Pues ya está aquí. Ya llegó. Este sábado comienza la temporada de Tercera División de fútbol sala. Durante 9 meses se disputarán 240 partidos por toda Castilla-La Mancha. La provincia de Ciudad Real aporta cinco equipos, dos más que la temporada pasada. Repiten Infantes FS y Viña Albali FS “B”. Regresa UD Racing de Alcázar. Y debutan Foncair Daimiel FS y Salvatierra FS. Todos mantienen a sus cuerpos técnicos. Todos siguen con sus principales patrocinadores. Cada uno se ha reforzado como ha podido.
La pretemporada ha durado un mes. Al menos tres sesiones por semana. Ha sido tiempo de fabricar destinos. Tiempo de agujetas, de gemelos que se suben, de ojeras por el cansancio, de ‘flequillos pegados a la frente por el sudor’. Tiempo de carga física, progresiva para minimizar molestias y sobrecargas, la necesaria para alcanzar una buena base. Tiempo de mucho trabajo táctico, de pizarras magnéticas a pie de pista, de afianzar la idea de juego de la temporada pasada si has fichado poco, de empezar casi de cero si has fichado mucho. Primero la defensa, luego el ataque y cuando se pueda el juego de cinco. La pretemporada fue tiempo de partidos de preparación en pabellones que eran cocederos, con camisetas de entrenamiento, botellas de agua en la banda y rivales de todas las categorías posibles.
Cada equipo jugará 15 partidos en casa y tendrá que hacer 15 viajes. Los de Ciudad Real irán cuatro veces a la provincia de Toledo, tres a la de Albacete, tres a Guadalajara y una a Cuenca. Descansarán el último fin de semana de octubre, dos semanas en Navidades y otras dos en marzo por Semana Santa. Al final de liga, si dos equipos empatan a puntos, decidirá la mayor diferencia de goles a favor en sus dos enfrentamientos. Si los que empatan son más de dos, decidirán los puntos obtenidos en sus enfrentamientos directos. Ascenderá directamente el campeón. El segundo jugará una eliminatoria de ascenso con un equipo de Andalucía.
Cada partido será un regalo. Una oportunidad única para ser felices por un rato. Si las cosas han salido bien, será el día de llegar a casa, de noche, cansado, tirar la mochila al suelo, sentarse en la cocina, y con una sonrisa, abrirse una cerveza. Pero si las cosas no salen como esperábamos, si de la estrategia ni nos acordamos, si la presión no les hacía ni cosquillas, si sabíamos lo que nos iban a hacer, si lo vimos en vídeo, lo hablamos en el vestuario justo antes de salir y aun así nos lo hicieron, entonces, será una de esas tardes en las que sales del pabellón, despacio, con el pelo todavía húmedo, oliendo a champú, mirando al suelo y sin ganas de volver a jugar en la vida.
Y cuando regrese la primavera y todo haya acabado (el trabajo semanal durante la temporada, el compromiso que cada jugador haya tenido con su club, las lesiones que condicionan convocatorias, las desconexiones en los partidos que cuestan puntos, no rendirse nunca aunque no recuerdes tu última victoria, los detalles que no se pueden entrenar, “la compleja maquinaria de la casualidad”), todas esas cosas se juntarán, cogerán a cada equipo por la pechera, lo levantarán y lo pondrán en el lugar de la clasificación que le corresponda. Lo veremos.