Ser árbitro es una profesión de riesgo, la máxima de la soledad en el deporte donde siempre ejerce como enemigo de todos los protagonistas sobre el verde. Da igual que seas el mejor, que no te equivoques casi nunca, porque todas las miradas cuando hay dudas, siempre se clavan en ti.
Por eso, es difícil ilusionarse con una profesión tan ingrata como el arbitraje donde los reconocimientos llegan cuando se te echa de menos; y por eso también, es tan complicado que se te reconozca como el mejor año tras año, cuando todavía estás en activo.
Ése es Dámaso Arcediano, árbitro puertollanero que esta noche a partir de las 21:15 horas cumplirá 300 partidos en el arbitraje profesional, imponiendo disciplina en el partido entre Huesca y Tenerife.
Sus grandes actuaciones no han pasado desapercibidas para nadie de los que rodean este deporte. Ha recibido varias veces la distinción como mejor árbitro de Segunda División y pese a demostrarlo, incluso en los partidos más complicados y tener el reconocimiento del colectivo, nunca ha tenido el premio por el que tanto ha trabajado que es pitar en la máxima categoría.
Ese salto, el único que no depende de él, es el único que falta en una carrera plagada de éxitos, que podría usarse como ejemplo para que los que empiezan en el arbitraje tengan un espejo sobre el que querer reflejarse.
Dámaso Arcediano, el mejor árbitro de Segunda y posiblemente, uno de los mejores de toda España.