El “naranja refulgente” de los alcornoques recién descorchados; las ‘Barbas del Tío Ramón’ o ancestrales líquenes de las encinas; las “cegueras de amor” de las berreas; el grito “espeluznante” del avecerrío; los ‘chupacabras’ y las culebras que se beben la leche del ganado; el olor a cervuno “mezcla de sudor, cuero viejo, monte y cebolla cocida”; el ajoblanco y la sartén de ajoharina; el “liarse a zurriagazos’; la comunicación nocturna entre furtivos imitando a los cucos; o parecer un ‘tarangallo’, un gigante esquelético. Todo esto y muchísimo más sobre las entrañas culturales de los Montes de Toledo aparecen en ‘Quercus. En la raya del infinito’, un libro de Rafael Cabanillas que cautiva, rescata un patrimonio cultural con visos de desaparecer, rastrea en las causas de la despoblación de muchas zonas del medio rural y agita con una cruda descripción sociológica de los ‘años del hambre’ que llevó a muchos a emigrar de la miseria de sus pueblos a la podredumbre de los extrarradios e infratrabajos de las grandes ciudades.
Pregunta.- ‘Quercus’ es un retrato brutal de los Montes de Toledo e identitario al mismo tiempo.
Respuesta- Con toda la humildad que requiere la comparación que voy a hacer, cuando Saramago acabó su novela ‘Levantados del suelo’, que tanto me inspiró para la mía, dijo: -Mi sueño es poder decir de este libro: “Esto es el Alentejo”. Y yo, de ‘Quercus’, también quiero decir: –Éste es el libro de los Montes de Toledo. Efectivamente, en toda su identidad y crudeza de una época. Y en toda su extensión: una cordillera de casi 300 kilómetros, partiendo de Extremadura, Toledo, Ciudad Real y sus estribaciones en Albacete y Andalucía.
El otro día un tal Joan, de Barcelona, colgó en Twitter una foto de la portada de ‘Quercus’ y una sola palabra encima: “BRUTAL”. Y me pareció, con perdón, que resumía a la perfección esas 350 páginas.
P.- La comparan con ‘Los Santos Inocentes’, ‘Jarrapellejos’, ‘Intemperie’ y ‘La familia de Pascual Duarte’. Además, la primera parte recuerda a ‘Luna de lobos’.
R.- La mejor crítica que se ha hecho a la novela ‘Quercus’, a nivel nacional, ha sido justamente compararla con ‘Los Santos Inocentes’, ‘Intemperie’ o ‘La familia de Pascual Duarte’. Es una comparación sin duda desmedida, pero que me llena de orgullo. Que varios expertos hayan coincidido haciendo esos paralelismos es algo extraordinario que me causa sonrojo. De ‘Luna de lobos’ de Llamazares es el inicio de guerra y supervivencia. De ‘Jarrapellejos’ el cacique, de ‘Pascual Duarte’ la brutalidad de la realidad campesina, de ‘Intemperie’, de mi paisano y amigo Jesús Carrasco, la desolación de la llanura torrijeña, aquí transformada en monte. Y de ‘Los Santos Inocentes’, ahora que se ha celebrado el centenario del maestro Delibes, todo. Pues ‘Quercus’ es, con todo mi respeto y admiración, un homenaje a esa obra maestra.
He querido trazar un paralelo geográfico-literario, hermano en tradición y belleza, que atraviesa la Península Ibérica, partiendo del Alentejo de encinas de Saramago, pasando por el extremeño Alburquerque de ‘Los Santos Inocentes’, hasta conectar con mi ‘Quercus’ de estos Montes de Toledo. Es la ‘Raya del Infinito’ del subtítulo.
P.- ¿Por qué no pones ni un punto y aparte en el acontecer de hechos, diálogos y reflexiones de cada capítulo?
R.- Es parte de ese modesto homenaje. Delibes escribió ‘Los Santos Inocentes’ sólo con comas y yo, modestamente, sin puntos y aparte.
