J. Y.
Ciudad Real
Un emocionado José María Barreda cerró anoche la presentación de Paisaje y paisanaje, un libro de “recuerdos y emociones” evocados a lo largo de sus años como político en su amada Ciudad Real, provincia donde nació y que reúne todo un mapa de sentimientos que son fuente de inspiración en su gobernanza.
Este lunes, Barreda no era el presidente de Castilla-La Mancha, sino el compañero, el amigo, el conocido, el vecino, el familiar, el amante… de las diferentes personas (cada una en su lugar) que abarrotaron el aula magna de la Biblioteca del Campus Universitario y que dieron cerrados aplausos a los comentarios, reflexiones, juicios y remembranzas de quien dijo subvertir la razón a la emoción. Y así “es complicado verbalizar un perfil del libro”, reconoció.
En un tono coloquial, iniciado en la presentación por el expresidente del Congreso de los diputados, Manuel Marín, quien abrió la brecha sentimental del presidente regional, Barreda se mostró en un primer momento “desconcentrado emocional e intelectualmente”.
No obstante, reivindicó en un discurso más racional una forma de gobierno basada en la proximidad y en la idiosincrasia de los hombres y mujeres de La Mancha. En sus recuerdos “apresurados”se mostró cercano “a las personas” porque “todos padecemos, sentimos y sufrimos”y, por tanto, “los que nos dedicamos a la cosa pública no podemos perder esta dimensión”.
Se refirió a los avances socioeconómicos registrados en la región en general y en la provincia de Ciudad Real, en particular, tras el punto de inflexión que significó el sistema de las autonomías. A su juicio, la trilogía transformadora que sirvió de “acelerador histórico” a Castilla-La Mancha fue la llegada de la democracia y la libertad, la inclusión de España en la Unión Europea y la dotación de la autonomía para la comunidad.
A nivel provincial, la evolución de la oferta universitaria, de un puñado de títulos a los más de veinte grados actuales, ha sido una de las herramientas -opinó- para que Ciudad Real dejara de ser la capitaleja. El ferrocarril del viejo Correo dio pasó, recordó, a primeros de los 90 a la Alta Velocidad, que otorgó a los ciudarrealeños una cercana vecindad con Madrid.
Este desarrollo, reiteró, ha sido posible gracias a la aportaciones de todos los castellano-manchegos y a la toma de decisiones “desde aquí”. Por ello, su gestión, aseguró, esta vertebrada “en un esfuerzo de inclusión” de todo tipo de gente y cualquier ideología. “Todos somos necesarios y todo el mundo debería estar dispuesto a colaborar” con una política “de diálogo, de pacto y consenso”.
Por contra, reprobó la actitud “de la resignación y del ir tirando al que estábamos condenados inexorablemente” y apostó por una política “dinámica y cercana” con un grado de interlocución asequible con los ciudadanos. Y precisó con aparente emoción que sólo se consigue este fin cuando se conoce la tierra y a los paisanos. “Nadie que no ame profundamente a Ciudad Real y a Castilla-La Mancha y que no sienta amor a su tierra, es complicado que tenga simpatía por ella, y que vibre y padezca con los problemas y las alegrías de los ciudadanos”.
Al final, tras recorrer anécdotas y leyendas literarias locales, confesó que escribir Paisaje y paisanaje “me ha hecho ilusión y me lo he pasado bien”.
De su aldo, Manuel Marín, se mostró como un insuperable mantenedor en una acto entre viejos amigos.
Ya anunció a Barreda en el principio que se fuera “preparando” porque “he venido a pasar un buen rato”. Y así fue, el auditorio se venía abajo con el relato templado que hizo a través de las anécdotas relacionadas con la familia del presidente castellano-manchego, porque “soy un especialista de los Barreda”.
Evocó, para presentar el libro de recuerdos, momentos de la infancia de ambos con experiencias de juventud compartidas con Luis y Ramón, hermanos de José María como cuando los miembros de La cueva hicieron una gira teatral en una galera.
Pero dibujó un perfil del hombre, en el que veía a un gestor que gobierna “con la diligencia de un buen padre de familia y también de abuelo”, por lo que las “gentes de la región aprecian la claridad de su política”.
En el saco de las emociones espetó al autor del libro que su mujer, Clementina Díez, “es mejor que tú” y se mostró a sí mismo como un estoico puro, devenido en vintage, y con una vida tranquila tras superar su condición de vieja guardia.
El profesor universitario se revolvió al recordar las críticas sobre que los socialistas habían puesto a la región en el último puesto de la cola. “Es absurdo y no es verdad”, terció y criticó que se haga oposición desde el fatalismo y la disquisición burda. “No se puede hacer oposición ridiculizando los logros” porque de esta manera “no se gana nada”.
Y yendo al momento “que nos toca ahora”, en plena precampaña electoral para los comicios municipales y autonómicos de mayo, apeló a que es necesario que “el hombre feliz” (Pepe Valverde) sea alcalde de Ciudad Real, y que José María Barreda “siga Gobernando en Castilla-La Mancha porque es fundamental”.