Fresca, burlona, festiva, lianta y requetelianta, la pieza ‘Crónicas anacrónicas de tres pícaros novohispanos’ trae hasta el Silo de Almagro desde el otro lado del Atlántico, con el liberador de toca clase de duelos y aprietos grito ‘ay, ay, ay, ay’ mexicano, a tres jaraneros comediantes con ganas de vender al público tesoros de diversión, un rico patrimonio de picaresca que se desarrolla en carpas a base de guasones y lúdicos sketches.
Con cofres de equipaje que al abrirse se transforman en teatrinos cuyos personajes aumentan de tamaño al presentarlos como títeres de palo, los tres pícaros viajeros interpretan a los protagonistas de tres fábulas seleccionadas de un amplio legado de entremeses. Uno de los pícaros, al que por lo de DF llaman ‘defencante’, procede de Ciudad de México; el otro de Yucatán y la tercera de Durango, y entre los tres, con guitarrinas y quintos, se reparten los papeles de breves obras, en cuya representación incluyen ingenio en la sorna, retruécano, requiebro y albur, así como humor absurdo de salidas ingenuas, sabias e inesperadas a lo Charlot o Cantinflas.
Comienzan con la fábula de unos guajolotes de tremendo carácter, aunque no inferior a sus damas, que entran en contienda de la que sale uno de los pavos muerto. Sus dueñas se lían a insultos y se cogen de la pechera antes de acudir a una autoridad de hambre canina que sólo busca sacar rédito de la disputa y aprovecharse de la enconada enemistad para dejarlas desplumadas.
Luego llega la fábula del estudiante pendenciero que se aprovecha de la candidez de un pastor confiado en hallar a sus mulas perdidas mediante la clarividente intercesión de unas ‘recogidas’ monjas. Pierde pesos el arriero, pero se marcha con ganas de renovar afectos tras su paso por el convento.
En cuanto al tercer sketch, la fábula de los carneros, describen el litigio entre un carnicero y un pastor, quien hace el uso de la estrategia aconsejada por su letrado de responder a todo como si fuera una oveja, balando. Modorro no se queda el pastor y emplea la misma maña cuando el picapleitos llega a cobrar por su contribución al engaño, quedando al final todos saldados al desvelarse los diferentes ardides y tretas.
Miguel Jiménez, Daniela Plaza y Carlos Herrera, con dirección de Antonio Algarra, ponen en escena con gracia, chispa y júbilo este fin de semana en el Silo esta degustación de seleccionados entremeses.