Juan Pedro Andújar es uno de los párrocos de Socuéllamos y también desde hace años capellán de la U.D. Socuéllamos, otro de los miembros del equipo por tanto, cuyo día a día de igual modo ha cambiado sensiblemente. Como el propio sacerdote explica, ahora su vida “es más parecida a lo que sería la de un monje que la de un sacerdote secular, que es el sacerdote del pueblo que está para arriba y para abajo, en contacto con tantísimas personas con distintas necesidades. Ahora más en reclusión, prácticamente nuestro único servicio hacia fuera es ir a los entierros, acompañar a apenas esas tres o cuatro personas y en la misma puerta del cementerio hacemos un responso, es nuestro único contacto con los fieles. Por todos los que mueren ofrecemos la misa, porque cada sacerdote tiene su misa, una por la mañana y otra por la tarde”.
Es curiosa su manera de trabajar, puesto que siguen celebrando las misas aunque sin fieles. “La misa es el centro de nuestra vida, nosotros tenemos que hacerlo cada día de nuestras vidas, ahí volcamos todo y se concentra en la eucaristía, es el centro de la vida para los cristianos, por lo que incluso sin fieles debe continuar. A lo largo de la historia ha habido sacerdotes que han tenido que celebrar la eucaristía en situación extremas, por ejemplo en un campo de concentración, a escondidas y lo tenían que seguir haciendo, estemos presentes los fieles o no, es la presencia de Jesucristo y la manera de hacerlo presente es el sacerdote”.
En estos momentos tan duros la fe cobra especial importancia para los creyentes, pues supone otra tabla de salvación. “La fe es fundamental en aquel que la concibe en su vida como creyente y más cuando las cosas se ponen cuesta arriba. Todo esto se puede convertir en algo bueno también a pesar de las consecuencias dramáticas, puede tener su lado positivo si queremos. Es verdad que no podemos salir hacia fuera pero sí hacia dentro y meternos en nuestra alma, en nuestros pensamientos, en nuestro corazón y buscar a Dios ahí dentro para que nos sirva de fortaleza, de comprensión de la realidad, esperanza para el futuro, un cambio en la vida, pues quizá esto nos hace a todos más humildes, es una ocasión para la fe. Dios de los grandes males saca grandes bienes, vamos a confiar que de aquí salga un bien todavía mayor”.
Coincidiendo en el tiempo con una fecha tan importante para los cristianos, la Semana Santa, que como todo, también será atípica, no se recuerda una situación parecida. Sí que por la climatología se han tenido que suspender procesiones, pero no todos los actos religiosos de esta manera. “Esto es inédito y en este sentido casi único en la historia, salvo por motivos de una guerra que se ha tenido que clausurar todo. Estamos viendo que gente por las redes sociales está demostrando que la Semana Santa sigue viva, no habrá la manifestación externa, la presencia popular de cristianos en los templos pero va a estar ahí, es independiente de las circunstancias y es lo que es porque es celebración del misterio pascual de Jesucristo. Este año precisamente se hace presente ese misterio de Dios donde está la cruz, el dolor y en primera línea de batalla donde están trabajando los demás para que podamos sobrevivir, alentando a tanta gente que está haciendo el bien y eso es una verdadera Semana Santa que escapa de parafernalia y de vanidad. Ahora podemos contemplar una Semana Santa distinta pero muy real y eso es muy importante que lo apreciemos”.
 
Es un error por tanto afirmar que no se va a celebrar la Semana Santa, sí habrá Semana Santa, aunque “más allá de las manifestaciones populares, las que se hacen al exterior, y tan hermosas como son, el verdadero núcleo de la Semana Santa está en la celebración litúrgica, y eso es lo que nos une a toda la cristiandad entera. España es de los pocos países en el mundo que tiene procesiones de Semana Santa y sin embargo se celebra en toda la tierra. Lo importante está en la celebración de oración oficial toda la Iglesia universal y que luego tiene esas manifestaciones tan espléndidas como en el caso de España, donde el misterio sale a la calle. La presencia de Dios y su salvación a través de los sagrados sacramentos por supuesto que no va a parar aunque lo estemos celebrando a solas”.
Además de párroco de la localidad y capellán del equipo es un gran aficionado al fútbol y también está deseando que todo esto vuelva a la normalidad para volver a ponerse la camiseta del ‘Socu’, con la que se le ve habitualmente en los partidos de equipo cuando sus obligaciones se lo permiten. “Cómo no, será una señal magnífica de que todo ha vuelto a la normalidad. Esa afición te llena, te gusta, te empapa y te hace relacionarte con mucha gente, tiene una gran importancia pero ahora es momento de mirar el fútbol en un segundo plano. Lo importante será recuperarse anímicamente, físicamente, económicamente y la vuelta de cosas como el fútbol será una señal de que todo vuelve a la normalidad, pero tenemos que poner todas las cosas en su lugar y en su justo valor”.
Llegará de igual modo el momento de volver a pasar por el vestuario como hace de vez en cuando, reunirse con los jugadores para tener una charla y una oración. “Ojalá pueda ser pronto. Mi vinculación al equipo la tengo incluso ahora con este parón con algún jugador, alguna conversación y cómo no mencionar la despedida de Paco López, fue un momento de no solamente de cercanía a la familia sino también de integrar a todo ese club y a toda nuestra afición del ‘Socu’ porque estaba de alguna manera presente en esa despedida suya”.
Concluía manifestado sus “enormes deseos y ganas de poder ver a los muchachos y darles unas palabras de ánimo y de fuerza y, como siempre les digo: a Dios rogando y con la pata entrando, que es lo que tienen que hacer”.