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Pasa de todo en las bibliotecas y lo cuenta con humor

Un pionero anecdotario que desmonta que el bibliotecario es distante y huraño

Esteban Jiménez presenta un manual irreverente conformado por cincuenta y cuatro relatos

Sus primeras publicaciones fueron crónicas deportivas en Lanza y ahora debuta en la ficción con 'Sin título propiamente dicho' / A. R.
Sus primeras publicaciones fueron crónicas deportivas en Lanza y ahora debuta en la ficción con ‘Sin título propiamente dicho’ / A. R.
A. Ruiz / CIUDAD REAL
Ambidiestro, jugaba de extremo izquierdo y ahora, a puntito de jubilarse, las sigue poniendo al punto de penalti para rematar a placer la lectura de amenos relatos, plagados de anécdotas, de su vida de bibliotecario.

    Esteban Jíménez, justo seis días antes de coger la jubilación tras treinta y dos años atendiendo en la Casa de la Cultura del Prado y la Biblioteca Pública de Estado en el parque de Gasset, presentó el viernes un libro cuyo título se puede hasta olvidar al decantarse por llamarlo ‘Sin título propiamente dicho’, en un guiño a su profesión al referirse a una de las normas de catalogación de los ejemplares que entran en una biblioteca.

    Infanteño, ha contado con prólogo de su paisano de la comarca del Campo de Montiel, el humorista José Mota, quien recomienda no perderse este volumen publicado por la editorial Serendipia que desmonta percepciones como que los bibliotecarios son huraños y distantes o que las bibliotecas son lugares muy serios en los que nunca pasa nada.

    Estructurado a modo de manual, aunque “irreverente”, este pionero anecdotario de bibliotecario reúne hasta cincuenta y cuatro relatos cortos en los que pasa de todo y contado con buen humor y un punto de ironía a partir de curiosidades y experiencias vividas en el día a día desde primeros de los ochenta, por comentarios de compañeros antes de que Jiménez empezara a ejercer, hasta la actualidad.

    Así, lo mismo suceden inéditos hallazgos como encontrarse una loncha de jamón york que un usuario había situado a modo de marcapáginas en un libro, dejándolo pringado aunque ésta ya estuviera reseca, o cómo un conserje, cuando había pocos bibliotecarios a primeros de los ochenta, utilizaba una varilla de las que se empleaban para insertar las fichas en los archivos para ensamblar chorizos o trozos de carne a modo de pincho moruno que luego asaba en la carbonera de la antigua Casa de Cultura para almorzar.

    Pero también estaba un usuario, que hoy se llamaría ‘hater’ u odiador en las redes sociales, que se dedicaba a hacer anotaciones personales en los periódicos, en especial los artículos de opinión y noticias de política, que habitualmente eran “muy agresivos contra los personajes que seguramente no eran de su ideología: les ponía viñetas, cuchillos amenazando e insultos como al paredón, criminal o chorizo”. Como “no lo pillábamos nunca, nos costó muchísimo”, tuvieron que solicitar que se rellenara una ficha cada vez que pedían el periódico, “hasta que se fue quitando de escribir”.

    De vivencias personales está repleto el libro, como cuando le tocó acompañar por varios pueblos de la provincia con su coche a Manuel Vicent, quien, “además de escribir y leer mucho, habla mucho y nos liamos a hablar los dos y no paramos. Tuvimos que hacer un viaje a Bolaños, después a La Solana, luego volver a Almagro…, todo el día juntos y el hombre encantador. Yo leía su columna semanal en El País y lo admiraba mucho, con lo que imagínate yo con un admirado escritor en mi Citroën Visa que tenía en aquellos momentos por las carreteras de la provincia. Y después de comer juntos y dedicarme uno de sus libros, le dieron de regalo un obsequio de productos de la tierra con vino, queso,… y, conforme se lo daba la coordinadora de la jornada, me lo entregó a mí. Y yo: ‘qué no, que esto es para usted, que no puedo’, y la coordinadora, enseguida, ‘’qué no, que esto es para usted, si él ya tiene aquí vino y queso’, aunque yo pensaba para mí ‘no como todos los días queso de éste’, pero, bueno mi educación no me permitía cogerlo. Y tuvimos que insistirle hasta cuando se iba en tren que se lo llevara: ‘Hágame caso, por favor, se lo agradezco’”.

