El fútbol sala de España vive los momentos más difíciles de su historia. Después de 30 años de trabajo, de sembrar, de crecer año tras año, y tras llegar a lo más alto del escalafón a nivel mundial hasta convertirse en la mejor liga del mundo, la Liga Nacional de Fútbol Sala afronta una guerra la cual tiene difícil ganar.
El rival no es Rusia ni Japón. Tampoco Brasil o Argentina. El rival de la LNFS está en casa, en España, en la RFEF que encabeza Luis Rubiales y que, de un año a esta parte, se ha propuesto tirar por tierra 30 años de trabajo, cual elefante en una cacharrería, sin tacto, sin sentido común.
Necesita el fútbol sala español un mediador de manera urgente, alguien con carisma que sepa poner de acuerdo a dos partes enfrentadas. Porque, de momento, el Consejo Superior de Deportes, quizá el órgano más competente en esta materia, no se ha pronunciado, y tampoco tiene pinta cuando el corral está vigilado por un zorro.
Para poner en contexto al lector, la LNFS ha estado compuesta por 30 equipos esta pasada campaña de los cuales Jaén, Burela, Peñíscola e Inter Movistar, en Primera División, y Mengíbar, Talavera, Alzira y Móstoles, en Segunda División, se han pronunciado como clubes pro RFEF. El resto, salvo algún equipo que baila entre dos aguas, es pro LNFS, lo que viene siendo mayoría absoluta. Entonces, ahí aparece la primera fisura. Luego aparece el motivo de la guerra: los derechos de televisión, unos derechos que están escritos, firmados y aprobados. Unos derechos que la mayoría de los clubes de la LNFS firmaron para concedérselos a LaLigaSportsTV hasta 2023 y que ya han tenido problemas, como en el pasado Play Off por el título cuando las redes sociales de la RFEF emitían los resúmenes sin ton ni son, porque me da la gana. Entonces, la sección antipiratería correspondiente le pidió a la RFEF que los retirara. Y efectivamente, se rindió ante la evidencia y los borró.
Llegados a este punto, alguien tiene que mediar. E, incluso, alguien tiene que ceder. Una parte, la otra o las dos. Porque es muchísimo lo que hay en juego para todos los clubes del fútbol sala y porque, literalmente, están matando al fútbol sala. Pero todo ello, sin olvidar que lo que funciona no hay que tocarlo. Y es que, hablando de materia económica, no hay que olvidar que la LNFS, a través de su informe de retorno de la auditoría Kantar Media, tuvo un retorno hace dos campañas, por ejemplo, de 145 millones de euros. ¿Qué significa eso? Que los clubes, con este informe, pueden llamar a las puertas de sus patrocinadores para demostrarles que su inversión en publicidad no cae en saco roto. Que tiene retorno. Que tiene beneficios. Que tiene un impacto económico. Este año, sin ir más lejos, la RFEF no ha recurrido a ese informe de retorno para entregárselo a los clubes aunque la LNFS, de manera paralela, sí lo haya hecho.
Para los aficionados del Viña Albali Valdepeñas, por ejemplo. ¿Cuántas veces se ha nombrado, ha salido o se ha mostrado el nombre, el escudo o la camiseta del Viña Albali Valdepeñas esta temporada? ¿Cien, mil, siete millones de veces…? Pues con ese informe de retorno, el club que preside Luis Palencia puede llamar a la puerta de Félix Solís, su actual patrocinador, o de pipas Pepito para argumentarle que su gasto en publicidad no es un gasto, sino una inversión y, en este sentido, más que nunca, viene a cuento esa frase de Francisco de Quevedo y que popularizó Antonio Machado y que dice que “solo el necio confunde valor y precio”.
Se avecinan, por tanto, tiempos convulsos, una batalla que va para largo. A 29 días para que arranque la competición no hay protocolos, no hay calendario. Todo es incertidumbre, silencio y desinformación. De momento, la RFEF no manda árbitros a partidos amistosos y, por tanto, no los autoriza. Y la postura de los clubes, en este caso, es de impotencia y máxima preocupación.
La Liga de Fútbol Profesional arrancará el 12 de septiembre, pero hasta que no se dirima la presente, no tendrá calendario. La ACB de baloncesto, el 18 de septiembre, con calendario propuesto y con la incógnita del Guipúzcoa Basket. La ASOBAL de balonmano, ídem de lo mismo, el 2 de septiembre, con calendario propuesto y con unos flecos que rematar. Y la Liga Nacional de Fútbol Sala, el 5 de septiembre, sin calendarios, sin protocolos y dejados de la mano de Dios en la crisis más profunda del fútbol sala español.