Entre cuerdas, en tonos marrones, jugando con las marionetas, las luces y la música, la Escola da Noite y el Centro Dramático de Évora nos han acercado una ‘Embarcaçao do Inferno’ que a priori se encuentra muy alejada de la sensibilidad de nuestro tiempo. El auto de Gil Vicente nos sitúa en un puerto, del que se disponen a partir la nave que conduce al paraíso y la que lleva al infierno. Las almas de los muertos recientes buscan acomodo en la primera y casi siempre lo encuentran en la segunda. Así, un usurero, un judío, una proxeneta, un hidalgo, un zapatero, un juez, un ahorcado… cargados con sus pecados irán completando el pasaje al infierno. De nada les valen sus argumentos. Todos menos el tonto. Ese, el ingenuo, el que nunca hizo mal, tendrá el beneplácito del ángel, capitán de la nave paradisiaca.

Conocer nuestros orígenes es casi una obligación. El problema es que no siempre es sencillo, que cuanto más nos alejamos de nuestro presente nos vamos encontrando con escollos de diversa índole. La lengua se va embrollando, aunque en este caso Gil Vicente optó por su portugués natal y no por el castellano que tantos otras veces utilizó; el mundo que describen se nos va haciendo extraño, pues en lo material no es el mismo; y, lo más importante, el universo mental de los autores y aquellos a los que va dirigido el texto es diferente al nuestro. Puede que no en lo esencial, pero sí en todo lo que le rodea. Un hombre o una mujer del siglo XV veía el mundo de manera muy diferente a como lo vemos. El teatro reforzaba y matizaba esa visión, que, además, estaba empezando a cambiar radicalmente. Así, los Gil Vicente, Lucas Fernández, Juan del Enzina o Torres Naharro despliegan ante nosotros unos textos difíciles por la lejanía, ingenuos muchas veces, casi sin argumento otras, plagados de alegorías que concretan conceptos abstractos.

Iniciativas como la que hemos podido ver en el palacio de los Villarreal nos acercan a ellos, nos congracian con lo que fuimos y ya no somos. Y lo hacen, más que por los textos, gracias a una escenografía brillante, un sonido envolvente y pertinente y unas actuaciones convenientemente exageradas. ‘Embarcaçao do Inferno’ forma parte de un tríptico de naves dispuestas a partir, las dos restantes al Purgatorio y a la Gloria. Los tópicos, más medievales que renacentistas, con los que están construidos, puede que se nos antojen algo extraños, pero la esencia de estas obras sigue tan actual como cuando fueron compuestas. Si las respuestas que nos da Gil Vicente a menudo no nos convencen, las preguntas, sí.

Dirección: Antonio Augusto Barros
Escenografía: Joao Mendes Ribeiro y Luísa Bebiano
Vestuario y marionetas: Ana Rosa Assunçao
Iluminación: Antonio Rebocho
Música: Luis Pedro Madeira
Reparto: Ana Meira, Igor Lebreaud, Jorge Baião, José Russo, Miguel Magalhães, Rosário Gonzaga, Ricardo Kalash y Sofia Lobo