P.- El protagonista parece un Orsowey, un Mowgli, un rey de la selva, en este caso de la sierra, que además luego es exhibido como algo insólito.
R.- Efectivamente: en su sierra, en contacto con la naturaleza y su gente, es un héroe, y en la ciudad un animal de feria del que se burlan zafiamente.
P.- Los nombres tienen su simbología: Abel, exiliado de la sociedad como consecuencia de una guerra cainita; Lucía, que da luz a las tinieblas; Diógenes -que recuerda al villano capitán Vidal de ‘El Laberinto del fauno’- y su cinismo; Jana, que confía su legado en el ‘Tarzán’ de esa sierra; Casto, el violador;….
R.- Muy certera y perspicaz la pregunta. Aunque el lector lógicamente a veces no repare en ello, arrastrado por la trama, cada palabra, como en un rompecabezas mágico, tiene su lugar y su sentido. No es azar. En ‘Quercus’ nada es casualidad. Cada nombre desvela una personalidad, a veces monstruosa o esperpéntica, a veces honesta y virginal.
P.- Los nombres de las sierras y valles también recuerdan a localizaciones reales de los Montes de Toledo: Porzuna, Navapuerca, Hontanar, Robledillo, entre otras…
R.- Uno de los tesoros de esta tierra es la toponimia. Que expresa la belleza, los miedos y deseos de sus pobladores: Navalagrulla, Valdelobos, El Quejigar, Navaelinfierno, Valhondo, Majalasburras… Vocablos ancestrales de un valor asombroso. Los que aparecen en ‘Quercus’ existen. Todos, y están muy cerca. Puedes ir a buscarlos. Lo único, eso sí, es que he jugado con ellos cambiándolos de sitio, en una especie de juego laberíntico para que sea difícil descubrirlos. Y para ampliar horizontes. En la solapa izquierda del libro, encima de la biografía, se ha puesto una foto con un pie que reza: “El autor sobre el escenario real de la novela”. Y se ha presentado un lector avispado, mucho más listo y campero que yo, que ha dicho: ¡Esa foto es de tal sitio y se ha tomado desde el collado de…! Y a mí, no me ha quedado otra que sonreír.
P.- ¿Qué te motivó a escribir esta novela?
R.- Es una novela de madurez. Que no podía haber escrito a los veinte ni a los treinta años. Me he tenido que empapar toda una vida corriendo por esas sierras y escuchando las historias que se cuentan al calor de la lumbre para, una vez colmada mi memoria, dejar que fluyeran en esta novela.
P.- ¿Por qué crees que está gustando tanto?
R.- La verdad es que es un misterio. Si tuviéramos la clave, escribiríamos bajo esos parámetros, pero es imposible saberlo. Yo tenía un pálpito al acabar de escribirla, como de haberme vaciado como nunca lo había hecho. Con toda la honestidad puesta en boca de esas gentes. Y al publicarla, pues siempre me gusta poner mi correo electrónico en los créditos, empezaron a escribir lectores y más lectores. Al principio conocidos, luego desconocidos. Hasta juntar unas 300 comunicaciones, todas de felicitación y agradecimiento. La gente es buena y me imagino que a los que no les gustaba no me escribían. Que por supuesto también los habrá. Para entonces ya se había agotado la primera edición y la Editorial Cuarto Centenario, humilde editorial de la región pero con mucha valentía, lanzó la segunda edición con un formato del doble de tamaño, ilustración en cada capítulo y una calidad formal exquisita. Un trabajo de orfebrería. Las letras del título y esa encina en relieve llaman la atención.
P.- ¿Qué es lo que más valoras de lo que te dicen los lectores?
