¿Es posible pasar casi dos horas con una sonrisa en los labios por el magistral uso de la sátira y no dejar de reflexionar seriamente sobre lo que has visto al salir del teatro? Con Joglars sí, porque sus montajes no ‘se casan’ con nadie y remueven las conciencias mientras parece que estás disfrutando del espectáculo irónico pero cargado de mensaje de una de las mejores compañías teatrales independiendes de nuestro país.
El montaje ya arranca muy alto cuando tras la aparición de un gran Ramón Fontseré -que da vida a Martín, el periodista de la vieja escuela que apuesta por el rigor y la investigación- una fantástica pantomima acompañada por la música Tchaikovsky narra la historia de la humanidad y del propio ‘periodismo’ que nace desde las pinturas rupestres y llega hasta los atentados de las Torres Gemelas -quizá uno de los puntos de inflexión de la profesión- pasando por el descubrimiento de América o la Revolución Francesa.
Se trata de una escena magistral, tanto estética como simbólicamente, que logró el primer aplauso del público en tan sólo diez minutos de representación, aunque también se repitió en otros momentos álgidos de una obra que narra la historia de un periódico “multiplataforma” que se llama Zénit y en el que, desde su sede de la Gran Vía, trata más de ofrecer espectáculo que información siguiendo la premisa antiperiodística de que “no dejes que la realidad te estropee un buen titular”.
La propuesta escénica de Joglars profundiza no sólo en el periodismo más amarillista, que por supuesto critica profundamente, sino que no deja títere con cabeza y señala directamente los defectos de unos periodistas y unos medios de comunicación en los que contar la verdad no es lo más importante y, si bien es verdad que no los acusa de mentir, sí de endulzar o recrudecer la información, contándola de forma sesgada para ofrecer al público lo que este demanda, dejando al margen las más básicas normas de la éitca periodística.
Precisamente quien es el ‘Pepito Grillo’ de esa modera redacción, en la que las nuevas tecnologías lo dirigen todo, es Martín, quien no duda en referirse a sus compañeros como “periodistas de sofá” mientras que a lo largo del montaje aparecen incluso aparentando ser ‘buitres’ pero que también termina sucumbiendo a las malas prácticas tras verse desplazado y reconocer finalmente que nunca ganará el Pulitzer: Para ello no duda en ‘plagiar’ el trabajo de su becario sobre los populismos.
De esta forma parece que el periodismo no tiene salvación, o al menos esa parte del periodismo globalizado al que le interesan más los ‘likes’ en las redes sociales y dar un buen titular o la mejor foto -aunque sean composiciones que no cuentan toda la verdad, de forma que sin ser mentira tampoco son reales-. Un periodismo que desdeña la investigación “porque es muy costosa y ya hemos invertido los recursos en la nueva redacción y su tecnología” y que se olvida de que contarle al público los hechos reales, completos y sin adulterar, es básico para vivir en una auténtica democracia.
Joglars también habla del lector
Y el público tampoco sale especialmente bien parado en esta sátira ya que lo considera, en cierta manera, corresponsable de lo que ocurre porque muchos medios se cuelcan en dar al lector lo que este demanda y que, a su vez, éste se trata sin digerir y sin ninguna lectura crítica, algo que puede terminar siendo realmente peligroso.
En definitva un montaje altamente recomendable, que de nuevo es una muestra de la calidad de los montajes que la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Ciudad Real está trayendo a la capital -que no tiene nada que envidiar a otras grandes ciudades-, y que no termina con un mensaje de todo abocado al derrotismo: si bien Martín reconoce que a veces el periodismo está lleno de basura que sale de donde menos se espera, no es un camino sin retorno. Si todos reflexionamos, podemos avanzar. Eso sí, siempre sin olvidar la ética, la verdad y la profesionalidad por delante del número de ejemplares vendidos.
