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29 marzo 2024
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      Medalla de la Corporación Municipal a la Hermandad del Santísimo Cristo del Perdón y de las Aguas por el 425 aniversario de su fundación / Elena Rosa
      • La Presentación / C. Moreno
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      El alcalde, saludando a una participante en la desgustación de torrijas
      Laura Macías, de Miami Gastro, con el taco de bacalao tártara y los postres de torrija y tarta de arroz con leche / A. R.
      Los fieles acudieron a orar al Nazareno / Elena Rosa
      • Oración y Juicio de Cristo / F.Navarro
      • Oración y Juicio de Cristo / F.Navarro
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      Imagen de archivo del juego de 'Las caras' de Calzada de Calatrava / Vox
      Los hermanos acudieron a San Pedro en un viernes por la mañana lluvioso 7 Elena Rosa
      Los fieles acudieron a orar al Nazareno / Elena Rosa
      El Guardapasos se llenó de fieles este Jueves Santo / Elena Rosa
      La Hermandad de la flagelación tampoco pudo salir en procesión / Elena Rosa
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SOS La Veleta

La Veleta Luis 2
Luis Molina recorre los rincones de La Veleta de Almagro como lugar de encuentro de teatreros del ancho mundo iberoamericano / Elena Rosa
Noemí Velasco / ALMAGRO
El teatro La Veleta de Almagro ha sido punto de encuentro y de intercambio para actores, compañías, dramaturgos y personalidades de la cultura de España y toda Iberoamérica

El horizonte manchego, árido y extremo, arropa un oasis de creación artística que reivindica el “teatro más vivo”, el que investiga, innova, reflexiona sobre la sociedad y establece lazos con otras disciplinas en la ciudad de las artes escénicas. Veinte años hace desde que el actor, director y productor teatral Luis Molina llevó a Almagro la sede española de una de las organizaciones que más han promovido el intercambio de experiencias y conocimientos en el ámbito de la escena a nivel internacional: el Centro de Creación e Investigación Teatral Latinoamericano (Celcit).

Con sus tintes bohemios y originales espacios, La Veleta ha sabido guiar a cientos de compañías y grandes personalidades a la tierra del Quijote, ha sido capaz de nutrir la producción de arte desde la base, entre juglares, literatos, festivales y clases, y ahora, cuando los fatídicos números de la economía anuncian su cierre, reclama apoyo con más estrenos, más Federico García Lorca y Miguel Hernández.

Originario de Aldea del Rey, Luis Molina desde joven tuvo claro que el teatro era “un instrumento que puede ayudar a modificar la conducta de los seres humanos y que puede mejorar la sociedad en la que vivimos”. Aparte de “entretener y en ocasiones divertir”, este ciudadano del mundo que camina a caballo entre la profundidad de Cervantes y el romanticismo de Federico García Lorca confiesa que “el teatro tiene que hacer pensar”, y ese convencimiento le llevó a la compañía de la increíble Nuria Espert, al Teatro Nacional María Guerrero con José Luis Alonso y al Teatro Goya con Adolfo Marsillach.

Compañías y artistas acunan en 1973 la federación internacional

La Veleta Fiva
Programación del Festival Internacional de Videodanza de Almagro a las puertas de La Veleta / Elena Rosa

La búsqueda no llegó a término y en 1966 cruzó el charco fiel a la idea de que había que crear un lugar “mucho más espartano, con más disciplina y vocacional”. Allí empezó su faceta como productor: Teatro Miguel Ponce en Miami, Teatro 66, Teatro Estudio de Puerto Rico, La Mansión, La Rueda. Y entonces, la “veleta” viró a los festivales.

En uno de los artículos incluidos en el libro ‘40 años de memorias del Celcit 1975-2015’ -recién publicado-, el dramaturgo y Premio Nacional de Teatro Jerónimo López Mozo habla de Luis Molina como “Quijote contemporáneo nacido en tierras de Calatrava”, que “también debió toparse en cualquier camino con alguna compañía de cómicos ambulantes que le hizo tilín”, hasta tal punto que abandonó su “patria chica”.