R.- Cada crítica tiene su valor. Aquí manda el lector con su veredicto. Esas comparaciones con esas obras maestras son muy valiosas y motivadoras. Pero también la de una lectora que me dice, de broma, que duerme todas las noches conmigo, leyendo ‘Quercus’, y me propone crear en su pueblo un Club de Lectura. Los que les recuerda sus orígenes, sus raíces, a sus padres o abuelos, su infancia. Los que dicen que han llorado a lágrima viva y los que dicen que apretaban los puños con ganas de matar a alguno de los protagonistas. También jóvenes sorprendidos al descubrir esas formas de vida. Hay un profesor de música que, muy escueto, sólo dice: -Gracias, Rafael, por reconciliarme después de años con la lectura.
P.- Extraes belleza de una tremenda miseria.
R- El extremeño Felipe Trillo, autor de ‘Jarrapellejos’, acabó suicidándose, pegándose un tiro. De la miseria no se puede sacar nada bueno, te arrastra y te lleva a la agonía. Yo he preferido optar por la lucha para vencerla. Buscando una salida esperanzadora.
P.- Hay una lucha constante de contrastes: hambre y opulencia, chozos y palacios, caciquismo y cochambeos frente a una irremediable servidumbre y falta de libertad y oportunidades, paraíso para uno solo e infierno para el resto,…
R.- Pero es que esa fue la realidad de la España de la postguerra. La que vació los campos y la sierra. La que todos los españoles hemos, más visto que leído, en ‘Los Santos Inocentes’. La imagen de Paco, el Bajo, olisqueando a gatas el rastro de la perdiz que ha alicortado el señorito Iván, con su pierna “tronzada”, es el símbolo de la mayor humillación y pérdida de dignidad del ser humano.
P.- El egoísmo termina siendo desolador.
R.- El egoísmo, la acumulación de riquezas no tiene límites. Son insaciables. Ya sabemos que el 1% de la población mundial posee el 82% de la riqueza total del planeta. Datos del 2018. Aunque hayamos evolucionado, pero de alguna otra forma, lo de Paco, el Bajo, y lo de los personajes de ‘Quercus’ continúa en este siglo XXI: la precariedad laboral, los salarios de 1 euro de los que cosen nuestras ropas y zapatillas de marca, los que se hunden en el estrecho, los refugiados de Lesbos. Y sin irte lejos: los que duermen en cartones bajo la nieve de Filomena, las colas a la puerta de los comedores sociales, los niños sin luz en la Cañada Real o los abuelos que con su pensión no les da para encender la estufa y pagar el alquiler. Lo uno o lo otro. Una desigualdad tan grande y lacerante como la de mi novela.
P.- Hay un conocimiento preciso de múltiples oficios relacionados con la zona como los piconeros, corcheros, pastores, leñadores y cazadores, incluidos los furtivos.
R.- He intentado dejar una fotografía de una vida que desaparece. Que se escapa de las manos como el agua, irremediablemente. Dejar, como escritor, un acta notarial de un tiempo que se va para nunca volver. Desgraciadamente, por supuesto.
P.- También hay una detallista descripción de plantas, aves, comportamientos de animales, cómo se comunican, usos de los recursos del entorno y hasta cómo huele un ciervo.
R.- Muchos lectores han dicho que sentían el olor del romero, el espliego y las jaras, su tacto pringoso, el ladrido del corzo que se espanta y la berrea del venado buscando a su cierva. Y que han sentido el miedo del furtivo, machete en mano, arropados en la oscuridad de la noche, con una rayita de luna, al acercarse a un lazo en el que se remueve algo bestial. El miedo a la bestia.
P.- Vocablos autóctonos y leyendas que forman parte de la imaginería popular se cuelan en el argumento.
R.- En esta segunda edición, hemos puesto al final un glosario de palabras de la zona. Otro tesoro. Porque lo pedían muchos lectores. La mayor parte de lo que se cuenta es real y ha ocurrido en esas sierras, aunque con otros nombres y ubicaciones. Más algunas leyendas de la tradición oral que se contaban en esos chozos (cabañeros) y que no es bueno que se pierdan. Verdad de la buena.
