“Una novela es más expandida. Da tiempo a reflexionar, relajarse, tener incluso subidas y bajadas, pero el poema tiene que conseguir enganchar al lector y ganárselo desde el primer momento, condensa mucho en muy poco”, destacó el escritor albaceteño, que presentó este lunes en la ciudarrealeña Librería Espacio ZZ su último poemario ‘Lírica industrial”.
“Me interesa la poesía que te hace reflexionar, ver las cosas de otra manera y no te deja indiferente. Que te golpea, el poema debe golpear”, comentó el autor de una obra despojada y, al mismo, tiempo, con “hondura y trascendencia”. No le atrae “la poesía que es una estampa simplemente y se queda ahí” y sí aquélla que te deja un poso dentro, te hace reflexionar y si vuelves al poema “encuentras cosas nuevas”.
En su séptimo poemario, ‘Lírica industrial’, fusiona dos mundos aparentemente muy distantes como la poesía y la fábrica donde, precisamente, trabaja como técnico superior de mantenimiento industrial. A priori, podría pensarse que es como juntar agua y aceite. “Era complicado encontrar el tono y el enfoque pero, bueno, parece que no ha ido mal”, expuso sobre este libro ganador del Premio Alegría de Poesía 2023.
En el encuentro, el filólogo rabanero Javier García Serrano fue el encargado de presentar a Martín Díaz, cuya producción calificó como “una poesía muy humana en la que concede gran importancia a la contemplación y lo natural y en la que nunca deja de innovar y experimentar”.
“Hace uso de una mirada contemplativa en la que tiende a conceder detalle a todo lo que se muestra a su alrededor, se hermana con las cosas y resulta una poesía verdadera”, apuntó García Serrano.
Aunque Martín Díaz no se considera místico, “ni mucho menos”, sí que se siente “muy próximo” a su proceso creativo de “despojarse, como crear por dentro un vacío y purgarse de lo acumulado. Yo creo que la poesía se consigue así. Tenemos que despojarnos en un momento dado de todas las etiquetas que nos han impuesto y las cargas que llevamos en el día a día, el estrés y todo lo demás, y dejar un hueco para que la poesía pase a través de nosotros y se pronuncie”.
Así mismo, “el poeta tiene que ser intuitivo por naturaleza porque se mueve en aspectos y ámbitos que desconoce y que conoce en el momento. Es un ejercicio de autoconocimiento brutal la poesía”, apreció el escritor albaceteño, que admitió que humaniza las máquinas en ‘Lírica industrial’. “Hay algo de mímesis entre el poeta y el objeto contemplado. Para aproximarse a una verdad en el poema, el poeta tiene que de alguna forma ocupar el espacio del objeto que está contemplando. No vale con definir algo superficialmente, y sí que el poeta y el objeto contemplado ya sea un árbol, una flor, una nube o como en este caso, aunque parezca curioso, una máquina, lleguen a ser casi uno y ahí surge el verdadero poema”.
“Se trata de mirar los objetos con un enfoque diferente al que lo miramos en el día a día. Yo cuando estoy trabajando con las máquinas no estoy viendo más allá, pero luego en mis reflexiones, en el proceso creativo, soy capaz de enfocar la mirada a la máquina de otra manera”. Es como “ver por primera vez”, como cuando alguien presencia por primera vez el mar, “lo impactante que es. Se trata de lo mismo, de ver la piedra que has visto cincuenta millones de veces en un momento dado como si fuera la primera vez que la ves”.