“Ahora jugamos a que no somos ni racistas, ni clasistas”, pero esas barreras no han desaparecido aunque “finjamos que sí”, indica Angélica Rogel, que encontró paralelismos entre los temas que se tratan en ‘El perro del hortelano’ con el cine en México de finales de los años 40 y principios de los 50, lo que la llevó a situar la comedia de Lope de Vega en la estética de la época dorada del cine mexicano.
La producción que dirige de la Compañía Nacional de Teatro de México se podrá ver del jueves 11 al domingo 14 de julio en la ya más refrescante, con las mejoras en la climatización acometidas en esta edición, Antigua Universidad Renacentista (Áurea), donde se podrá disfrutar de un montaje de “gran potencia musical”, sobre todo los boleros, aunque también sonará un tango y hasta una ranchera, interpretados en directo por Carlos Gómez Matus.
Además de la marcada diferencia de las clases sociales, que se refleja tanto en el texto de Lope como en esa época del cine mexicano, se halla la situación de una mujer que quiere valerse por sí sola pero a la que la sociedad le indica que debe conseguir un marido, alguien que la respalde, de manera que, a su juicio, no es que Diana sea el perro del hortelano o que no sabe lo que quiere, sino que, por un lado, está el honor que determina la sociedad y, por otro, lo que siente, lo que la lleva a no saber qué hacer y a que ‘Ni picha, ni cacha ni deja batear’, expresión mexicana inspirada en el béisbol.
Para Rogel, que dirige por primera vez una obra del Siglo de Oro, acercarse a un clásico es como hacerse un tatuaje. “Te atrapa, encuentras en las palabras cosas que no hallas en la dramaturgia actual y quieres seguir rescatando y explorando en textos en los que ves cómo puedes reflejarte”.
La propuesta de la Compañía Nacional de Teatro de México busca que no se pierda la musicalidad y naturalidad del verso de Lope y, al mismo tiempo, que “diga cosas”, conjugando la riqueza para el oído con la transmisión de ideas profundas, así como haciéndolo ameno y próximo para la gente joven y aportando la visión mexicana a lo que acontece en el texto, comentó Victoria Benet, encargada de dar vida a Dorotea y Celio en un montaje en el que se juega con la estética en blanco y negro de la época dorada del cine en México y una escenografía que puede aludir a tanto de estas películas como a las casonas de Belflor.