Julio César Sánchez
Almagro
Éxito rotundo el cosechado por ‘Las Harpías en Madrid’ en su estreno del pasado viernes noche en las tablas del Corral de Comedias de Almagro. Y es que no hay nada como la vigencia temática -y una buena interpretación de las actrices y actores, por supuesto- para conseguir el aplauso de las butacas. Ambos factores -vigencia temática y buena interpretación- se dieron cita en la versión de Fernando J. López y Quino Falero de la obra de Castillo Solórzano, nunca antes adaptada para el teatro, y cuyo juicio del público una vez terminada la representación fue una cerrada y prolongada ovación acompañada de “Bravos” desde el primer envite.
Y es que, desgraciadamente, el argumento de Las Harpías en Madrid y todo su trasfondo social, continúa siendo moneda de cambio en la sociedad actual, en la que la figura de la mujer sigue siendo objeto de juicios estereotipados no demasiado favorecedores, además de continuar sufriendo injustificadas desigualdades con respecto al hombre.
Lo único que hacen Teodora, Luisa y Feliciana, encarnadas con viveza por Nuria González, Marta Aledo y Natalia Hernández respectivamente, es intentar sobrevivir, y en la medida de sus posibilidades medrar, en una sociedad que pocas oportunidades de tal deja a la mujer que no se encuentra bajo el manto protector masculino, en cualquiera de sus modalidades. A muy duras penas se contemplaba con naturalidad en el siglo XVII la figura de la mujer al margen de la del hombre, a quien debía servir sin oposición, a pesar de la desconsideración psicológica y física que con frecuencia se veían obligadas a soportar, cuando no el maltrato directo. ¿Nos suena eso aún en pleno siglo XXI? Triste vigencia.
En tal tesitura, estas tres mujeres recurren a la picaresca y a la explotación de sus encantos y agudezas para sobrevivir en un Madrid barroco, rufián y de “Agua va”, en el que triunfa el teatro de Lope, y se escuchan ecos de las obras de Garcilaso o Cervantes.
Especialmente emotivos, más allá de la risa a menudo provocada por las situaciones incluidas en la obra, resultaron los monólogos de Teodora, quien requería de la reflexión a la hora de enjuiciar el proceder del trío femenino protagonista, el cual no difería en demasía con respecto al de los hombres de la época.
Mención aparte merece la magnífica actuación de Juanan Lumbreras en el papel de Horacio, el afeminado pero solícito galán que requiere a Luisa, y el entonado trabajo de Paco Déniz como el poetastro César.
En suma, una obra que aúna entretenimiento y mérito escénico amparándose en un trabajo con cerca de cuatrocientas primaveras, pero con un argumento harto actual. Es decir, un clásico; Y ¿qué es un clásico? Algo atemporal. Pues eso.