Alejandra Alonso es una de las últimas perlas del baloncesto femenino provincial. A pesar de sus dieciséis años casi recién cumplidos, tiene claro hacia dónde quiere conducir sus pasos. Criada en la cantera del Basket Cervantes, donde ha contado con las enseñanzas de grandes referentes de este deporte como Cruz David o Fran Romero, la próxima campaña estará en Madrid, donde culminará sus estudios de bachillerato con un objetivo claro: convertirse en estudiante de Medicina.
Acaba de llegar de Estados Unidos donde ha disfrutado de uno de esos campus de perfeccionamiento que cuentan casi como un máster acelerado, organizado por la DME Academy, donde ha coincidido con decenas de chicos procedentes de diferentes países, unidos por la misma pasión: el baloncesto.
Esta aventura americana, la protagonista de esta historia la define como “muy necesaria para volver a disfrutar del basket”, después de que este último año no hayan salido las cosas como esperaba y donde ha sufrido un desgaste que a punto estuvo de obligarla a dar un paso al lado esperando mejores tiempos. “Hay momentos donde sufres procesos de falta de confianza, donde dejas de aprender y de disfrutar con la que ha sido tu pasión y son en los que te planteas qué es lo mejor para ti”.
De ahí, que estas semanas en Estados Unidos hayan servido para que se reencuentre con su mejor versión, con esa sonrisa que le llena la cara y que contagia cada vez que bota el balón. “Ha sido un campamento súper chulo, con un nivel altísimo y donde he podido recuperar esa confianza en mi juego que durante todo este año he tenido minada”.
A unas pocas semanas para emprender un viaje hacia su futuro como mujer, luce con orgullo la indumentaria que la ha acompañado estos días en el territorio americano de los sueños por cumplir. Desde la distancia, esa camiseta negra forma parte de la colección de recuerdos que se ha traído con ella, como también lo es el tapón que le puso a la mítica jugadora de baloncesto española, Laia Palau, en su visita a uno de esos tantos campamentos de verano donde se forjan los que sueñan. “Puedo decir que le he puesto un tapón a Laia”, bromea, no sin antes dejar de contar lo que pasó después que mejor obviamos en estas líneas para no desquebrajar esta anécdota heroica para una aspirante a recoger su testigo en el basket.
Bajo el brazo porta un balón de baloncesto desgastado por los botes y tiros a canasta que acumula viajes junto a ella. “Realmente, no sé cuándo empecé a jugar al baloncesto. Tenía cuatro o cinco años y desde entonces nunca lo he dejado”. De hecho, las fotografías en el teléfono móvil de su padre, recuerdan aquellos primeros pasos de lo que ha sido una progresión impresionante.
“La primera vez que fui convocada con la selección de Castilla-La Mancha, tenía unos seis o siete años”; desde entonces, no ha faltado a la cita con la selección regional, donde se ha convertido en una fija y donde ha llamado la atención de los clubes de la zona.
Antes que el baloncesto hubo otros deportes como la natación, muy arraigada en su familia; aunque ella, ingobernable, confiesa que nunca ha sido un deporte que le haya llamado la atención. Su amor a primera vista surgió en el parqué mientras botaba un balón de baloncesto y escuchaba esos quejidos de la red al encestar uno de esos tiros que entraban limpios desde el perímetro de zona y ese crujido de las maderas al enfilar una de esas fintas sobre adversarios tantas veces imaginarios.
“El baloncesto significa todo para mí”
Preguntar a un adolescente qué significa algo en su vida, es obligarles a hacer un ejercicio de introspección al que seguramente no se han visto abocados demasiadas veces, tal vez por la falta de años a sus espaldas, o puede que también sea parte de ese acuerdo social no escrito en el que se evitan las preguntas incómodas para que la realidad no rompa la magia del momento y después, ya veremos.
