Son media docena de depredadores y los ha llevado a la Cervecería-Vinoteca el pintor y museógrafo Michel Caballero Klint, que retrata de manera hiperrealista, incluso llevando al macro lo diminuto, unos extraordinarios ‘Ojazos’.
Tienen unas formas y colores “tan potentes y poderosos” que sería pretencioso interpretarlos, estima Caballero Klint, que exhibe en esta selección de significativas miradas a un ave, un mamífero, un arácnido, un insecto y dos reptiles.

La lechuza campestre, siempre atenta y con un reborde oscuro alrededor de los ojos como si los llevara pintados, apenas distingue los colores, pero a cambio goza de una superlativa nitidez en la noche y en el texto explicativo del cuadro que protagoniza reclama colaborar en “la reducción de la contaminación lumínica. Nos va fatal”.
En la muestra de acrílicos sobre tabla, tan artística como didáctica, también está el leopardo, el que mejor ve de los grandes felinos, solitario, a menudo cazador nocturno y al que se recomienda no mirar directamente a los ojos porque se siente amenazado de manera que huye o ataca a quien le escrudiña con la mirada.

En cuanto a los arácnidos, la estrella es la araña saltarina, de apenas cinco o seis milímetros y que cuenta con hasta ocho ojos que le permiten visualizar 360 grados para así, sin necesidad de tejer telaraña, detectar a sus presas, enfocarlas y abalanzarse sobre ellas rápidamente.

Un insecto no podía faltar y el elegido es el caballito del diablo, de cinco o seis centímetros y que suele aparecer en zonas de estanques o piscinas. Lleva desde el Carbonífero cazando con éxito gracias en gran medida a las 30.000 facetas o partes que componen sus ojos.

Otra mirada a tener en cuenta, en este caso de un reptil, es la de la víbora del templo con unos ojos que, “aparte de ser preciosos, con sus manchitas y colorillos”, tiene como una escama a modo de gafas de sol para, al ir reptando por el suelo, protegerse y que no le rocen los ojos hierbas o ramas. Entre esta vista “muy especializada” al terreno y los sensores de calor, un orificio entre el ojo y el morro, detecta con facilidad a los roedores.
Por último, a modo de obra ‘en construcción’, está otro reptil, el camaleón, que posee el súperpoder de mover independientemente los ojos, cada uno para un lado, hasta que localiza al insecto, lo enfoca, lo atrapa casi sin fallar con la lengua y se lo merienda.