Muchos espectadores han conocido la obra ‘El perro del hortelano’ a partir de la adaptación cinematográfica efectuada por la gran Pilar Miró (1996) en paisajes y palacios portugueses. Protagonizada por Emma Suárez, Ana Duato y Carmelo Gómez entre los principales actores, la película se alzó con siete premios Goya en 1997. Pero la obra literaria es una comedia palatina de Lope de Vega, publicada en la ‘Oncena parte de las comedias de Lope de Vega Carpio’ en Madrid en 1618. Su título hace alusión al refrán ‘El perro del hortelano no come ni deja comer’. Pero toda la acción está festoneada por un verso muy cuidado, y la inclusión de ¡nueve sonetos! de una factura magistral, lo que supone un hecho insólito en nuestra literatura del Siglo de Oro. Estos nueve sonetos recapitulan y sintetizan la evolución de los caracteres cómico-dramáticos.
La comedia de enredo cuenta los turbulentos amores entre una dama, Diana, condesa de Belflor, y su secretario, Teodoro, un apuesto joven aunque de condición social más desfavorecida. No obstante, el secretario hace gala de un gran ingenio en su oficio de escritor. Finalmente, la pareja puede unirse en feliz matrimonio a pesar de que, ante el público, la ‘anagnórisis’ o reencuentro de dos personajes separados por el tiempo y la distancia, y que descubre o inventa un origen noble para Teodoro, resulte casi difícil de creer. Pero lo más importante es que no solamente ésta, sino otras dos bodas más tienen lugar, casándose hasta el apuntador -si lo hubiere habido-, y con la sola excepción del bien aparecido y mejor adinerado padre, conde Ludovico, cuyas fortuna y monedas acaban siendo el bálsamo necesario y pretendido para poner las cosas en su sitio de la manera más positiva y lisonjera para todos.
Los personajes forman un feliz cuarteto: Diana, condesa de Belflor (Marta Poveda), fría, calculadora, cobarde e incapaz de mostrar sus sentimientos; Teodoro (Rafa Castejón), secretario de Diana, indeciso y aprovechado de los demás, que se vale de las mujeres para conseguir sus propósitos; Marcela (Alba Enríquez), que mantiene un amor sincero y sin fisuras hacia Teodoro; Finalmente, Tristán (Joaquín Notario), un gracioso sumamente discreto y hábil.
La obra
Para la directora del montaje, Helena Pimenta, la obra está escrita por Lope de Vega entre 1613 y 1615, y bebe tanto de la comedia palatina, como de la comedia urbana. Lo cierto es que se trata de una comedia única, con gran personalidad, que destaca por la construcción de los personajes, por la belleza de sus parlamentos, “así como por la originalidad de su estructura que narra una historia aparentemente sencilla, la de una mujer, Diana, condesa de Belflor, que se enamora de un hombre humilde, su secretario Teodoro”.
Muchos rasgos de la condición humana se dan cabida en esta creación de Lope: “el honor, la ilusión, la osadía, la ambición de ambos y el desengaño recorren su camino hasta el desenlace. Lope obra el prodigio de componer una comedia labrada meticulosa y profunda, mediante unos recursos espacio-temporales, de lenguaje y versificación, de contexto y de procedimientos serios, cómicos y fantásticos que la hacen navegar, unas veces, con enorme brío, otras con la calma y el lirismo de sentir, dudar, temer… atravesando los rincones más ocultos y humanos de la experiencia de educación sentimental”.
Todos los deliciosos personajes que transitan por esta Nápoles de fantasía luchan por su espacio, por encontrarse a sí mismos, por reconocerse en una sociedad que ha trazado de antemano sus identidades y roles. “Hermosa, tierna, divertida, oscura, luminosa, vibrante, bruta, triste, alegre, aristocrática y popular, esta comedia nos atrapa desde el primer momento cuando vemos a esa mujer, Diana, luchando torpemente por salir de la cárcel de oro en la que ha sido encerrada…”. Son las conclusiones de Helena Pimenta.
La función
No queremos omitir que la obra literaria ha estado versionada por Álvaro Tato, quien en palabras del profesor Felipe B. Pedraza, lopista de pro “es el adaptador de moda, un hombre que tiene sentido del ritmo, sentido del verso, un punto de ironía y de distancia respecto a todo, que lo hace muy atractivo. El hecho de que una persona que es autor, pero que trabaja con los textos clásicos, sea conocido y popular, significa que tiene mérito y ejemplaridad en lo que hace”.
Y lo cierto es que a quien esto escribe le pareció un trabajo ejemplar también el de las tablas. Excelente puesta en escena, cuidado vestuario y meditadas y bien conseguidas las magias a las que el equipo técnico de la CNTC ya nos tiene acostumbrados. Sugerentes ilustraciones de piano en off (Olesya Tutova), y acertada coreografía. Si bien la primera parte adolece de un ritmo más ralentizado y laso, a partir de la primera media hora el ritmo crece y crece hasta lo insospechado.
De antología la actuación de nuestro gran actor Pedro Notario (Tristán), paisano de Guadalajara, en un papel cómico de altura, casi escrito propiamente para él. Aunque no son de olvidar sus atinados registros dramáticos, este registro cómico le coloca ya en el Olimpo. Excelentes Marta Poveda (Diana) y Natalia Huarte (Marcela), original y extrafalario Fernando Conde (Conde Ludovico), y en general la altura del espectáculo está muy bien compensada en todos sus aspectos, asignación y gestión de papeles, y elección de los contrapuntos e interpretaciones musicales.
Hora y media que se disfrutó a pleno pulmón gracias a la ajustada duración, la confortabilidad del Hospital de San Juan, y la tímida tregua de los calores de este julio inmisericorde. El verso de Lope, lo hemos dicho, de antología. Y los nueve sonetos que contiene le añaden una belleza incomparable: “Ya que confiesas lo más, para qué negar lo menos…”, “…O Teodoro fuera más para igualarme, o yo para igualarle fuera menos…”, “…Que no importa que se pierda… si se puede perder más…”,”Qué me quieres amor…”, “Yo me voy señora mía, yo me voy… el alma no”.