Para Alejandra Alonso, “el baloncesto ha sido el deporte con el que siempre he sido feliz. Es el deporte que más me ha ayudado para desconectar de mi día a día, para liberarme del estrés de los estudios, el que me ha permitido conocer a mucha gente a la que tengo mucho cariño” y, sobre todo, intentando hacer un ejercicio de adivinación, “con el que espero seguir creciendo y disfrutando en el futuro”.
En ese todo escueto e insultante que supone la fuerza de los dieciséis, esta promesa del baloncesto provincial, tiene claro que “es un deporte que enseña valores esenciales para el día a día y son enseñanzas que intento aplicar en el resto de ámbitos”.
El basket puede encuadrarse en ese listado de las cosas más importantes de las menos importantes, con el que será difícil que se gane la vida, pero seguramente le permita coleccionar momentos y personas. ¿Dónde está su techo? No se sabe la respuesta, porque en el deporte, como en la vida, confluyen demasiados factores incontrolables donde las casualidades marcan el destino: entrenadores, plantillas, oportunidades… Demasiados imprevisibles para una ecuación donde todo acaba reducido a seguir disfrutando.
Próxima parada: Madrid
Cuando restan algunas semanas para que el verano se despida y empiece el nuevo curso escolar, Alonso empieza a tachar cosas de las listas que debe preparar para su primera aventura fuera de casa. Ha tenido varias opciones para elegir destino, siendo Madrid la ciudad por la que finalmente se ha decidido.
“Después del campus en Estados Unidos me ofrecieron una beca para irme a estudiar allí y compaginarlo con el baloncesto pero, como la intención es estudiar Medicina, no era la mejor opción, teniendo a final de curso las pruebas de acceso a la Universidad”.
Ya en España recibió la llamada de Torrelodones. “En Madrid surgió la oportunidad de jugar en Torrelodones y dadas las condiciones que me ofrecen y la posibilidad de seguir cerca de casa y de poder enfocarme en los estudios, es la que finalmente he escogido”.
Ante ella se presentan grandes retos en los que serán, sin duda, algunos de los pasos más importantes de su vida. Adaptarse a una nueva ciudad, a un nuevo equipo y de fondo, esa carrera al sprint que se disputa cuando eres estudiante de segundo de Bachillerato y aspiras a ser uno de esos elegidos para comenzar la carrera de Medicina.
Como el baloncesto, la Medicina también fue una de esas cosas que siempre tuvo claras. “Siempre he estado muy enfocada en conseguir este objetivo y es por el que voy a seguir luchando”.
Las notas elevadas que se le exigirán suponen un agobio que sólo culminará de extinguir cuando a casa le llegue esa carta de acceso a la Universidad. “Se nos exige una nota muy alta para poder acceder a Medicina, es mucha gente con el mismo sueño y con el mismo objetivo y por eso, este año tocará dar lo máximo de mí para lograrlo”.
Lo que no pasa por su cabeza bajo ningún condicionante es el periodismo, un territorio donde su abuelo, Santos Alonso, sentó cátedra, llegando a ser director provincial de COPE o donde también destacó su bisabuelo, Manuel Alonso, articulista de esta cabecera y maestro también de tantos de los que llegaron después.
Alejandra se ríe considerando la pregunta, por el gesto de su cara, casi una osadía. “No, no. Nunca he pensado en estudiar periodismo”. De hecho, subraya, “en casa sí que siempre ha habido un gran respeto por la profesión y se sigue la actualidad, pero creo que esa vocación no ha pasado de generación en generación”.
Con un argumentario cargado de veteranía y madurez, siendo como ella misma dice “una niña”, recoge el balón del suelo, enfoca su mirada al aro y empieza un ritual de tiros donde todo empieza.
Mientras nacen las fotografías que acompañan este reportaje, en plena ola de calor, Alejandra sigue a lo suyo, disfrutando del baloncesto, con las pilas recargadas y el amor por este deporte reencontrado.