    De otros bibliotecarios también hay sucesos que no se salvan de salir en los relatos como el que le sucedió a un compañero en la antigua Casa de Cultura, que vio “cómo un ladronzuelo pasó a la oficina y cogió un bolso, que precisamente era el de su mujer, y se fue detrás de él. Bajaron la escalera, salieron a la calle y tuvieron una persecución callejera larguísima en la que el ratero soltaba objetos del bolso para ver si su perseguidor se quedaba recogiéndolos y no le alcanzaba hasta que, después de dar muchas vueltas, llegaron a la plaza de la Diputación y lo encontró, pareciéndole que estaba hablando tranquilamente con dos personas. Se acercó con mucha ira, muy cabreado, y los otros le detuvieron ya que quería pegarle, enseñándole la placa de policía ya que le conocían y le habían pescao”.

    Autor de artículos principalmente relacionados con la historia y el patrimonio, siendo sus primeras publicaciones crónicas deportivas precisamente en Lanza, ‘Sin título propiamente dicho’ es su debut en ficción, línea de creación que quiere seguir cultivando. “Intentaré escribir” posiblemente una novela, quizás otro libro de relatos. “A ver si las musas me ayudan ya que he arrancado, que ya iba siendo hora”, comentó con buen humor Jiménez, quien en ‘Sin título propiamente dicho’ también refleja sus gustos literarios.

    “En el libro, menciono unas cincuenta obras, la mayoría de ellas han marcado mi vida y no dejan de ser como una guía de lectura que a mí me ha servido y puede servir a otros lectores. Muchas de ellas son clásicos, hablo de ‘El Quijote’, ‘El Buscón’ de Quevedo, el ‘Lazarillo de Tormes’, ‘Cien años de soledad’ ya del siglo XX, pero también ‘La Odisea’ de la antigüedad clásica y aparecen, así mismo, “algunas que no es que sean mi favoritas pero que venían a pelo”, al tiempo que cita “diez o doce películas”, así como revistas. “Bajo esos relatos que quiero compartir, difundo a la vez las bondades de la Biblioteca enmascaradas en relatos humorísticos”.

    Otro Jiménez

    José Luis Sobrino, de la editorial Serendipia, y Antonio Galán, también bibliotecario y escritor, participaron en la puesta de largo de ‘Sin título propiamente dicho’, al igual que Enrique Jiménez, jefe del Servicio de Cultura de la Junta de Comunidades, quien habló de lo que le une al autor del libro: “Del Campo de Montiel somos los dos, ambos nos apellidamos Jiménez, trabajamos en el mismo sector, hemos jugado al fútbol y somos del Madrid”.

    En su intervención, se apoyó en el discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua de Javier Cercas el pasado noviembre para echar por tierra malentendidos como que los autores están alejados de la realidad, en su mundo, todo lo contrario que Esteban que es una persona muy próxima a la tierra, los lectores y usuarios; que el protagonista del libro no es el escritor, sino como en este caso quienes acuden a la biblioteca; o que la literatura y el arte son minoritarios, puesto que en este libro se habla de “la experiencia humana, Esteban habla de lo que ha vivido”.

    Desde el propio título y el fresco prólogo de José Mota, se trata de un libro “muy interesante” conformado a partir de una trayectoria de más de treinta años de carrera profesional y en el que también se habla “del espacio que ha ocupado la Biblioteca tanto en el Prado como en la Avenida del Ferrocarril en el corazoncito de los ciudarrealeños, de cómo un edificio se integra en la ciudad y cómo los ciudadanos se integran en el edificio haciéndolo suyo con anécdotas muy curiosas”. En uno de los capítulos, por ejemplo, se subraya que la literatura es el mejor camino a la educación y tanto es así que, literalmente, muchos vecinos de la Biblioteca actual, en vez de dar la vuelta, pasan por ella para llevar a los escolares al Ferroviario, cruzan las familias por la biblioteca con los niños para ir al colegio”.

    Es un libro que refleja que los bibliotecarios no solamente hacen callar a la gente sino que también tienen voz. “José Mota lo viene a decir, que tenemos la imagen del bibliotecario como un poco huraño mientras que realmente el contacto con los usuarios es tremendo”, expuso, así como que muestra también “la incertidumbre que se abre sobre las bibliotecas y bibliotecarios con los nuevos soportes, los libros digitales, y cómo la biblioteca no es sólo un lugar donde se prestan y devuelven libros, sino que es un centro cultural donde se hacen un montón de actividades”.

    “Habrá bibliotecarios serios, pero nuestra profesión es muy divertida y multidisciplinar, abarca ya muchos campos no solamente el libro, el estudio y la consulta, sino que hay muchísimas cosas: las redes sociales, las actividades culturales….”, agregó el autor de un libro ‘Sin título propiamente dicho’.

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