En su salsa, ante un público en el que podía decir “filologadas” sin el temor a que no le entendieran, el dramaturgo y actor Álvaro Tato desveló en la Facultad de Letras tres verbos para que se cumplan los sueños.
El primero es “jugar”, pero “a vida o muerte”, en el punto exacto y con el mismo entusiasmo y seriedad de los niños, destacó Tato, que describió en su intervención en la Semana de las Letras ‘EspañoLeemos’ muy diversas experiencias como miembro de la compañía Ron Lalá, entre ellas, la seguridad de que el público joven “no miente”.
Frente al “comando visón”, de ‘permanente’ en el alma, espectadores que aprecian la cultura con la estoica y resignada actitud de “vengo a aburrirme convenientemente”, está el público joven que suele entrar hostil a un teatro para presenciar a los clásicos que asocian con caspa y hastío. Un ritmo acelerado y una actitud musical hacia lo clásico caracterizan las producciones de Ron Lalá, pero “hay mil formas” de enfrentarse a estos prodigiosos textos, comentó Tato, que aprecia en sus representaciones cómo se les rompen los esquemas a los jóvenes, quienes, ante la diversión planteada, primero se ríen identificando al actor como un bufón, pero a la media hora “ya están jugando a vida o muerte”, están frente al abismo como tan sólo pueden situarse ellos, Hamlet o Julieta.
El segundo verbo esencial para Tato, quien estudió Filología y comenzó junto a sus compañeros de Ron Lalá la trayectoria de esta exitosa compañía en el madrileño instituto Ramiro de Maeztu, es “des-esperar” nada cambio. Tato, que aseguró no haber conocido a profesores ni a artistas que no tengan todavía un niño dentro jugando, recordó que cuando tenía 17 años les salió un ‘bolo’ para actuar precisamente en la provincia de Ciudad Real, hasta la que se desplazaron en una furgoneta alquilada. En el trayecto, el vehículo sufrió un golpe, actuaron en un escenario consistente en una puerta vieja sobre unas cajas de Coca-Cola junto a una barra en la que ponían ‘bacalao’ con lo que apenas nadie prestó atención a sus versos y después les pagaron justo la misma cantidad a la que ascendía la avería de la furgoneta. En esa jornada, a la que denominó el “día de las tortugas”, tocaron fondo y ante estos animales con caparazón de la Estación de Atocha se preguntaron si lo dejaban. Decidieron que lo harían cualquier otro día, pero no en ese momento, y a partir de ahí comenzaron a llamarles para hacer muchas actuaciones, Boadella para que fueran a los Teatros de Canal, el Festival de Almagro, los premios y las producciones con la Compañía Nacional de Teatro Clásico.
El tercer verbo, como la ranchera mexicana, es “rodar y rodar”, aunque lluevan las críticas o digan que no encajas, agregó Tato, quien, echando mano de otra experiencia con la compañía, relató cómo, tras un “exitazo” en el Auditorio de Cuenca una jornada en la que hubo una “nevada brutal”, se pasaron horas y horas buscando, incluso “por equipos”, dónde habían dejado su furgoneta, para indicar que esta vivencia podría tomarse como una metáfora de lo “profundamente ridícula” que es la profesión de actor que, por otra parte, es como ser un chamán de la tribu, alguien al que escuchan y es “maravilloso tener cosas que decir”.
Tato, que inició y culminó su intervención homenajeando a Lorca, impulsor de la “fecunda idea” de llevar el teatro a los pueblos con la “quijotada salvaje de La Barraca”, lamentó tener que transmitir la mala nueva de las poco favorables condiciones respecto a la cultura en este país que hacen que muchos proyectos culturales no tengan una larga vida, aunque recordó la buena nueva de que muchos, como se aprecia en la historia, resurgen brotando de nuevo bajo esa aridez. Por soñar, soñaría con diez minutos al día en los telediarios dedicados a la cultura y que ésta se coloque donde está el turismo, apreciando, con la ilusión por la defensa que los ingleses hacen de su patrimonio, el de una de las culturas a nivel mundial más potentes y con mayor proyección ahora y en el futuro como es la española.
El actor y dramaturgo, que habló de su comedia de capa y espada ‘Todas hieren y una mata’, resaltó que el verso se utiliza en el Siglo de Oro, siguiendo la máxima de que la forma es el fondo, no por capricho, sino, además de por ser más bello, por ser memorable y con el propósito de que sus mensajes cristalizaran en el oyente. También recitó un fragmento de ‘Ojos de agua’, sobre La Celestina que interpretó en Almagro Charo López, y varios poemas de su libro ‘Vuelavoz’.
Preguntado por los estudiantes de Letras, comentó que su primera aproximación al teatro fue dando vida en el colegio a Puck de ‘El sueño de una noche de verano’, aunque al año siguiente, como dio el estirón, tuvo que encargarse de dar vida a Oberón, lo que también le enseñó la importancia de la versatilidad; comentó que una de las etapas más difíciles fue con la crisis salvaje que “destrozó” a muchas compañías, eliminándose los circuitos de actuación en muchas Comunidades Autónomas; e indicó que una de las claves importantes que han favorecido que su compañía se haya mantenido desde el año 96 hasta hoy es que todos han trabajado como un equipo y siempre han cobrado lo mismo.