‘Yo sólo vine a ver al jardín’. Pues menos mal, porque, como poco, sorprende, disloca y transgrede el montaje del Colectivo Amor&Rabia que, inspirado en ‘Los jardines y campos sabeos’ de la escritora aúrea Feliciana Enríquez de Guzmán, se ha alzado ganador del XI Certamen AlmagrOff y supone una “celebración” en torno al cuerpo y el deseo, al “placer y autoplacer sexual femenino”.
En sintonía con lo que se espera con este certamen Off de apostar por propuestas ‘rompedoras’ y que traspasen los habituales cánones, la producción del madrileño colectivo tiene en vilo al espectador que, ya de por sí, se queda asombrado ante la sinceridad de la protagonista, Aglaya, de desear no sólo gozar de un pretendiente, sino de todos, de los seis que chatean con ella.

Si lo hiciera un ‘Don Juan’ no desconcertaría tanto, incluso iría acompañado de la admirativa palmadita en la espalda del ‘qué cabrón, qué bien te lo montas’, pero como es una mujer hasta su propio padre, que quiere conocer al que cree único pretendiente, reniega de la ‘mamarrachada’ que le confiesa su hija de estar ligada a media docena de amantes, algo que identifica con el calificativo de ‘puta’.
La actriz Lluna Issa Casterà encarna a esta mujer en el utópico espacio de un jardín particular, íntimo y alejado de las convenciones sociales, al que acuden los amantes -surgidos de entre el público- sobre los que, desnudos y acostados uno junto al otro, rueda su cuerpo, mientras ellos gimen de placer, surfeando sobre sus torsos como si fueran olas.

Bajo la dirección de Carla Nyman y con iluminación de Elvira Casalins, es una obra sobre la “emancipación del deseo de la mujer”, un festejo en el que el propio cuerpo habla, una celebración de la curiosidad para repensar qué es el cuerpo y el deseo y una pieza en la que “nos preguntamos por distintas formas de amor y por el amor también”, expone Casterà. Frente al concepto prefijado, “hay algo como muy incierto y desconocido sobre el amor” y, como mujeres, “tenemos mucho que aportar a eso que es el amor que va mucho más allá”.
En la trama, la protagonista juega con los pretendientes como si fueran muñecos como una “metáfora de la infancia y el juego, de cómo pasamos de esos juegos de la infancia a los de la madurez y cómo se va desarrollando el deseo de la mujer a lo largo de los años”, yendo, en esa radiografía del deseo, a la infancia para redescubrir el cuerpo y replantearlo todo desde los inicios.

Diferentes códigos y lenguajes escénicos, como proyecciones, entre otras, de la protagonista que abandona el Teatro Municipal para hablar por teléfono con su padre por las calles de Almagro, se fusionan en el espectáculo, en el que también se busca la implicación de los espectadores, subiendo a seis comensales elegidos entre el respetable al escenario para compartir una bacanal sensorial con vino y apetitosas frutas.
La espontánea reacción de los ‘elegidos’ entre el público para participar en esa placentera mesa contribuye a ensalzar la refrescante e imprevisible propuesta escénica que parte de una autora muy poco conocida del siglo XVII como Feliciana Enríquez de Guzmán con unos textos y perspectiva que les “fascinaron” y que son muy “arriesgados” para su época como “lo que intentamos hacer nosotras en escena dentro de nuestra contemporaneidad”.

Tras su exitoso paso por Almagro, ‘Yo sólo vine a ver el jardín’ podrá presenciarse del 15 al 17 de septiembre en el madrileño Espacio DT, cerca de Gran Vía. Además, el Colectivo Amor&Rabia tiene previsto estrenar el 29 de septiembre en la Nave 73 de Madrid, dentro del Festival Surge, su segundo montaje ‘Oye la lluvia bajo este paraguas’, en el que planteará interrogantes como cuáles son los límites del cuerpo y si se puede intimar con una máquina.