A. R.
Almagro
Siempre atenta a “las gentes humildes y las rutas alejadas de los centros de poder”, ya que de Navia se podría decir lo que estimaba de sí el Licenciado Vidriera –que no era bueno para palacio porque tenía vergüenza y no sabía lisonjear-, la poesía visual de su trabajo, expuesto desde el sábado en el Espacio de Arte Contemporáneo de Almagro, remite a la relación entre imagen y palabra, guiándose el obturador y la sensibilidad de la película por lo sorprendente, atrevido y humano.
Navia, en la inauguración de la exposición integrada por 48 instantáneas y que se puede presenciar hasta el 4 de septiembre en Almagro, indicó que para realizar este proyecto viajó por todos los lugares donde se sabe que estuvo el escritor y su imaginación, es decir, aquéllos que “no se sabe con seguridad si conoció pero cómo los describe se sospecha que los conocía muy bien”. De esa relación entre lo experimentado y escrito por Cervantes, “sale” la mirada de Navia a los espacios de hoy en día por los que transitó hace 400 años una persona “aventurera y muy vital”, apreció el fotógrafo.
En Alcalá de Henares, con títeres que aluden a la infancia y el continuo viaje, sin olvidar los rigores de un país obsesionado por la limpieza de sangre lo que conlleva la mutación de identidades, parte el recorrido siguiendo en la actualidad los pasos de Cervantes, que le condujeron a Córdoba y Madrid, donde se recuerda hasta en bares el ingenio del escritor. De ahí a Roma y, como comprobó que no servía para servir al poder ni la iglesia, se quedó con la tercera opción, las armas, que le llevaron en su juventud a la inmensidad de la mar, lo cual, indicó Navia, guarda paralelismo con las grandes extensiones de llanuras que recorrió en su madurez en el interior peninsular. Descriptivas imágenes de la tumultuosa grandiosidad del mar y de quienes habitan Italia y el Magreb, donde estuvo confinado, forman parte de la muestra, así como sugerentes instantáneas en lugares que visitó tras su liberación como Orán y Lisboa, ciudad ésta última que elogió abiertamente al igual que Barcelona, comentó Navia.
Luego llega La Sagra, con su casamiento en Esquivias, los descensos por el Valle de Alcudia, con más que segura parada en ventas como la de La Inés, hasta Andalucía, sus estancias en Sevilla con su burbujeante vida y los trayectos por el territorio andaluz como requisador y recaudador, actividades que le harían dar de nuevo con sus huesos en la cárcel.
De forma simbólica y atrapando la poética de lo sencillo y espontáneo, Navia describe el itinerario vital de Cervantes que termina asentándose en Valladolid, donde se halla la corte, rodeado de mujeres y con el propósito de impulsar su actividad literaria en la que volcó una vida llena de experiencias, de las que surge la genial obra de Don Quijote de La Mancha, un territorio donde se libra la gran batalla entre “idealismo y realismo”.
Evocadoras y al tiempo inusuales perspectivas de los molinos, los campos infinitos, los cruces de caminos, las tradiciones y los refrescantes oasis que constituyen los humedales manchegos son postales de este viaje cervantino con Navia al timón que culmina en Madrid, donde finalmente se instaló Cervantes, y Barcelona, donde concluyeron las aventuras del famoso hidalgo manchego, recreados ambos trayectos finales con alegóricas imágenes.