P.- ¿Es una oda a la naturaleza?
R.- Es una novela conservacionista en el sentido de acabar con el daño que hace el hombre para cargarse la naturaleza. Sabemos que nos la estamos cargando, sufrimos ya las consecuencias, pero seguimos destrozando la madre tierra. No hay animal más tonto en el planeta.
P.- ¿Cómo recibiste la noticia de que la Asociación de Libreros y la Red de Bibliotecas de Castilla-La Mancha eligieran ‘Quercus’ como libro 2020 recomendado para su lectura?
R.- Se lo comunicaron al editor, Paco del Valle, desde la Consejería de Educación, Cultura y Deportes. Y así apareció en los medios de comunicación y web oficiales. Un aval sorprendente y que agradezco, pues que recomienden tu novela los que más entienden de libros, bibliotecarios y libreros, es muy de valorar y agradecer. Una manera de acabar con ese horrible maleficio de que “Nadie es profeta en su tierra”. Aunque algunos testarudos del refranero, que se les llena la boca de amor a la patria chica, seguirán pensando que como es de aquí… no puede ser buena. Mientras se dejan seducir por la última novedad editorial que se vende a base de inversiones millonarias de publicidad. Esos del monopolio editorial, ya en manos de fondos de inversión internacionales, que a los libros los llaman “producto” y los venden como churros. ¡Allá ellos!
P.- ¿La despoblación del medio rural parte en gran medida de….?
R.- Del hambre, de la miseria. Es lo que movió entonces a un labrador a emigrar a la Barreiros, incluso viviendo en una chabola del extrarradio de Madrid, y lo que mueve a un mauritano a lanzarse en una patera. Dales trabajo, buenas comunicaciones, servicios de calidad, educativos, sanitarios, culturales, luz eléctrica que no se corte cada dos por tres, telefonía, tv, fibra, préstamos y ayudas, facilidades burocráticas, exoneración de impuestos por su labor de cuidar de ese paisaje y esas tradiciones que los urbanitas, cuando vamos con nuestros niños, tanto valoramos. ¡Eso hay que pagárselo si no queremos que desaparezca! El ordeño de una cabra, un borrico y un gallo sobre la cerca, una colmena, el descorche de un alcornoque, la matanza, el huerto, el canjilón de la noria. ¡Cómo somos los humanos! Pagamos para entrar a un parque temático de cartón piedra, mientras que dejamos que todo lo otro, lo nuestro, lo real, se desmorone y se lo coman las zarzas y las ortigas. ¡Estamos locos!
P.- ¿Qué enseñanzas más importantes crees que deja este libro?
R.- Todo lo dicho anteriormente. Y en concreto, que no podemos renunciar a nuestros ideales y a nuestros sueños. Que siempre queda la esperanza. Podrán acabar con nosotros y los nuestros, pero nunca matarán la esperanza porque es lo único que no es de ellos. Y con esa esperanza y la defensa de nuestros ideales conseguiremos un mundo más habitable y mejor.
P.- Quedan pocos ejemplares de la segunda edición ¿Para cuándo la tercera?
R.- Está casi agotada y eso que salió a finales de octubre con unos miles de ejemplares para toda España. Sé que ha llegado a Alemania, a Zúrich y a Méjico, pues desde allí me han escrito. La tercera edición está en camino.
P.- Es tu décimo cuarto libro, ¿estás preparando otro?
R.- Abrumado por la primera ola de la pandemia, me refugié en la escritura. Una manera de huir de la terrible realidad y de los miedos. Y como no podía ser de otra manera, me escapé metafóricamente a la sierra. Es una especie de ‘Quercus’, pero 30 años más tarde. Con otros personajes, pero en la misma ambientación. Los que ya la han leído -mi familia, amigos cercanos y algún asesor experto como Antonio Basanta Reyes (‘Leer contra la nada’)- dicen que es amable, dorada y dulce como la miel. Por eso se llamará ‘Enjambre’.