Dentro de muchos años, en los bares, en la plaza de Pozuelo, se contará la leyenda de aquellas chicas que llevaron al pueblo a ser campeón de España juvenil de balonmano. Como todas las leyendas, tendrá una base histórica que en este caso será complicado exagerar, porque aquel grupo, “Las Espartanas”, plantaron cara a los más potentes equipos de España gracias a una fe ciega, a su calidad y a una capacidad de sufrimiento sin parangón.
Zarautz fue el escenario. Rivales enormes y nobles, los otros personajes de esta historia que terminó ayer y que continuará en sénior. Las de Eusebio Angulo se había proclamado, contra todo pronóstico, campeonas de España cadete. El año pasado se metieron en la fase final, siendo juveniles de primer año. Y en esta ocasión querían rematar la faena, subir al Olimpo, demostrar que no estaba reservado para las de casi siempre. Para ello trabajaron durante toda la temporada. Se encontraron con la mala fortuna de no poder contar con Paula Morales, lesionada, y de que el primer encuentro les enfrentara a su “bestia negra”, su particular dragón, el BM Sanse. Cayeron por un tanto en el último suspiro. Pero las Espartanas no iban a rendirse. Ganaron los dos encuentros que les restaban de la liguilla y se metieron en semifinales, donde se citaron con el Morvedre. La batalla fue agónica y las calatravas estuvieron a punto de morder el polvo, pero los penaltis les pusieron en la final, estación a la que también llegó el Sanse, después de apurar una prórroga ante el Malkaitz.
El caballero contra su dragón iba a ser el título de este último capítulo. Las espartanas, con sus habituales puntas de lanza, Noelia, Rocío y JImena, comenzaron bien. Muy bien. Las madrileñas, que confiaban en que la historia se repite, se mantenían a duras penas en el partido. A mediados de la segunda parte, la renta era de seis tantos. Manuela Pereda pidió tiempo muerto y puso a las suyas en 4-2. El partido dio un vuelco. El Sanse se acercaba. Se oían sus pisadas eb el pabellón Aritzbatalde. Hasta que dio alcance a las calatravas. Entonces, recordaron quiénes eran, cómo habían llegado hasta allí. Marcó Jimena y defendieron como solo ellas saben hacerlo para escribir una leyenda difícil de exagerar.
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