Instrumentos, unos pocos; un biombo, bolos y cuchillos de malabares fueron todo lo que necesitaron tres actores para contar la historia del Campo de Calatrava desde prácticamente el inicio de los tiempos. Con una combinación de juglaría, romance de ciego y ‘Érase una vez…’ esta tierra del Campo de Calatrava, así como una comicidad próxima a los Python en situaciones en las que tienen tanta relevancia lo importante como lo absurdo, el trío de intérpretes sacó a relucir múltiples episodios históricos que contribuyen a comprender la identidad y alicientes de esta comarca.
Dirigido por el chileno Francisco Sánchez Brkic, que con guitarra, acordeón y flauta acompañó en directo la trama con descriptivos ritmos, punteos y fraseos, el elenco conformado por Javier Jiménez, Rafael Abenza y Pilar Laguna protagonizó un brillante estreno en el Teatro Municipal de Almagro de ‘En un lugar de Calatrava’, pieza que, a partir de las raíces culturales, ofrece un didáctico y lúdico viaje por la historia calatraveña.
Javier Jiménez es capaz de contar con toda clase de detalles la historia más intrincada mientras hace volar objetos en sus malabares, y los bolos con los que subió al escenario hicieron las veces de huesos, vasijas de vino, cuernos, arcos y flechas, cruces, mazas para golpear y de contorno para perfilar desde el mapa del tiempo hasta la geografía peninsular y del norte de África con el propósito de mostrar incursiones y desplazamientos de pueblos.
Pero todo comenzó con los choques de las placas tectónicas y las erupciones de volcanes cuyos cuellos fueron emulados por bongos puestos del revés, las luchas -a tortazos- por el dominio del territorio por parte de los pueblos íberos, la llegada a la que llamó ‘tierra de conejos’ de Roma que envío a los lugareños a extraer minerales, galeras y defender la extensión de un imperio que cada vez se ampliaba más y más como los malabares con filigranas cada vez más alejadas. La irrupción de los bárbaros y la asunción del poder en Hispania de los visigodos con Corte en Toledo fueron la siguiente escala del viaje con un divertido gag del monarca con cuernos en el casco, recreados con mazas, usando el derecho como recipiente de vino con el que brindaba y convidaba y el izquierdo como si fuera un apetitoso muslo de pollo o jabalí al que mordía con fiereza.
De arrianos pasaron a ser católicos, y luego llegaron los musulmanes con su expansión por la Península, una hegemonía de siglos, los enfrentamientos y defensas de las fronteras ante el empuje cristiano, y la construcción del castillo de Calatrava la vieja junto al Guadiana, lo que supondría un foco de infecciones por insectos y agua estancada.
Rafael Abenza, entre otras divertidas escenas, bordó su humorística interpretación como vigía musulmán comunicándose con los brillos de su espada con otras fortalezas y expresando su incomprensión ante unos cristianos que devoraban cochinos y no tenían ni idea de regadío. El peligro latente en este territorio fronterizo hizo que ante la primera ilusión por conseguir posesiones finalmente se rilaran de defender estos lares el duque del Ducado Caducado, la marquesa del Puente Roto y Seco, y el conde de Valdepuercos, lo que propició que el barbudo y coraginoso Raimundo de Fitero plantease la creación de la Orden de religiosos guerreros de Calatrava. La derrota de Alarcos, con el sacrificio de calatravos y la huida de Alfonso VIII tomando las de Villadiego, también fueron recreadas, así como las retriplicadas fuerzas de los reyes de Castilla, Navarra y Aragón en la batalla de las Navas de Tolosa que se saldó con una determinante victoria cristiana.
La construcción del castillo de Calatrava la nueva, ante los hándicaps de la vieja, y la implantación de la sede de la Orden en Almagro aparecieron, así mismo, en un dinámico trayecto histórico que reparó que la ciudad encajera cuenta con dos festivales internacionales de teatro: uno el Contemporáneo, que acoge el estreno de esta obra; y otro el Clásico, en el que se representan piezas como ‘Fuenteovejuna’, con un comendador calatravo que abusa del pueblo, como le confiesa en una hilarante escena, de vecinas hablándose por las ventanas, Angustias, encarnada por Jiménez, a Laurencia, a quien da vida Pilar Laguna.
El biombo hizo las veces, entre otras muchas cosas, de corte, fortaleza, castillo, túnel, casa de vecinos y pizarra para pintar de forma esquemática los hechos; y castañuelas para simular el trote de corceles, un buen puñado de cencerros para el de un rebaño de ovejas, flautas que se convirtieron en catalejo y hasta telescopio, fueron elementos sonoros, junto a otros como campanas y bongos, utilizados en la descripción de acontecimientos y características de esta tierra, para lo que también emplearon originales versiones de canciones populares.
Una gran ovación se llevó el espectáculo, construido gracias al apoyo de la Asociación para el Desarrollo del Campo de Calatrava y el Celcit, y que es el germen de la nueva compañía Tryo Teatro La Veleta.