Lo cierto es que su “locura” hizo que recalara en 1973 en Puerto Rico, donde compañías -Tábano, La Cuadra- y artistas de España y del resto de Iberoamérica crearon los mimbres para una federación de teatro internacional que sería el germen de “nuestra Veleta”.

Desde uno de esos espacios que han acogido infinidad de debates y recitales de cantautores, con una escultura del Quijote fabricada con piezas de bicicleta a su derecha y uno de sus perros a los pies, Luis Molina expresa que “era necesario crear una institución que acercara el teatro de España, Portugal, México, Venezuela y el resto de Iberoamérica”.

La ebullición creadora del Celcit

Algunos han dicho que el Celcit era una conjunción de “realidades y utopías”. La esencia fue el deseo de “confrontar experiencias, buscar alternativas, estrechar relaciones”, pues Molina destaca que “nos unían muchas cosas” y sobre todo los problemas. La ebullición de festivales itinerantes, talleres e institutos de teatro vino enseguida, y fue maravillosa y enriquecedora.

Venezuela, Colombia, Nueva York, Brasil, Ecuador, todos los países encumbraron la constitución en 1975 del Centro de Creación e Investigación Teatral Latinoamericano. Con Luis Molina como director general, el Celcit promovió institutos de formación en Buenos Aires, de investigación teatral en Caracas y de antropología teatral en México, además de festivales muy importantes como el de Bogotá o el de Cádiz.

La red internacional fue un lugar de encuentro para personalidades de todo el mundo, un espacio para hablar de la mujer en el teatro, de los niños, de la universidad o del exilio.

El centro neurálgico fue Caracas, donde Luis Molina permaneció hasta los años 90, pues según explica con un cierto deje argentino al hablar -marca indiscutible de su compañera Elena Schaposnik-, “Venezuela era por aquel entonces espectacular, económicamente un país muy importante, un ejemplo democrático con una buena posición geográfica y el refugio para los grandes pensadores de la época”.

Infinidad de recuerdos colgados en las paredes hablan del ambicioso proyecto que fue y que es el Celcit en Latinoamérica, que llegó a ser Almagro y que todavía es, a pesar de que nunca llegó a cuajar a nivel económico, de las promesas incumplidas.

Un cartel de 2005 rememora los 30 años “al servicio del teatro iberoamericano”, en una fotografía aparece el cantautor Joan Manuel Serrat en su primera visita a América en el Complejo Cultural La Mansión, al lado está el poeta Rafael Alberti y el dramaturgo Antonio Buero Vallejo.

El ámbito de la escena y las artes aupó el proyecto de teatro de La Veleta, como punto de encuentro, de debate, de reflexión y de interpretación, como “casa” del teatro donde compartir y experimentar.

“Salvemos La Veleta”

La Veleta Luis
Luis Molina observa los carteles del Celcit y las fotografías con Joan Manuel Serrat o Antonio Buero Vallejo en la ‘trastienda’ de La Veleta / Elena Rosa

Desde el amplio jardín y sus infinitos rincones, Luis Molina dice “salvemos La Veleta”, su pequeño teatro de cien butacas, la vivienda donde actualmente vive junto a Elena Schaposnik, la casa de los sueños, también el espacio, según dijo el actor y dramaturgo Rubén Pagura -miembro fundador del Teatro Quetzal de Costa Rica-, para el “alojamiento de aventureros experimentadores”.

El productor y director teatral reconoce que La Veleta ha sido el “sueño” de su vida. Molina quería “un lugar tranquilo, que conjugará la naturaleza con la creación artística”, la “ciudad del teatro” cumplía con sus perspectivas y lo encontró en ese “terreno con una alberquita y cuatro o cinco árboles”, donde cientos de personas han actuado, pintado carteles, cosido cortinas y preparado camerinos.

Hablar de las dificultades económicas por las que pasa un espacio que este mes de septiembre ha acogido el Festival Internacional de Videodanza de Almagro, y que en octubre celebrará la decimoséptima edición del Festival Iberoamericano de Teatro Contemporáneo de Almagro, resulta paradójico, aunque puede que sea la mejor forma que tiene La Veleta de reivindicar su supervivencia, apoyo institucional y social para asegurar su futuro, al demostrar que el teatro está más vivo que nunca.

