El Viña Albali Valdepeñas es un club en continua transformación, en pleno crecimiento. Echando la vista atrás, y con los más de 16 años que lleva Luis Palencia al frente del club, los cambios han sido considerables pero con un denominador común; tener los pies en el suelo.
Hace un tiempo, concretamente desde la llegada de Joan Linares, el club tuvo un punto de inflexión con el único objetivo de mirar hacia arriba. Además, y en el mejor sentido de la palabra, sufrió la transformación de jugador a director deportivo. Pero también hubo una serie de cambios en lo deportivo y en lo extradeportivo. Y es que cuando llegó el campeón del mundo al club vinatero, el equipo apenas entrenaba dos días a la semana. Al año siguiente, viendo la exigencia de la categoría, se pasó a tres días de entrenamiento. Luego a cuatro. Y así, hasta plantarse en una rutina de trabajo que demandaba una Segunda División tan bonita como exigente.
Luego, el mercado de fichajes se limitaba al perímetro de la región y, más tarde, hasta Madrid. Fue entonces cuando el club pensó en poner una vivienda para responder a la demanda y ampliar la zona de mercado. En aquel entonces, Peloncha, Iván Quintín o Manu García fueron los primeros en estrenar ‘piso’ en un club tan humilde como era Valdepeñas. Fueron algunos pasos para seguir creciendo.
Cambios significativos
Hoy, las circunstancias han cambiado y el club sigue en pleno proceso de transformación, sin olvidar, claro está, el periodo de adaptación en una categoría que se presenta más difícil que nunca. No quiere ser el Viña Albali Valdepeñas un equipo ascensor que suba y baje de categoría cada ciertos años. Llegó a Primera División y llegó para quedarse.
Sobre el papel, son muchos los cambios considerables que habrá entre el Viña Albali Valdepeñas del año pasado y el que está por venir. Cabe recordar que el año pasado, con el ascenso de categoría, el club se vio obligado a hacer una serie de cambios. La ampliación del Virgen de la Cabeza y la situación profesional de los jugadores terminó en una acumulación de kilómetros que se tradujo en un claro cansancio. El cansancio se reflejó en pocos puntos y, en esos casos, la cabeza del entrenador fue la primera en salir rodando.
Con los movimientos en el mercado invernal y con lo heredado, el Viña Albali de David Ramos terminó sufriendo para conseguir el sueño de la permanencia.
Invita al optimismo
Tras el éxodo del primer año, y después de tocar fondo con tantos cambios, todo invita al optimismo en la ciudad del vino, un optimismo que no debería ir más allá de lograr la permanencia y consolidarse en la categoría.
Para empezar, David Ramos y su cuerpo técnico arrancarán desde cero un proyecto serio y consensuado. Luego, el Virgen de la Cabeza estará listo desde el principio y con el lleno asegurado. Además, uno de los cambios más significativos en la planificación deportiva es el entrenar en Valdepeñas, lo cual indica más calidad de vida en unos jugadores que residirán en Valdepeñas. Si hace unos años no había vivienda para jugadores, este año se ha dado un plus en este sentido y todos los jugadores vivirán y convivirán en la ciudad del vino.
Otro de los motivos que invitan al optimismo es el salto de calidad en la plantilla. Edu, Cainán de Matos, Rafael Rato, Pablo Ibarra, Buitre, Nano y Álex García son las caras nuevas de una plantilla llamada a no pasar apuros como el año pasado. José Ruiz, Dani Santos, Juanan, Manu García, Chino, Terry y Coro han sido los renovados y, juntos, están llamados a formar la columna vertebral para los próximos años, de ahí los dos años de contrato de muchos de sus jugadores.
El Viña Albali Valdepeñas arrancará el próximo 12 de agosto. Por delante, cinco semanas de intensa preparación con dobles sesiones incluidas. En el ambiente, mucha ilusión en una ciudad donde se respira fútbol sala por los cuatro costados y donde hay mucho mono por que empiece a rodar el balón. Pero siempre sin levantar los pies del suelo.