Dirigida por Yllana, “The Primitals” es un espectáculo musical de humor, interpretado por un cuarteto de virtuosos del canto a capela, Íñigo García Sánchez, Pedro Herrero , Adri Soto y Manu Pilas, que forman Primital Brothers.
Desde la haka inicial hasta el “Nessum Dorma” final los cuatro intérpretes, maestros del canto a capela, no dieron tregua al público. “The Primitals” nos llevó por una montaña rusa de emociones, en un montaje difícil de calificar, desde que se levantó el telón hasta que los de Primital Brothers abandonaron el escenario entre una gran ovación del público. Público que, como en todas las obras de Yllana, es el “jugador número 12” de la función, el quinto intérprete del elenco, bien sea de manera colegiada o de uno en uno y ese protagonismo del respetable llega hasta el sorprendente final.
La obra comienza con cuatro hombres salvajes que emiten sonidos guturales en un sobrio escenario (solo un trono de piedra) y que parecen amenazantes. Pero hemos venido a ver a Yllana y la danza maorí inicial se torna en una circunstancia tronchante en la que las onomatopeyas de los interpretes van de la Flauta Mágica a Misión Imposible. Y empieza la locura. Reparten plátanos al público, nos lanzan cacahuetes; hacen que el respetable de palmas a rabiar, levante las manos o dé besos.
Y, mientras, se va trenzando la historia, una lucha de poder, el “me gustaría ser califa en lugar del califa”, de aquel atrabiliario Iznogud de los tebeos. Mientras cantan (y como), gesticulan como posesos y bailan son capaces de desarrollar el argumento, hay brujería, un jefe autoritario al que le hacen vudú para quitárselo de encima, diabluras para intentar reemplazarle, todo eso aliñado con versiones de bandas sonoras conocidísimas como E.T., Indiana Jones o Star Wars, pasando por temas de éxito como Sweet Dreams, Juego de Tronos o una increíble adaptación de Carmina Burana. En la trama hay sitio para los Beatles, el soul, el rap, el flamenco, cualquier música que pueda ser interpretada tiene sitio en “The Primitals”.
El público entregado no dejó de aplaudir —ni de reír— durante toda la obra, algunas interpretaciones como la del “Lascia ch’io pianga”, del Rinaldo de Häendel, a rabiar y con “¡bravos!”. Y, por supuesto, el solemne “Nessum Dorma” final. El respetable premio al cuarteto de maestros con una ovación de las que hacen historia con el teatro puesto en pie.
Fue, en definitiva, un montaje admirable, que nos dejó boquiabiertos: una noche de teatro única.
