“Dije que haría lo posible por volver y aquí estoy”. Jose Almarcha (La Solana, 1991) ya está de vuelta. Su tendón de Aquiles ha soldado, tiene el alta médica, también federativa, y cuenta las horas para entrar en su primera convocatoria. Atrás queda su particular travesía del desierto, la misma que cruza cualquier deportista con una lesión de tal magnitud. No todos logran regresar, sobre todo cuando frisas la treintena, pero Almarcha sí. El paladín del último ascenso es un emblema en La Moheda, y lo seguirá siendo.
En una entrevista concedida a Radio Horizonte, asegura que está deseando enfundarse de nuevo la amarilla. “Siento los nervios y la ilusión de un niño”. No oculta que tiene más ganas de entrenar que nunca y que sueña con el día del ‘debut’. Pues está cerca, habida cuenta de cómo marcha todo. “Cada entrenamiento es una victoria para mí y por fin me veo como uno más en el vestuario”. Pero es plenamente consciente de un axioma en casos así: una cosa es entrenar y otra competir. Cualquier deportista federado sabe que no es igual llamar que salir a abrir.
Atrás queda un año entero. Aquel 24 de enero era viernes. De repente, sintió un latigazo en su pierna izquierda. El chasquido lo escucharon todos, que se temieron lo peor. El calvario comenzó ahí. “No sé si volveré a jugar”, declaró poco después. Pero ahí arrancó la carrera del retorno. Doce días después lo operó el doctor Luis Alberto Martín, con éxito. La pandemia supuso otro revés, ya que ralentizó la incipiente recuperación. “Fue muy complicado porque cerró la consulta del fisio y no progresaba; además, tuve un par de caídas y apoyé malamente”. Fueron los momentos más duros, a medio camino entre el pesimismo y la impotencia. “Sí que pensé que no volvería a jugar, sobre todo cuando estás en la cama y no notas mejoría”.
Ahí entró en escena su entorno más cercano, su gente. “Me ayudaron mucho y ese pensamiento positivo me animaba a seguir”. En realidad, está muy agradecido por el apoyo de todos, desde el traumatólogo que lo intervino, pasando por los fisioterapeutas y, por supuesto, sus compañeros de equipo, “incluso otros entrenadores o futbolistas que solo me conocían de jugar contra ellos y me han escrito; también la prensa…”. “Me he sentido muy arropado y todo ayuda cuando no ves el final”.
La luz al fondo del túnel la vislumbró de vedad cuando comenzó a correr. En verano le vimos trotando por los extrarradios de La Solana. Pero hubo que esperar a final de año. “En diciembre me fui incorporando poco a poco y es cuando vi que realmente podría volver a competir”. Eso sí, con tiento. “Al principio me apartaba cuando venía un compañero y ellos mismos ni me atacaban cuando tenía el balón; me llevaban flotando”. Fue cogiendo tono físico a base de carrera continua, series de velocidad, rondos con balón y fortalecimiento muscular de la pierna afectada. “Diciembre fue clave para ver que podía regresar y enero ha sido el empujón definitivo”.
Almarcha no tiene prisa. Ahora menos que nunca. Su meta es el día a día y sabe que necesitará tiempo para recuperar su mejor nivel, para ser ese pulmón que siempre ha sido en la zona ancha del campo. “Mi objetivo es acumular minutos, recuperar sensaciones dentro del campo y sentir ese ritmo de competición que se necesita”. Es de suponer que muy pronto llegará ese momento, cuando Kiko Vilches le diga: ¡Jose, calienta! “Tengo ese cosquilleo de no saber bien cómo voy a reaccionar, de las sensaciones que tendré…”. Pero sabe que difícilmente veremos al mejor Almarcha esta temporada. Ya le gustaría a él. “Vuelvo con la esperanza de recuperar mi nivel y ayudar al equipo en todo lo que pueda, nada más”.
Un equipo que navega en aguas turbulentas. En el ámbito deportivo, claro. Es aquí donde tiene un cariñoso recuerdo para Pepe Berja. “Es un entrenador que nos ha ayudado muchísimo, pero las circunstancias hicieron que inteligentemente diera un paso atrás”. Ahora, una vez vaciada la enfermería y con los nuevos refuerzos, cree que el equipo es otro. “Estoy convencido de que tenemos plantilla para salvar la categoría”. Lo dice el héroe del último ascenso. El hijo pródigo que nunca se fue de La Moheda.