Peces fluorescentes, luminosos en las oscuras profundidades del mar, como muestra del paraíso de los océanos, merodean, incluso le dan ‘piquitos’ a un chaval o chavala que, procedente del año 2050, fecha en la que puede que ya no queden apenas pescados ni arrecifes de corales por la contaminación, se ve condenado a presenciar todo lo que ha ocurrido para generar la catástrofe de la destrucción de la vida en el entorno marino.
Un demonio de ojos rojos y trompa que nace de la frente e iluminada en su extremo, con rasgos entre “un pez linterna, una ballena, un sapo y peces de las profundidades”, actúa de juez desentrañando los pecados cometidos en un entorno de creciente toxicidad y encaminado a la extinción de especies.

En sintonía con el “espíritu crítico y satírico” de Gil Vicente, que describe hipocresías y maldades de su sociedad, la compañía gallega Moving Compass narra con una propuesta muy plástica y visual en su ‘Barca del infierno’ el desastre generado en la contemporaneidad por los seres humanos mediante vertidos, abandono de residuos y microplásticos.
“Es nuestro viaje a los infiernos”, el del cambio climático y la devastación del planeta, comentó el director del montaje, Rafael Rey, nada más llevarse este miércoles la ovación del público en el Corral de Comedias de Almagro por un espectáculo que parece estar “patrocinado por el Punto Limpio y las playas”. De ahí lo han recogido casi todo: el 90 por ciento del material empleado en una muy vistosa y eficaz escenografía es reciclado, desde un bidón metálico empleado para la percusión en directo hasta las grandes alas de bolsas de plástico de colores de la gaviota, cuyo cuerpo también es un bidón de plástico.

Culpas como la gula representada por la gaviota; ira por un tiburón al que seccionan las aletas, se queda sin alimento y sufre las aniquiladoras consecuencias de la pesca de arrastre; y soberbia por unos corales que, proporcionando oxígeno y siendo refugio de animales, se van quedando esquilmados, aparecen en el transcurso de un juicio, en un julio de altísimas temperaturas, apocalíptico.
Del teatro del movimiento, los títeres y la expresividad de las máscaras de la tragedia viene el elenco de siete jóvenes intérpretes -cuatro gallegos, dos franceses y una madrileña- de la compañía de Santiago de Compostela Moving Compass, que emplea en la ambientación musical de la obra las propias botellas y garrafas de plástico, además de la potencia expresiva de la gaita y la dulce y ensoñadora sonoridad de la kalimba.

Patrocinado por el Centro Dramático Gallego a través del programa ‘Clasical Desfeitas’, el montaje parece fruto de los ‘hijos del chapapote’, siendo muy niños los intépretes cuando se clamó el Nunca Máis por el desastre del Prestige en 2002. “Beberemos de ahí, pero también nos sentimos una nueva generación que busca camino, entendiendo el lugar en el que estamos, buscando lo que queremos decir y de qué temas hablar hoy a nivel grupal en el teatro”.