La vicedecana de Alumnos y Actividades Culturales de la Facultad de Letras, Karina Trilles, impartió este martes en la Escuela de Arte Pedro Almodóvar la conferencia ‘Aby Warburg. Sismógrafo de lo icónico’, en la que realizó un recorrido por el legado “rompedor y muy poco conocido” del pensador alemán.
Su propuesta “rompe con la idea de Historia como línea temporal rígida”, “dinamita la sucesión lineal”, con lo que el historiador deja de ser un cronista-inventor de un pasado que concuerda con su presente, y su labor es la de una especie de sismógrafo que va poniendo de manifiesto y registra los pequeños cambios no oficiales que son los que “realmente dan contenido a la Historia del Arte”.
Pese a que falleció en 1929, hoy en día es difícil encontrar un discurso articulado de la obra de Warburg, expuso Trilles, que estimó que ese “inquietante silencio” podría deberse a la amplitud del proyecto vital e idiosincrasia de un autor que se empeñó en apartarse de los círculos académicos y se obstinó en no ser un intelectual al uso. Perspicaz pensador y perfeccionista en el uso de la palabra correcta, el estilo de Warburg es como una ‘sopa de anguila’ que, como todo en este autor alemán, tiene la doble interpretación que alude, por un lado, a lo resbaladizo y, por otro a la combinación de ingredientes aparentemente diversos y sin conexión pero que proporcionan un resultado sorprendente, aunque a veces pesado.
Warburg, nacido en 1866 en el seno de una familia de banqueros judíos alemanes de Hamburgo y que declinó ponerse al frente de la fortuna familiar en favor de su hermano que debía a cambio facilitarle la adquisición de libros, creó la Biblioteca de Ciencia de la Cultura en Hamburgo en la que los títulos se ordenaban por la ‘ley de la buena vecindad’ o la búsqueda de respuestas ante problemas, de manera que cambiaba los ejemplares de lugar según sus inquietudes. Esta gran biblioteca de 65.000 volúmenes fue trasladada por sus colaboradores, ante el ascenso de los nazis en 1933, a Londres al actual Instituto Warburg.
Precursor del giro icónico que llevaron a cabo Boehm y Mitchell, Warburg ha influido decisivamente en la obra de relevantes historiadores del arte como Gombrich y Panofsky, comentó Trilles, que destacó que con este pensador alemán se pasa “de la Historia a las historias, de la línea al sismógrafo” y “lo que prima en Warburg”, a quien no le gustaba que el saber fuera algo delimitado de manera que sabía, entre otras ciencias, de arte, filosofía, mitología e historia, es “perderse y darse el gusto con el hallazgo aunque fuera una idea peregrina”.
Warburg se posicionó en contra de la idea de belleza de Winckelmann del “arte sin historia” y del formalismo de Aloïs Riegl de “historia sin arte” que prioriza la historia ante la expresión artística, y apostó por mostrar que todas las capas están conectadas y la presencia de lo nimio y pequeño que conlleva también lo impuro.
Las imágenes “saltan el tiempo y el espacio”, viven más allá de una hornacina, habitan más espacios y transcienden el tiempo en el que fueron creadas, según las aportaciones del pensador alemán, quien convivió con los indios Hopi, en cuyas danzas expresaban experiencias vividas.