Luis Molina recuerda los compromisos de las diferentes administraciones para poner en marcha una escuela de teatro, para financiar el festival de teatro iberoamericano o para pagar la alimentación y el alojamiento de las compañías, pero los cambios de Gobierno y la falta de coordinación redujo las promesas a “colaboraciones puntuales” desde el inicio.

El festival de teatro iberoamericano “nunca ha tenido más del 20 por ciento de financiación”, y para el resto “nunca hubo nada”, hasta el punto que la lucha por convertir La Veleta en un espacio de referencia al estilo de otras sedes del Celcit, como la Argentina, ha obligado a Luis Molina a desprenderse de todo, hasta de su patrimonio.

Almagro “no puede” dar la espalda al teatro

El catedrático de la Universidad Nacional de Costa Rica Juan Fernando Cerdas Albertazzi describió que “en un lugar de La Mancha, de cuyo nombre no puedo olvidarme, un Quijote sigue creando hilos de conexión entre las diversas regiones de la comunidad teatral iberoamericana… Crea sitios de encuentro y desencuentro productivos, de confrontación y hallazgo. Es creador a través de los creadores. Salta por encima de las fronteras, los mares, los estilos y las generaciones”.

Luis Molina cree en el teatro vivo, fraterno, solidario y constante, por eso considera un “contrasentido” la inversión de “millones de euros” para rehabilitar escenarios, cuando no existe un apoyo directo a la creación teatral, cuando no hay una programación completa en los pueblos o cuando “la política teatral en toda España es un caos” a pesar de la alta calidad de dramaturgos, actores y directores.

Aparte, reflexiona cómo es posible que Almagro, con uno de los festivales de teatro clásico más importantes del país, desdeñe el lugar de encuentro para dramaturgos, cineastas, teóricos, pintores y músicos de todo el mundo que ha conseguido ser La Veleta a lo largo de los años, pues aunque a veces quede en el olvido, al frente está el impulsor de una idea que ilusionó en los años 70 a toda Latinoamérica.

Gracias al Celcit existe en la actualidad un flujo permanente de compañías y los teatreros de España han conocido la “admirable” pasión que existe por la escena en Argentina y en Buenos Aires, “la ciudad con más teatro del mundo”, o el renacer del teatro brasileiro hace unos años con profesionales de relevancia intercontinental.

La escena se reivindica como servicio público

La Veleta teatro 2
Cada rincón de La Veleta Teatro Laboratorio evidencia el espacio de encuentro que ha significado para la escena a lo largo del tiempo / Elena Rosa

Digno lugar de peregrinación y culto, La Veleta organiza a lo largo del año las Jornadas Cervantinas, las Jornadas Lorquianas, participa en la Muestra de Teatro Internacional de marzo, “y hace millones de cosas”, por ello, Luis Molina expresa que “sería terrible después de tanto esfuerzo que la ciudad del teatro echara el cierre a La Veleta, como organización que nunca ha tenido fines lucrativos, porque no ha habido el apoyo económico necesario”.

Con el mismo partido político en la Junta, la Diputación y el Ayuntamiento, a pesar de que poco debería depender la cultura de cuestión de colores, el director del Celcit destaca que “por primera vez se da la coyuntura necesaria para que las administraciones se entiendan, por lo que no debería haber excusa para el acuerdo”.

Luis Molina propone que la administración absorba el espacio y asegura que el ritmo no decaería en sus instalaciones, pues sobre su mente viaja la idea de crear un Centro Internacional de Juglares del siglo XXI, que daría una salida profesional a los cientos de titulados que no encuentran hueco en las compañías y que podrían acercar el mundo de la escena a la gran España rural, y hacer una residencia de creadores, que fomente su gran potencial como espacio para el estudio, el debate y la creación artística.

“El teatro, al igual que cualquier creación artística, es imposible que se mantenga sin apoyo público, y todo el mundo tiene que entender que la cultura es un servicio público”.

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