del teatro del siglo XVII.
Y en este contexto luminoso matizado y acogedor, ocho elegantes columnas presidieron todas las secuencias de la función, bien coordinadas y medidas, llenas de palabra, música y baile, y con detalles escénicos puestos por un ojo experimentado, como el elegante biombo que andaba solo, o el baile en torno a la mampara de algunos asistentes, o la conversación entre los bereberes-estafadores, o la liturgia del falso casamiento con el gran turco,…
El vestuario fue otro de los lances superados en esta comedia ligera y de una duración justa, con la suficiente sofisticación para componer latinajos y reflexionar sobre lógica, y con la exageración adecuada para representar a un personaje ridículo que quiere ser lo que no siente ni es su destino, según las estructuras de hace cuatro siglos.
El cuadro de actores mostró profesionalidad y trabajo, comedidos y cómplices, que desde el minuto uno epataron con el público. Cada voz, con estilo y personalidad, y cada salida, complementada con la actitud.
El protagonista, Monsieur Jordain, Manuel Alexis, fue uno y fue todos, los 17 personajes para una obra compuesta con entreno y cariño. Y si el fue el mejor, fue el espejo de todos los demás.