Alejandro García Pidur vivía con su familia en Mercadal. Un pequeño pueblo interior de la isla de Menorca, de casas bajas y fachadas encaladas, un lugar de paso al que nunca iba nadie si no era para ir a otro sitio. Allí, a Alejandro García Pidur y a su familia les tocó vivir la crudeza de la posguerra. Empujados tal vez por el hambre, por la falta de trabajo o por la represión, a principios de los años 50 abandonaron la isla. Como miles de españoles se fueron a Barcelona, a su cinturón industrial, porque allí había trabajo, allí tenían la esperanza de encontrar una vida mejor.
Vicente García Grau fue uno de los hijos de Alejandro, que aunque nació en Mercadal, se crió en Santa Coloma, que es donde se instalaron los García. Vicente siempre fue un loco del fútbol, siempre con el balón en los pies. De juvenil jugó en el equipo de su pueblo, la Gramanet, luego en el RCD Español, más tarde en equipos amateurs. Se sacó el título de entrenador y durante algún tiempo dirigió un equipo alevín del FC Barcelona. Pero tuvo que dejar el fútbol porque el pequeño negocio familiar, el que creó su padre, que con los años creció y acabó siendo la Industrias García que hoy conocemos y que se dedica a “fabricar piezas metálicas mediante estampación y soldadura”, era lo primero.
Vicente aún recuerda cómo no podía sacarse el fútbol de la cabeza y cómo logró convencer a sus compañeros de empresa para hacer un equipo de fútbol sala. Todavía se acuerda que en el año 75 participaron en la primera liga de aficionados que hubo en Barcelona, que jugaban entre semana por la noche y que si les tocaba partido más allá de las diez no podía ir, porque lo primero era la empresa. Pero como ni quería, ni podía pasar una semana sin jugar, no tardó en federar al equipo, entre otras cosas, porque los partidos se disputaban en sábado y entonces ya no se iba a perder ninguno. La empresa familiar creció y como necesitaron contratar empleados, Vicente, siempre con el fútbol en mente, comenzó a contratar a futbolistas para que, además de trabajar para Industrias García, jugasen en su equipo. Por eso el nivel del equipo subió poco a poco, porque cada vez los empleados contratados eran mejores futbolistas. De esa manera y sin buscarlo, porque el fin de aquel equipo no era ser los mejores, sino disfrutar del balón y tener buen ambiente en la fábrica, llegaron los ascensos. Llegaron muchos, de manera consecutiva, a través de todas las categorías del fútbol sala, hasta llegar a División de Honor. Ese fue el camino que al final llevó a Industrias García a estar presente en el año 89 en la primera temporada de la LNFS.
En algún momento de ese camino, Industrias García incorporó a su idiosincrasia el cuidado y la importancia de la cantera, de la base, de los niños. Porque en aquellos años, a finales de los 70, Santa Coloma, y Barcelona en general, vivió una migración salvaje. Su población, respecto a la que encontró la familia García cuando llegó de Mercadal en los 50, se había multiplicado por diez. Santa Coloma pasó de ser un pequeño pueblo a una ciudad dormitorio. Se levantaron bloques de viviendas por todos lados, sin orden, sin escrúpulos, en cualquier sitio, hasta en las laderas de las montañas que hay en las afueras. Santa Coloma se convirtió en un lugar donde era mejor no ir, donde la calle no era el mejor sitio para los niños. Para darles un lugar donde estar, una oportunidad de hacer deporte, para darles valores y que fueran buenas personas antes que buenos jugadores, Industrias García se volcó en crear equipos para esos niños. Hoy en día, Vicente García lo tiene claro, “si algún día dejamos la base, lo dejamos todo. Si hubiera que prescindir de algo sería del primer equipo.”
Así es el club al que Valdepeñas se enfrentará este viernes (21:15 horas). Un club que salvo 3 temporadas, siempre estuvo en Primera División. Que hace 20 años jugó una final de Liga, que hace 5 llegó a una semifinal, que últimamente no ha sido raro verle en la Copa y el play off, y que en la última temporada les fue fatal. Porque ni por asomo estuvieron cerca de jugar Copa y play off, que era su objetivo, siempre estuvieron lastrados por las lesiones, 9 de los 12 jugadores de la plantilla llegaron a sufrir algún tipo de baja, en casa solo fueron capaces de ganar dos partidos y para colmo, se despidieron de la temporada con 5 derrotas consecutivas.
Este jueves a las 14:30, Valdepeñas habrá salido hacia Montcada, que es donde va a dormir. A esa misma hora, podríamos sentarnos en un sofá, ver seguidos 5 partidos de fútbol y al finalizar, Valdepeñas todavía seguiría en carretera, aún no habría llegado al hotel. Apenas a 10 kilómetros de él está el Pabellón Nuevo de Santa Coloma. El partido, televisado por Esport3, será de alta dificultad, porque Industrias quiere estar en la Copa y play off. Y aunque la media de edad de su plantilla, es de las más bajas que se le recuerdan, tiene nombres como Ximbinha, como Pol Pacheco, como las tres joyas veinteañeras, Miquel Feixas, Uri Santos y Albert Cardona, que acaban de salir del filial del Barcelona, que dicen mucho del talento de este equipo.
Lo único bueno que tiene jugar un viernes por la noche tan lejos de casa, de estar prácticamente solos en la grada (porque solo irán los de Vinfortel y algún que otro loco que se decida a última hora), es que suceda lo que suceda, gane, pierda o empate Valdepeñas, encaje gol en los primeros minutos o no, logre competir todo el tiempo o sufra alguna que otra desconexión, necesite muchas ocasiones para hacer gol o vuelvan las malditas equivocaciones, lo único bueno de todo eso, es que al acabar el partido ni jugadores, ni cuerpo técnico, oirán ni un solo pito. Es triste oírlos y son injustos, porque jugadores y cuerpo técnico son los que menos entrenan de la Primera División y los únicos que viajan para ir a entrenar. Porque ellos solo viven para ganar el próximo partido, para dejarse el alma en esta historia, que es el sueño de un pueblo, el sueño de una panda de locos buenos, que solo tienen que tener paciencia y confianza. Porque los equipos que sobreviven en la mejor liga del mundo, los que al final se salvan, son los que saben sufrir, los que pierden muchos partidos y ganan pocos, los que saben aguantar con la cabeza debajo del agua durante meses, los que tienen una afición enorme, que por momentos, es capaz de hacerles mejores de lo que son. Esos son.
