“Una mujer desenfadada, luchadora, alegre, sin tabúes, que se pone el mundo por montera y decide ser feliz a pesar de todas las reglas y prohibiciones”. Todo eso le atrajo de Julia d’Aubigny a la escritora Vic Echegoyen para elaborar la novela ‘La voz y la espada’, en la que narra, con mucha acción y humor, la intensa vida de esta mujer considerada “la mejor espadachina de su tiempo” y, al mismo tiempo, una gran diva de la ópera.
Ambientada en París durante el reinado de Luis XIV, Bruselas y Madrid, la novela sigue los pasos de una mujer que “se batía en duelo, no con uno sino con tres hombres a la vez y los derrotaba. Era un peligro público”, perseguida por las fuerzas del orden de la época, y también fue “una contralto con una voz espectacular en la Ópera de París”. Bisexual, aventurera y muy camaleónica, “a veces se hacía pasar por hombre y a veces por mujer, y se enamoraba de hombres y mujeres, de novicias y de reyes. Tuvo una vida increíble, un poco una ‘Alatriste’ pero en mujer”.
“Se transformaba en lo que necesitaba en cada momento para sobrevivir y salir adelante”, despuntando, además, en todo lo que hacía, expuso en la presentación de la novela en la librería Serendipia Echegoyen, para quien D’Aubigny optó, en lugar de por una vida tranquila y sumisa, por “vivir la vida a tope y explorar todas las posibilidades”, para lo que “la única manera que tenía de hacerlo a veces era hacerse pasar por un hombre, y así lo consiguió”.
“La mujer a la casa, la iglesia y la cocina”, pero D’Aubigny no tuvo reparos en hacer “todo lo que hacían los hombres en su época” y hacerlo mejor que ellos, destacó la autora de una novela en la que predominan la aventura, la pasión y el romance, con “un gran número de anécdotas muy divertidas, de situaciones realmente de comedia porque se mete en muchos líos ella solita”.
“No es un gran drama con muchos reyes, sino la historia de una mujer real que tenía un carácter, alegría de vivir y fuerza de voluntad enormes”, subraya la escritora natural de Madrid, que vive entre Hungría, Austria y Bruselas y que tiene una estrecha relación familiar con La Mancha.
En crónicas de la época, cartas, gacetillas, poemas y canciones sobre D’Aubigny, quien fue muy famosa y estaba en boca de todo el mundo que hablaba de sus escándalos tanto en la corte como en el pueblo y la iglesia, se basó Echegoyen para escribir la novela. “La gente sabía que había una grandísima cantante de ópera, actividad para la que D’Aubigny usaba varios nombres, y una grandísima espadachina, pero poca gente sabía que eran la misma persona”, quien, “cuando estaba en la cima de su fama como cantante y espadachina, desapareció con 35 años. Nadie sabe qué fue de ella. Tenía muchos enemigos y no se sabe si la mataron, secuestraron, encerraron en un convento como hacían en aquella época con las mujeres díscolas o se enamoró, casó y se fue a vivir a alguna provincia” más o menos alejada y nunca más se supo de esta heroína y diva que, así mismo, ayudaba a escapar a gente perseguida como a los protestantes de la época. “Es un misterio que hay que desvelar todavía y yo propongo una pista”, subrayó Echegoyen.
A pesar de todos los palos que recibió D’Aubigny y las desgracias y pérdidas que tuvo, en su vida predominan la felicidad, el arrojo y la lucha contra la adversidad, señaló Echegoyen, al describir a una mujer que “se lanza a la aventura, va de una a otra sin reflexionar mucho y vive cada día como si fuera el último, a tope y con mucha intensidad”. “Le pasó de todo a la pobre y siempre salió adelante” con un ‘voy a recuperarme y reponerme porque merece la pena’, que es el mensaje que la propia Echegoyen busca transmitir con su novela.
Con familiares por parte materna y amigos en Malagón, Los Quiles y Daimiel, a Echegoyen “le tira” mucho La Mancha, “mi corazón está aquí” tanto por lazos afectivos como porque, para ella, en esta tierra está “el alma de la lengua española” por autores como Cervantes y Santa Teresa.