El paso del tiempo tiende a fulminar aquello que fuimos. Hay lugares que dejas de reconocer e ideas que tuviste en un momento determinado con las que ahora ni siquiera concuerdas. Sin embargo, los sueños tienen su propio ritmo, aunque no se cumpliesen. Actúan siempre como un recuerdo que nos hace volver a vivir aquello que nos hizo felices y nos motivó a crecer pensando en algo que merecía la pena.
El Campo de la Magdalena fue uno de esos escenarios donde muchos niños de Puertollano soñaron con ser futbolistas en un futuro que para la mayoría nunca llegó. En ese campo de albero, que el tiempo convirtió en tierra mundana, crecieron muchos de los que hoy se conforman con celebrar los goles de su equipo ahora que la rutina les obliga a pensar en el fútbol como “lo más importante de lo menos importante” que diría Jorge Valdano.
Uno de aquellos críos fue Pedro García, futbolista extremeño que se hizo leyenda defendiendo el escudo de Puertollano. Él sí tuvo la oportunidad de convivir de cerca con las mieles del balón durante catorce temporadas. Jugó en segunda división con el Atlético de Madrid, el Badajoz o el Puertollano y tuvo un paso fugaz por Primera defendiendo el escudo del Cádiz, que le supo a poco por la falta de minutos. Posteriormente, como seleccionador regional, tuvo a sus órdenes a un tal Andrés Iniesta. Como jugador, a punto estuvo de pisar el verde de los grandes estadios de nuestro país, pero eran años donde la mili hacía una primera criba y donde la necesidad de formar familia acababa por hacer el resto. Pese a ello, en su foto de perfil Whatsapp asoma una foto con Migueli, mítico defensor barcelonista, que le recuerdan aquellos días de gloria como futbolista.
A lo largo de su vida los campos de tierra fueron una normalidad absoluta. “Jugar en barro, con agua, era para nosotros una bendición. Nos encantaba hacerlo. Aquello era fútbol de verdad, con balones que al mojarse pesaban un quintal y eran imposible levantarlos del suelo”. En esa añoranza dice, “hoy estamos hartos de oír entrenadores quejarse del césped. Sólo hace falta ver algún video de Maradona jugando entre charcos para comprender la diferencia con el fútbol actual”.
El Campo de la Magdalena fue testigo en Puertollano de ligas locales y de grandes futbolistas que emulaban los amagos de Pelé que acabaron por disiparse a la velocidad con la que regateaba el brasileño. Equipos como El musical Carrión, Asociación de vecinos Fraternidad, Movira 17; o jugadores como Vázquez o Flores fueron auténticos clásicos en aquellas ligas locales y que de vez en cuando, regresan a la actualidad cuando los recuerdan entre conversación y conversación, personas como Isidoro Doblado, memoria viviente del fútbol local en la ciudad minera.
En los años 80, aquel fútbol de barrio se fue muriendo. Las redes de las porterías ya habían desaparecido, los postes empezaban a oxidarse y las malezas comenzaban a ganar espacio por los laterales. Los vestuarios eran refugio para los toxicómanos que desperdigaban las jeringuillas por los alrededores cuando el fútbol había pasado el testigo a la heroína, convirtiendo el lugar en un espacio prohibido para los niños de entonces.
Ahora, aquel campo que un día fue un lugar para soñar, es un espacio para pasear a los perros. En mitad del campo crece algún árbol que recuerda que allí ya no se juega al fútbol. Sin embargo; de vez en cuando, si te paras con algunos de los señores mayores que se reúnen para hablar en corrillo cerca de la portería más cercana a la carretera, todavía hay conversaciones en las que se refugian muchos de los sueños de antaño y se llega a saborear el olor a cloretilo, las voces de entonces, el balón chocando contra las redes que ya se fueron.